Hay aventuras imperecederas, que son perfectas en su esencia, sin necesidad de aderezos, retoques ni añadiduras. Son precisamente esas historias las que los imbéciles de Hollywood se empeñan en destrozar una y otra vez. Verán, yo -como tantos otros, imagino- le tengo un cariño especial a ‘Los Tres Mosqueteros’, de Dumas. Y, para hacer honor a la verdad, mi primer contacto con Dartagnan fue en la televisión con los sensacionales Mosqueperros -ya no hay carisma en los dibujos-. Sin embargo, por extraño que les pueda parecer, un día decidí abrir el libro -una edición en dos volúmenes que teníamos en casa, un regalo del círculo de lectores- y conocer la auténtica epopeya francesa.
De aquella primera lectura me gustaron muchas cosas. Pero, quizás, lo que aún me pesa hoy es que me enseñó que el protagonista no tiene por qué ser el personaje más brillante, el que más destaque -una lección que pueden extrapolar a cualquier dimensión vital-. Así, por encima del joven héroe llamado a ser el cuarto en discordia, me apasionó la entereza del pirata Porthos, la dualidad del espiritual Aramis y, sobre todo, la pasión del líder, Athos.
En fin. El caso es que Paul W. S. Anderson, un artista incomprendido que no merece la pena comprenderse, autor de joyas de la cinematografía moderna como ‘La Carrera de la Muerte’, ‘Resident Evil’ y ‘Alien vs. Predator’, estrenará este año su particular visión de ‘Los Tres Mosqueteros’. Una visión actual, preparada para las inquietas mentes de hoy, para una época en la que los héroes no son héroes si no esquivan una bala doblándose sobre sus rodillas o, líbrenos el demonio, no se ven en tres dimensiones.
El trailer no deja dudas: una nueva patochada marca de la casa. Y yo me pregunto: ¿A ningún productor se le cae la cara de vergüenza cuando un paleto les propone gastarse millones en una bazofia? En serio, ¿tanto dinero sacan con el 3D de las pelotas como para que cualquier barrabasada merezca el esfuerzo, la pasta y el consiguiente insulto? Si alguien monta una revuelta, avísenme, no me importará rebanar alguna cabeza. “Todos para uno…”