Filosofía Whatsapp contra la teletransportación

Hasta hace unos días, decía que Whatsapp era un bien imperecedero. Un servicio infalible, infatigable y emblemático. Una prolongación de su ser a través del móvil con el que mantenía viva la llama de la comunicación con sus seres queridos. Era, al fin, un admirable avance de la tecnología. Hoy, después de leer en la pantalla de su teléfono que si quería seguir usando la aplicación debía pagar 89 céntimos, Whatsapp era una barrabasada contra su libertad de expresión, un invento del demonio, una injusticia incoherente que incumplía la teología máxima de la era moderna: todo es gratis.

¿Qué nos ha pasado? ¿Tan grave es pagar 89 céntimos por un servicio que, además, nos gusta? ¿Perdemos toda lógica por pagar algo que funciona porque hay otro que lo da gratis? ¿En qué nos convierte eso? Creo que no lo hemos reflexionado bien: para que Fulanito cree un maravilloso sistema de teletransportación (ya estamos tardando, por cierto; ánimo científicos, estamos con vosotros) necesita comer. Si pasamos todos los inventos –sea cual sea su campo– por el filtro de la ‘gratuidad-porque-sí’, ¡no avanzamos!

La ‘Filosofía Whatsapp’ impera en todos los campos: música, periodismo, literatura, videojuegos… Parece que si pagas eres un inadaptado a tu tiempo. Un prepotente. «¿No sabes que puedes conseguirlo sin pagar?», preguntan. Esos puñeteros 89 céntimos por Whatsapp reflejan uno de los grandes problemas de la sociedad española actual: la inconsciencia.

El cine no se escapa. Quién no ha dicho «me encanta ver una película en el salón de casa, al calor del brasero, que me he descargado de tal página web». ¿Saben que hay servicios muy competentes, de primera calidad, con gran variedad de films? Quiero decir. Ninguno tenemos ganas de pagar –y conste que la primera bofetada es para un servidor–. Pero a todos nos apetece disfrutar de una buena historia. Aunque sea para, al final, con los títulos sobre la pantalla, recomendarla a nuestros amigos en Whatsapp.

Y qué demonios. Teletransportación ya.

De regalo, ‘Doble Check’. Gran corto sobre el fenómeno Whatsapp

Hoy veré 'El Hobbit 3d 48Fps HDR DUB'… ¿Soy un primo?

Soy uno de los –relativamente pocos, relativamente muchos– que hoy verá ‘El Hobbit: Un viaje inesperado’ en 48 fotogramas por segundo, HDR, tres dimensiones y doblada al castellano. ¿Soy un primo? ¿Demasiados apellidos para una película que debería expresar más que suficiente con sólo dos palabras: ‘El Hobbit’? Puede ser, pero ya no tiene vuelta atrás. A falta de ver el nuevo trabajo de la banda de Peter Jackson, la única certeza que gasto, horas antes de entrar a la sala, es que será un taquillazo. Un enorme éxito comercial. Y que me he quedado con la cartera más vacía que un guion de ‘Fenómenos’ con la excepción de Julián López, que haga lo que haga me parece siempre genial).

Les he contado muchas veces que soy un absoluto reticente del 3D. Creo que sólo trae problemas, contradicciones y obliga a los directores a perder el foco de lo realmente importante: la historia. No creo que ‘El Hobbit’ sea una excepción. Y, por si se lo preguntan: claro que disfruto con un espectáculo visual de proporciones épicas. Es una herramienta más para empatizar con el espectador, para desarrollar una ilusión consistente. Más, claro, en temáticas fantásticas y de ciencia ficción. Pero, incluso en la más enrevesada historia de robots, aliens, explosiones, viajes interestelares y héroes multitarea, ansío, por encima de todo, un guion atractivo.

Aquí, con las entradas en la mano, recuerdo el inconmensurable fanatismo que despertó ‘Prometheus’, antes incluso de ser estrenada, y el desilusionante batacazo con el que me topé al salir de la sala. Es el ejemplo perfecto: el preciosismo formal para presentar un conato de historia. ¿Tanto hemos educado los sentidos como para que el gran público no exija ‘algo más’? Lo que es peor: ¿Las generaciones que ahora empiezan a disfrutar del cine –pienso en 13, 14 años–, dónde pondrán su vara de medir? ¿Sabrán ver las bondades de ‘Willow’, ‘Regreso al Futuro’ o ‘El ejército de las tinieblas’ sin unas gafas de plástico o un bicho generado a 48 fotogramas por segundo?

Hay sitio para todos. Hay que saber disfrutar de los fuegos artificiales, de Chaplin, de Malick, de Spielberg, de Nolan y de Jackie Chan. Pero también hay un límite que no nos debemos permitir cruzar: respetemos la palabra. Palabras por encima de títulos nobiliarios de inmensos apellidos tecnológicos. Dicho lo cual, veamos ‘El Hobbit’.

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