Lo de ayer no tiene nombre. Qué cosa más desagradable, ¿verdad? Vaya, no sé ustedes pero a mí me pilló por sorpresa. De hecho, fue la puñetera máquina la que me avisó. ¿Se han dado cuenta de que los ordenadores van siempre un paso por delante? No es por nada, pero como sigamos así la vamos a liar en plan Terminator. Imaginen, por un momento, que todas las computadoras del mundo deciden cambiar la fecha del calendario al unísono, haciéndonos creer que es lunes. Una y otra vez. Horripilante.
Les decía que ayer madrugué para aprovechar la mañana. Me levanté a las 12:30 horas. Desayuno frugal, unas carreritas con el perro y cuatro chuminadas más antes de que encendiera el pc y viera que la hora de la pantalla no coincidía con la del despertador. Nos han robado sesenta minutos y nada, todos callados. Lo primero que pensé fue en la ejemplificante Hora 60 del planeta. Eso que hemos hecho los países ricos para demostrar que nos preocupa que el 20 de marzo llueva en Andalucía y, por tanto, nos joda el botellón. “Vamos a apagarlo todo hoy que esa hora sin energía la compensamos con la que perdemos de dos a tres de la madrugada. No es tanto esfuerzo”.
El segundero no debería tocarse excepto para retrasar la hora. Eso sí que es agradable. Levantarse un domingo a las 12:30 y decirse a uno mismo: “Menudo madrugón: ¡las 11:30!” Aunque, bien visto, la experiencia y Bill Murray nos advirtieron con su ‘Atrapado en el tiempo’ (Harold Ramis, 1993) que escuchar la misma canción todas las mañanas es muy pesado. La película tiene una tremenda curiosidad en nuestro país y es que, pese a que hicimos una traducción casi perfecta de su título original (‘Groundhog Day’), la inmensa mayoría nos referimos a ella como ‘El día de la marmota’.
En fin, el lunes llegó con prisa. Ya queda menos para volver al futuro, McFly.