A Link To The Past

Era una caja de cartón preciosa. Un ligero borde negro rodeaba un fondo marrón mostaza sobre el que descansaba un escudo, una espada y el imponente título del videojuego: ‘Zelda: A Link To The Past’ (una curiosidad, para todo el que se la haya planteado: efectivamente, Link no viaja al pasado. El título es un juego de palabras con ‘link’, el nombre del protagonista y el significado de la palabra en inglés, ‘enlace’; el cartucho era, en realidad, la tercera entrega de la saga, pero contaba los hechos que precedían a los dos capítulos previos publicados en la Nintendo. Así que sí, ‘A Link To The Past’ fue una precuela). Hace 22 años de la primera vez que escuché la melodía compuesta por Koji Kondo y dudo que sea capaz de olvidarla. Esa música consigue un efecto similar al de John Williams con ‘Indiana Jones’ o James Horner con ‘Braveheart’ o Alan Silvestri con ‘Forrest Gump’: Evocar. Teletransporte inmediato. Viajar en el tiempo.

Si no saben qué es, deben leer esta advertencia: ‘Zelda’ es una referencia cultural. Un hito moderno tan poderoso como, qué se yo, Spiderman. Es una marca que cada año crece con nuevos capítulos que expanden un original, imaginativo y enriquecedor universo de aventuras.

Por más que pasen los años sigo sin entender cómo es posible que ninguna gran productora haya intentado hincarle el diente a una versión cinematográfica. Aunque, bien visto, creo que me alegra. Haría falta un equipo creativo y un director lo suficientemente inteligentes como para no rodar una bazofia moderna tipo ‘Dragones y Mazmorras’.
Pero llegará. Llegará el día en que hablemos de las sagas de Nintendo en el cine en términos similares a los que hoy utilizamos para referirnos a Marvel y sus héroes. Es inevitable.

Mientras tanto, podemos pasar la tarde jugando a cualquiera de sus entregas. Al Windwaker, por ejemplo.

Me alegra ver que el tiempo pone las cosas en su sitio y que los videojuegos se toman cada vez más en serio. Tal vez, con otra década de por medio, los libros de texto hablarán de los que conocimos a Miyamoto, de los que disfrutamos de los clásicos del videojuego en todo su esplendor. Hablaremos de Link, Mario y compañía como el que se emociona al recordar su primer visionado de ‘Tiempos Modernos’, ‘Blade Runner’ o ‘Indiana Jones’. Hablaremos de Arte.

A los que conocimos a Miyamoto

Link despertó a medianoche, zarandeado por las suplicas de una princesa encerrada en las mazmorras del castillo. Al abrir los ojos, encontró en un cofre la lámpara con la que podría abrirse paso a través de los pasadizos secretos que se escondían bajo un seto del jardín imperial. Mientras tanto, Mario saltaba con insistencia sobre el caparazón de Bowser, engrandecido por el poder de las setas, después de recorrer a lomos de Yoshi la última tubería del reino. Donkey Kong, cansado de lanzar barriles, lucha contra un enorme cocodrilo de dientes afilados, y Fox McCloud, escoltado por Falco Lombardi, navega por el espacio para cumplir su misión: destruir a Andross.

El mando de la Super Nintendo tenía cuatro botones de colores, una cruceta y dos gatillos en la parte superior. Bastaba con pulsar ‘start’ para empezar una aventura que rompía con las reglas establecidas: tú eras el nuevo héroe. Como el Bastian que se imaginaba Atreyu, Shigeru Miyamoto consiguió transformar sus píxeles de 8 y 16 bits en portales de la imaginación. Ahora, en un mundo dominado por la tecnología, el debate se acepta: ¿son los videojuegos un arte? Antes, hace quince o veinte años, era impensable, una barbaridad, una muestra supina de ignorancia y una ostentación de catetismo. “Marcianitos y disparitos”, decían, y nosotros, una legión en ciernes, aguantábamos.

Que Shigeru Miyamoto, padre de ‘Super Mario’, ‘Zelda’, ‘Donkey Kong’ o ‘Star Fox’, y, más aún, inspirador del videojuego moderno, haya ganado el premio Príncipe de Asturias de la Comunicación me apasiona. Y yo, nosotros, aquellos engendros frikis que fuimos tachados y silenciados por una masa que ‘sabía’ que los jueguecitos eran burdos entretenimientos, nos damos el gusto de expulsar todo el aire que contuvimos durante años: “Os lo advertimos”.

Tal vez, con otra década de por medio, los libros de texto hablarán de los que conocimos a Miyamoto, de los que disfrutamos de los clásicos del videojuego en todo su esplendor. Hablaremos de Link, Mario y compañía como el que se emociona al recordar su primer visionado de ‘Tiempos Modernos’, ‘Blade Runner’ o ‘Indiana Jones’. Hablaremos de Arte.

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