Así que ayer estuviste de cena navideña y hoy no te sientes mejor persona. Puede que, incluso, no te sientas ni siquiera persona. Si la noche cayó sobre tu cabeza y llegaste a pensar que Matrix era una realidad más que probable por tus evidentes problemas para analizar el mundo que te rodea, enhorabuena, estás leyendo el texto apropiado: resacas de cine.
La última gran cogorza que pudimos ver en la gran pantalla fue ‘Resacón en las Vegas’, una comedia cuyo gran error es un título que induce a pensar que estamos ante otra estúpida comedia americana. Sí, es estúpida. Estúpidamente maravillosa. Hacía tiempo que no veía un cine partiéndose de risa con tanta energía como en esa película, ajena totalmente a los chistes de siempre y con uno de los actores cómicos a los que debemos consagrar nuestra vida: Zach Galifianakis.
Los últimos brindis del año son un canto al futuro y un intento de olvido. Una de las moralejas más repetidas en el celuloide es la grandeza de la memoria. “Los errores me hicieron ser quien soy”. “Nos caemos para aprender a levantarnos, Bruce”. Etcétera. Ese tropezón tan humano de beber para ignorar se reinventó con Olvidate de mí (‘The Eternal Sunshine of the Spotless Mind’, una de las traducciones más increíbles de la historia del doblaje español), obra maestra de la ciencia ficción que solemniza el género y a Jim Carrey, ése gran olvidado. Una historia en la que es difícil no empatizar: ¿Quién no hubiera querido olvidar que una vez conoció a su pareja?
Pero el gran clásico de la memoria es, como no, Chaplin y su barbero amnésico de El Gran Dictador, un elogio a la felicidad difícil de olvidar.
En fin, como les decía, si el dolor de cabeza y el ardor de estómago no les permiten superar la cena de anoche, busquen en su videoteca favorita a héroes con los que simpatizar. Personajes que, sin comerlo ni beberlo, nunca supieron cómo acabaron aquí: El Caso Bourne, Buscando a Nemo, Desafío total… Después de todo, eso es lo grande de contar historias; del cine: volver a vivir. Que aproveche.