Ser coleccionista es una de los vicios más frustrantes que hay sobre la faz de la tierra. Te pasas meses, años incluso, comprando religiosamente los cómics de ‘Los Vengadores’ para que, pasado un tiempo prudencial, la editorial decide republicar todos los números en un precioso tomo único de pasta dura. Te compraste doscientas cintas vhs por el mero placer de poseer las películas y saberte dueño de su emisión. Luego llegó el dvd, el formato definitivo y, hale, a recomprar. Entonces aparece el blu-ray y todo queda en agua de borrajas.
Maldita sea. No sé si ustedes son de coleccionismo fácil, pero el arriba firmante sí -me consta que no soy el único-. Ayer, con la certeza de que iban algún día iban a quedar obsoletos y tendría que buscar el nuevo y brillante formato que sacie mi consumismo, compré unas cuantas películas en blu-ray. Por Internet. Y tengo la sensación de que mi yo del futuro no llegó a tiempo en el Delorean para prevenirme del gasto.
En fin, me hice con un poco de todo: ‘Malditos Bastardos’, ‘Kick-Ass’, ‘Acantilado Rojo’ (por la que me regalaron la trilogía de ‘El espadachín manco’) y, era inevitable, reservé la edición coleccionista con extras infinitos que pienso devorar del 25 aniversario de ‘Los Goonies’. La cosa es que pensaba aguantarme las ganas y no comprar el pack, quizás esperar a Navidad o a que las rebajas hicieran su trabajo, pero al ver la fecha en la que salía a la venta -la fecha en la que llegará a mi casa-, mi fibra sensiblera-friki no pudo contenerse: 30 de noviembre. El día de San Andrés y mi cumpleaños.
¿Qué conclusión sacamos de todo esto? Que la industria sabe que mientras que haya engendros rarunos como un servidor que compran por impulsos, podrán sacar tajada, las veces que haga falta, de un mismo producto. Ya sea en beta, vhs, dvd, blu-ray o, Dios no lo quiera, 3D.