Se acercan dos estrenos que comparten un motor común: secuelas de películas de máquinas que hablan. Ambos filmes también tienen un destino parecido: reventar la taquilla veraniega. Una de ellas está producida por un estudio que podría considerarse la joya más impoluta de Hollywood: Pixar. La otra, nace de la siempre criticada y bien acaudalada mano de Michael Bay. ¿El dato curioso? ‘Cars’ es el patinazo más grande en el cine de animación moderno, un churro aburrido y lento que no merece comparación con sus hermanos mayores (‘Wall-e’, ‘Up’, ‘Toy Story 3’). ‘Transformers’, sin embargo, puede ser el guion más absurdo y el cine más cuestionable, pero, qué quieren que les diga, es terriblemente divertida.
El viernes pasado se estrenó en EE.UU ‘Cars 2’ -aquí llegará el 6 de julio; de este retraso me cuesta más quejarme- con una taquilla que la coloca en el primer puesto del ranking: 68 millones. Pese a los pavos gastados, ni público ni crítica salieron de las salas convencidos de las aventuras de Rayo McQueen (47/100 en Metacritic y 6,1 en Imdb). Algo que tampoco me sorprende, ¿qué podría salir bueno de una secuela de una cinta absolutamente innecesaria?
Tampoco sería justo lanzar dardos envenenados contra los chicos de Pixar, ellos también tienen derecho a sacar películas con el único y legítimo motivo de sacar pasta para seguir trabajando en el cine de alto nivel al que nos tienen acostumbrados. Esperemos que así sea.
Mañana se estrena ‘Transformers 3’, la otra de máquinas, la que probablemente reciba un varapalo tan considerable como el de ‘Cars 2’, pero que, si sigue la estela de las anteriores entregas, conseguirá, al menos, que este menda se lo pase pipa con los robots de Michael Bay. Puede que El Cine -como arte- no necesite una tercera entrega de una película basada en juguetes, una idea que ya es, en sí misma, la repanocha. Pero las dos horitas de ruiditos chulos, escenas de acción y diálogos payasísticos, me encandilan.