Lincoln

Frenar una masacre o ejemplificar el cambio de una era. ¿Quién sería capaz de tomar una decisión tan trascendente? ¿Quién podría ver más allá de sus días, más allá de su comodidad, de lo que el mundo le enseñó que era el mundo? ¿Quién lideraría una derrota tan dolorosa para ganar una vida que no va a disfrutar? Steven Spielberg ha dirigido medio centenar de películas con temáticas, protagonistas y universos incompatibles entre sí. Pero siempre, desde 1959, hablando de lo mismo: la familia. ‘Lincoln’ no es una excepción. Pese al preciosismo del relato histórico, Abraham es, ante todo, un padre y un marido.

El biopic del presidente americano pierde parte de su fuerza cuanto más lejos estemos de Kansas. Es una bala directa al corazón patriótico de los estadounidenses, una arenga al pueblo que un día fueron y al que siempre aspiraron ser. El tremendo calvario de Lincoln para aprobar la décimo tercera enmienda de la Constitución de los EEUU, la que aboliría la esclavitud, se convierte en un espejismo político donde resaltan tres pilares fundamentales: el ser humano, la fe y la herencia. Tres instrumentos que Spielberg unifica con un discurso maravillosamente hilvanado, desechando la épica visual de otros tiempos -de otra juventud, quizás-, por la épica del despacho, la voluntad y la intrahistoria. La política entendida como motivación. Como el juego del líder capaz de unir a su causa al enemigo a través de la palabra, el don y el talento. El líder como el buen bardo.

Daniel Day-Lewis no interpreta a Abraham Lincoln. Daniel Day-Lewis es Abraham Lincoln. Su imponente presencia copa la espléndida plasticidad característica de la filmografía de Spielberg y abraza, en su estela, a un elenco impulsado por su buen hacer, en el que, cómo no, destacan Sally Field y Tommy Lee Jones: enormes.

Lincoln sabe que mejorar el mundo que nos ha tocado vivir es el mayor regalo para sus hijos. Ser capaz de discernir el placer pasajero por un alegato eterno. ¿No es ése un mensaje actual? ¿A caso no busca Spielberg al espectador actual, al que debe aprender de su historia, de su error pasado, para decirle: “qué herencia dejamos a nuestros hijos”?

Esta es la historia de Spielberg, la que lleva escribiendo sesenta años: la familia. Familia como el motor de la historia de la humanidad: el padre, el hijo y luego el hijo del hijo. Y así sucesivamente. Sean o no americanos.

Men in Black 3

Lo cierto es que el cine palomitero está de buen año. No diré que llega a las cotas de excelencia y diversión de ‘Los Vengadores’ (es difícil que me vean ceder en esto), pero Men in Black 3 es un entretenimiento bastante aceptable. Después de una poderosísima promoción internacional y unas críticas cariñosas con el trabajo de Barry Sonnenfeld, mis expectativas con lo nuevo de los hombres de negro eran muy altas. Por eso, tal vez, salí de la sala un tanto decepcionado. “No es para tanto”, pensé. Sin embargo, poniendo tierra de por medio, es cierto que el recuerdo es agradable y que, lo más importante, no tengo necesidad de insultar a nadie. En fin:

Boris ‘el animal’ (Jemaine Clement, uno de los protagonistas de la genial serie ‘Flight of the Conchords’) se escapa de la prisión de máxima seguridad para alienígenas construida en la Luna. Al llegar a la Tierra, se hace con un dispositivo para viajar en el tiempo y consigue cambiar la historia, eliminando del mapa a ‘K’ (Tommy Lee Jones). ‘J’ (Will Smith) tendrá que embarcarse en una aventura temporal para evitar, cual Marty McFly, un futuro indeseado.

Está claro que el carisma de Will Smith basta para encadilar al público durante dos horas. El actor cuenta con un ejército de fieles seguidores que le ven con el mismo gusto en ‘Men in Black’ y en ‘Wild, Wild West’. Y, pese a que siempre me cayó en gracia el Príncipe de Bel Air, el gran actor de la película es Josh Brolin (‘No es país para viejos’), que interpreta la versión sesentera de Tommy Lee Jones con un acierto demoledor. El joven goonie puede presumir de haber robado, aunque sólo sea en parte, todo el protagonismo de la cinta.

Conclusiones: si buscan protección solar y dos horas de aire acondicionado con un pasatiempo que no requiera de presencia mental, ‘Men in Black 3’ es su opción. Si, por el contrario, esperan una cinta de ciencia-ficción capaz de expandir su mente, esperen unos meses y la sacan del videoclub.

