Cuando la Game Boy salió al mercado, hace ya muchos años, tardamos en descubrir una de las técnicas de venta más simples y evidentes de la historia: el ‘ponlo guapo’. Todo era cuestión de que entrara por los ojos, de que por alguna extraña razón estética te apeteciera tenerlo entre tus manos. Nosotros aprendimos la lección con el ‘Burai Fighter’, un juego con una portada preciosa en la que un guerrero parecido al Bobba Fett -con jet pack y todo- de Star Wars luchaba en un inquietante espacio invadido por extraterrestres. Al final, resultó que había que matar bichos dentro de un intestino gigante… Pese a que le encontramos la chispa, terminamos vendiéndolo de segunda mano.
‘Kung Fu Panda 2’ cumple exactamente la técnica del ‘ponlo guapo’. Bajo las mismas premisas y errores de la primera entrega, la nueva aventura de Po es técnicamente maravillosa: el diseño de personajes es sensacional, la animación impresionante y la música inspiradora. Digamos que, si el pastel tenía una pinta estupenda, el resultado es insípido.
El guion de los chicos de Dreamworks vuelve a carecer del más mínimo interés: previsible, aburrido, ñoño y, en según qué momentos, irritante. Los supuestos chistes de Po no tienen ninguna gracia y la inmensa mayoría de diálogos son forzados y repelentes. Además, los nuevos personajes -al igual que el resto de secundarios- están desaprovechadísimos, con la destacada presencia de un espectacular maestro rinoceronte que dura en pantalla dos minutos.
Aunque se nota el esfuerzo por hacer la cinta más dinámica que su predecesora -hay mucha más acción-, la única manera de disfrutar algo de ‘Kung Fu Panda 2’ es abstraerse de la historia y disfrutar de la técnica. De hecho, lo mejor de la película llega cuando rompen con el ordenador y nos regalan los flashbacks de Po con una animación tradicional bellísima.
Me gustaría decir que, por lo menos, ya no habrá más películas del panda. Pero, a juzgar por le final, estaría muy equivocado.