G.I. Joe: La Venganza

El problema es que cuando has llegado a la cima de tu carrera laboral, todo lo que haces parece estopa. Después de haber dirigido la obra cumbre de la filosofía moderna, heredera directa de los valores de Meliés y Goddard, ‘Justin Bieber: Never say Never, en 3D’, era imposible que Jon M. Chu cumpliera con las expectativas puestas en él. Así, tanto eruditos de la crítica como ascetas de los flequillos horteras, coincidirán en dos cosas: ‘G.I. Joe: La Venganza’, es la peor obra de Chu. Y, también, una puñetera basura.

Empecemos por las constataciones: Uno. The Rock hace pesas. Dos. Bruce Willis aparece cuatro minutos. Tres. Adrianne Palicki es vistosa. Cuatro. Hay ninjas. Cinco. Si pagas más, hay cuatro fotogramas en 3D (distintos a los de Willis, conste en acta).

Y mira. Por más que releo el párrafo anterior, creo que soy incapaz de describir mejor la película. De hecho, se conoce que el guión es más o menos eso: una chorrada sin pies ni cabeza, aburrida, gris, cutre y nada espectacular. Los peores diálogos de la década encajan perfectamente en una banda de actores vacíos e inanimados, música compuesta con los tonos de un viejo nokia y escenarios sacados directamente de plasticolandia. Sin olvidar que en un momento estamos viendo una peli de soldados americanos y, al momento, una batalla de ninjas por las paredes de un risco, colgados de cuerdas infinitas. Un paralelismo pobre que recuerda al niño que intenta explicar, al mismo tiempo, ‘Tigre y Dragón’, ‘Rambo’ y ‘Casablanca’.

¿Y si algo es tan malo que es lo más probable que pase a continuación? Pues que su productora haya anunciado ya una tercera entrega de la saga, a ver si Chu recupera su brillo original. Baby, baby, baby.

Pero no todo es malo. También sale Channing Tatum, ya saben, el actor de moda que aprieta tan bien la mandíbula. El de ‘Querido John’. Pero sale poco. Muy poco. Sí. Eso. A los pocos minutos deja de salir. ¿Lo pillan? Eso, lo mejor de ‘G.I. Joe: La Venganza’. Uh-ah.

 

Fast and Furious 5 (Fast Five)

Lo que son las cosas, ayer lamentaba una cuarta parte y hoy bendigo una quinta. Si entras a ver una película de acción, lo normal es que no pretendas salir de la sala con una profunda reflexión de la naturaleza del ser humano o un sesudo ensayo, filmado con maestría y pulcritud, sobre los temas que impulsan el universo. Tan solo quieres pasártelo bien mientras cuatro bestias de gimnasio se lían a mamporros, explotan varios coches y culminan con una escena imposible que desborda adrenalina al ritmo de un soniquete pegadizo. ‘Fast and Furious 5’ es, sorprendentemente, un ejemplo magnífico de una gran película de acción.

Siguiendo la estela de los grandes clásicos del género de los 80 y 90 (movimiento liderado por Schwarzenegger, Stallone y compañía), Justin Lin firma -a la quinta iba la vencida- un filme redondo. Toretto (Vin Diesel) y O´Conner (Paul Walker) han entrado en la lista de los delincuentes más buscados de los EE.UU. Tras una espectacular fuga, ambos dirigen sus pasos a Río de Janeiro, donde organizarán el mayor ‘trabajo’ de sus carreras: robar cien millones de dólares. Para eso tendrán que reunir a un equipo experto: todos los secundarios del resto de entregas de la saga.

La película, una suerte de ‘Ocean´s Eleven’ repleta de coches de primera línea, regala escenas de acción míticas. Y, pese a que no sea la más espectacular, sé que los amantes del género degustarán con pasión la tremenda pelea entre Vin Diesel y Dwayne ‘La Roca’ Johnson -que interpreta al líder de una unidad especial de caza de delincuentes del FBI-. La absurda comparación de cualquiera de sus brazos con el tamaño de una cabeza desproporcionada y su acercamiento más al Juggernaut de los Xmen que a un ser humano corriente, les encantará. Para los amantes del motor, no pierdan pista del final… menuda destrucción más bien construida.

Si buscan una película de acción que les mantenga pegados a la butaca durante dos horas, ‘Fast Five’ (título original) es su elección. En serio, sé que es difícil de aceptar, pero es tan divertida como demoledora. Incluso a mí, que el reggeton me parece una aberración cultural, me cayó en gracia cuando al final suena la ‘Danza Kuduro’ de Don Omar (uno de los protagonistas de la cinta, por cierto).

Los otros dos

Adam McKay es uno de los guionistas consagrados por el programa de humor más codiciado de Estados Unidos: Saturday Night Live (SNL). Y se lo tiene ganado a pulso: sus ‘sketches’ son imitados por todo el mundo y los principales actores de Hollywood se pelean por participar en sus cachondas invenciones. Con tanto talento para la comedia, era cuestión de tiempo para que McKay diera el salto al cine respaldado por una infinidad de productores ansiosos por poder hacer la siguiente publicidad: “de los creadores de SNL llega ‘Los otros dos’, con Will Ferrel y Mark Wahlberg”.

La película hubiera sido un ‘sketch’ genial: ¿qué pasaría si cambiamos a los clásicos policías alimentados con creatina por dos funcionarios acostumbrados a trabajar con el ordenador y expertos en aplicaciones para el Iphone? Si a la premisa le sumamos a The Rock y Samuel L. Jackson, el bombazo está asegurado. Efectivamente, un vídeo de quince minutos con los mismos elementos habría sido un éxito pero, como cinta de dos horas, parece un chicle estirado.

‘Los otros dos’ está repleta de ambiciones inconclusas e inefectivas. Detrás de la evidente intención de hacernos reír se esconden críticas al sistema económico, a los medios de comunicación, a los estereotipos y a la carencia de originalidad en las historias actuales. Pero están tan bien escondidas que hay que ser muy buen espectador para aceptarlas de buen grado.

No les voy a decir que sea un film aburrido, les encantará verla un domingo por la tarde en la televisión, después del tiempo. Lo de encontrar razones para pagar en taquilla es más complicado. Bueno, quizás por ver la hermosura de Eva Mendes en todo su esplendor, ya me entienden.

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