Lo que pasa en el cine de verano

No he conocido a nadie en mi vida que defienda el cine de verano más que mi compañero, el Señor Olmos. «Es mucho más que cine», dice, «el placer de ver una película al aire libre, en verano, mientras cenas, no tiene precio», añade. El Señor Olmos, por ejemplo, me insiste en que cintas como ‘Super 8’ se disfrutan más en cines de verano porque tienen ese rollo a clásico, a ochentero, que le sienta muy bien. La enriquece. A mí, la verdad, es que estas ‘salas’ no me convencen mucho para ver estrenos, pero, como otro tipo de entretenimiento, me fascinan.
Es fácil, a poco que charlen con sus amigos, encontrar anécdotas curiosas que sólo podrían pasar en cines de verano. En la costa granadina, por ejemplo, me cuentan que un grupo de amigos fue a ver ‘Scream’, a medianoche. A mitad de película, cuando más tensión había en el ambiente, notaron un golpe en la espalda, como el que llama para preguntar algo. Al girarse se toparon de bruces con el asesino de la película, con la máscara y todo. Era el dueño del cine.
En Bailén, una zagala que ya va para mamá, recuerda cómo empezó a tontear con su marido hace años, en el cine de verano del pueblo, mientras veían a Rick Moranis decir aquello de ‘Cariño, he encogido a los niños’. Y Mercedes se acuerda del verano en el que hubo muchos terremotos seguidos y su padre, como prevención, se los llevaba a todos al cine de verano, sesión doble, por si las moscas.
También están los fenómenos paranormales, como la vez que el público no entendió la película que se proyectaba, ‘Mentes peligrosas’, no por ser especialmente complicada, sino porque mezclaron cintas y pusieron el final a mitad y la mitad al final; se pueden imaginar el desbarajuste.

Sea como sea, los cines de verano saben a vacaciones, ¿verdad? Como las que se va a pegar el Señor Olmos.

Y usted, ¿tiene alguna historia curiosa en un cine de verano?

 

 

 

 

 

Recomendaciones veraniegas

La niña bonita de julio llega con un pan bajo el brazo para la mitad de la oficina. Hoy sacamos de nuevo los pañuelos para despedir a los compañeros que marchan de vacaciones. Con una envidia similar a la del tipo que decidió quedarse en el Abismo de Helm bajo la convicción de que los orcos nunca llegarían tan lejos, no me queda más remedio que desearles un buen viaje. El caso es que un compañero, antes de irse, me dijo: “Voy a darle una paliza al sofá memorable, ¿alguna recomendación?” La pregunta, que nacía sin otro interés que tocarme las fibras sensibles del alma, terminó regalándonos una conversación muy amena.

¿Qué haría yo si tuviera todo el tiempo del mundo? Viajar. Pero, ¿qué haría yo si tuviera todo el tiempo del mundo para gastarlo sentado en un sofá? Aquí algunas opciones que surgieron:

-Ver Battlestar Galactica. Es una de las mejores series de televisión de la última década. Combinación perfecta de aventura, ciencia-ficción y misterio. Sus protagonista, liderados por el inolvidable William Adama, son un carrusel de emociones y carisma. Imprescindible.

-Leer ‘Canción de Hielo y Fuego’. Si es de los que ha visto la serie de la HBO y ha quedado prendado por los aguijones del trono, es el momento de que descubra el origen de la ficción. La saga de novelas de George R. R. Martin les proporcionará madrugadas en vela. Además, se acerca la publicación del quinto capítulo, ‘A dance with dragons’ -yo calculo que para Navidad-, así que es un buen momento para ponerse al día.

-Disfrutar de algún buen videojuego. Les propongo algunos títulos: ‘L.A. Noire’, ‘Heavy Rain’, los nuevos ‘Zelda’, revisitar algún clásico como ‘Monkey Island’ o ‘Chrono Trigger’ y, por qué no, el ‘Tetris’. -Aprender a jugar al ajedrez.

¿Alguna otra propuesta?