Uno de los trámites informativos más amargos, cada mes, es analizar los datos del Instituto Nacional de Estadística sobre el paro. La última cifra fue de 4,2 millones de desempleados -intenten visualizar la imagen; ¿tiemblan?-. Para que se hagan una idea, en Andalucía Oriental supone, más o menos, que una de cada tres personas no tiene trabajo. Así que, cada primero de mes, todos los medios de comunicación publican que sigue existiendo un drama humano escandaloso. Cada mes, los titulares meten el dedo en la llaga y nos recuerdan que hay principiantes aplastados y maestros humillados. Cada jodido mes, un enorme porcentaje del país se siente identificado por un mal endémico que arrasa, imparable, las esperanzas de una vida estable. De una juventud con horizonte.
Pues bien, ninguno de esos días se habló de movilizaciones. No quiero decir que sea necesario tomar las calles -o tal vez sí-, pero la repercusión de esos datos en las redes sociales, por ejemplo, es casi anecdótica. Sí, sí que hubo usuarios preocupados y conscientes que compartieron las informaciones con algún mensaje de apoyo o de lamento. Pero nada comparado con la enorme turba de jóvenes que ha levantado la voz en grito al enterarse de que, rayos y centellas, Telecinco cancela Operación Triunfo.
La repercusión mediática del ‘mute’ a los proyectos de Bisbales ha sido brutal: no solo se han hecho eco todos los medios nacionales, sino que se ha convertido en la noticia más leída (El País, El Mundo, ABC…). Comparativamente, el revuelo que suponen los datos del paro es ínfimo al lado de la decisión de la banda de Vasile.
Paul Weitz (‘American Pie’, ‘Ahora los padres son ellos’) dirigió en 2006 ‘American Dreamz’, una comedia en la que el Presidente de los Estados Unidos (Dennis Quaid) decidía convertirse en jurado de la versión yanki de Operación Triunfo para conseguir notoriedad y fama entre la juventud. Una especie de campaña de publicidad encubierta con la que hacerse escuchar. Se ve que la parodia, en el fondo, tenía mucho de realidad.