Sin ánimo de querer hacer campaña política de nada, ‘De mayor quiero ser soldado’ es la versión en gran pantalla del anuncio sobre la Educación Pública del PSOE. Ya saben, ese en el que un señorito repeinado se alegra cuando se imagina a la hija de su sirvienta llevando a sus propios hijos al colegio. Los dos, película y spot, pueden tener toda la buena intención del mundo -o no-, pero las formas son lamentables.
La película de Christian Molina (‘Diario de una ninfómana’) es un insulto a la inteligencia humana. Su mensaje, nada cifrado, es manipulador, falso, maniqueo y, sobre todo, ignorante. Álex, un chaval de diez años, quiere ser astronauta para poder hacer realidad su portentosa imaginación. Un día, su padre le pone una televisión en su cuarto y descubre, gracias a una programación rica en violencia, que, en realidad, siempre había querido ser soldado y matar a los malos. A partir de entonces, se peleará en el colegio, insultará a sus profesores, amenazará a sus compañeros, coqueteará con la droga… En fin. Y, claro, todo empeora cuando descubre los videojuegos. Para qué les voy a contar más.
Ya me asusta que exista un director que apueste por una visión de la sociedad tan sesgada. Pero me aterra pensar que algún espectador pueda salir de la sala y decir: “Qué razón tiene la película”. Aún me cruzo con estrechos de miras, eruditos del siglo pasado, que satanizan los videojuegos y demonizan el cine. Algo que me parece medieval, una caza de brujas.
Molina intenta alcanzar la reflexión de ‘American History X’. Pero su simplista relación entre violencia y nuevas tecnologías, consagrada con la sentencia “estamos criando a una generación de tiranos en potencia”, convierte a la película en un atrevido ejercicio de ignorancia.