Men in Black, cómic y cine

Los Hombres de Negro nacieron en 1990 de la mano de Lowell Cunningham y Sandy Carruthers, en la editorial Aircel Comics. Siete años más tarde, Barry Sonnenfeld adaptaría sus páginas a la gran pantalla con una película por la que nadie apostaba y que terminó siendo un éxito arrollador de taquilla, que, incluso, agradó a la crítica. Ahora sabemos que Will Smith es un talismán que las productoras adoran, pero por aquel entonces, con solo dos películas en su haber (‘Independence Day’ y ‘Dos Policías Rebeldes’) y sus seis temporadas como ‘El Príncipe de Bel Air’, no era más que un actor de moda. Este fin de semana se estrena ‘Men in Black 3’ y, si los ‘Los Vengadores’ lo permiten, reinará en las carteleras de todo el universo conocido.

Al ser un cómic extraño para la mayoría, pocos saben en qué se parecen las versiones de Cunnigham y Sonnenfeld. De hecho, es más que probable que ni siquiera usted supiera que se trataba de un película tan comiquera como ‘Hellboy’, ‘The Watchmen’ o ‘Batman Begins’. ¿Analizamos las diferencias entre ambas versiones de ‘Men in Black’?

1.- Los personajes principales son los mismos: Jay y Kay, bajo la tutela del inspector jefe Zed. Sin embargo, Jay, el personaje de Will Smith, era un neoyorkino rubio y caucásico. Y ambos agentes compartían protagonismo con Ecks, que terminaría expulsado y perseguido por los hombres de negro al intentar dar a conocer la asociación.

2.- La idea de los Men in Black es parecida: detectives que luchan por mantener en el anonimato aquellas ‘cosas’ que se escapan de la comprensión humana pero que suceden a nuestro alrededor. Mientras que en la película se centran en alienígenas, el cómic protegía al planeta, además, de sucesos paranormales (entes, fantasmas, apariciones, zombies) y demonios del inframundo.

3.- Pero, sin duda, la gran diferencia reside en los métodos. El cómic de Men in Black era oscuro en todos sus aspectos. A saber: mientras que Will Smith y Tommy Lee Jones utilizan un pequeño artefacto para borrar la memoria de testigos, los Jay y Kay del cómic les pegarían un tiro en la cabeza; a todos.

The Company Men (y II)

“Mi vida se ha terminado y, ¿sabes lo peor? El mundo sigue funcionando. No le importo una mierda”. La frase es de uno de los miles de despedidos en GTX, una inmensa multinacional que durante años ha procurado grandes riquezas a sus hombres y que ahora, consecuencia -también causa- directa de la crisis, les echa a la calle. ‘The Company Men’ es la continuación ficticia del documental ‘Inside Job’ desde una óptica muy interesante. De hecho, me fascinó el arranque de la cinta: imágenes estáticas de los pequeños y grandes detalles que decoran la clásica vivienda estadounidense que estamos hartos de ver en el cine (dos plantas, patio para barbacoas, canasta de baloncesto sobre el garaje… ya saben). Y, desde el principio, la sensación es la misma: “Estamos rodeados de opulencia”.

El presidente de GTX aprovecha la ausencia de su segundo al mando, Gene McClary (Tommy Lee Jones), para iniciar una tanda de despedidos masivos en su empresa. Bobby Walker (Ben Affleck) es uno de ellos. Acostumbrado a jugar al golf por la mañana, a comidas copiosas en restaurantes de lujo y a pasear con su Porsche, Bobby sufrirá el peso de un currículum altamente cualificado en un mundo que no puede mantener su nivel de vida.

John Wells cambia la televisión (Urgencias, El Ala Oeste de la Casablanca) para estrenarse como director con una película que nos regala una reflexión tan espeluznante como necesaria. Además, reúne a un reparto muy acertado liderados por la experiencia de Tommy Lee Jones Jones, Chris Cooper -siempre excelente- y Kevin Costner. Este último con un papel comedido, pero muy bien llevado. Y, con respecto a Affleck, se vuelve a demostrar la teoría: no es un gran actor, pero sabe involucrarse en proyectos de alto nivel. Sus dos últimas películas, ‘The Town’ (como actor y director) y ésta, son grandes trabajos.

‘The Company Men’ es un puñetazo en la mesa del director de su empresa. Un mensaje a todos los tiburones que eliminaron un recurso humano para incorporar una nueva sala de reuniones, un plasma en la sala de juntas o un coche para la empresa. Es, en definitiva, el ajuste de cuentas que no sucederá jamás.

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