Hay tres aspectos que debemos tratar sobre la llegada de ‘El Hobbit: un viaje inesperado’ a las salas de cine. El primero y más urgente es el de la tecnología: ¿qué aporta? Durante la visita de Gandalf a Bilbo Bolsón en su agujero de Bolsón Cerrado, el mago intenta convencer al pequeño hobbit de que le acompañe en una aventura asombrosa que le aportará grandes recuerdos. Bilbo le dice que él no es más que un insignificante mediano, no un héroe o un guerrero. Gandalf, comprensivo, le relata una asombrosa historia sobre sus antepasados que Bilbo califica de “invención”. El mago zanja la cuestión con una reflexión que pasa por una declaración de intenciones del mismísimo Peter Packson: “Toda gran historia debe tener detalles increíbles para hacerla interesante”.
Esos “detalles increíbles”, para ‘El Hobbit’, son la inclusión del 3D y los innovadores 48 fotogramas por segundo. Bien, tomen nota porque está su salud y su economía en juego: El 3D es, como viene siendo habitual, innecesario, inerte y molesto; pero los 48 fotogramas por segundo son lo peor: una agonía tecnológica que mata por completo la magia del cine, una desfachatez visual que convierte una película de presupuesto desorbitado en una ‘tvmovie’ con un talentoso equipo de maquillaje.
Uno entiende, ahora, la decisión de Jackson de no proyectar los pases de prensa a 48fps: hubiera sido una promoción pésima. Nada más empezar la película hay una, supongo, espectacular secuencia en el reino de los enanos. Y digo supongo porque entre las gafas y la continua sensación de hiperrealidad de los 48fps, empecé a removerme en la butaca y no paré hasta que terminó, tres horas después. Es como si viéramos un vídeo rodado en casa con una cámara extraordinariamente cara; los efectos visuales parecen cutres, pastiches y ridículos. Las constantes carreras por la Tierra Media dan la sensación de estar aceleradas y las batallas son molestas, incomprensibles.
¿Qué aporta? Nada. Menos que nada. Estropea la película y subraya la conclusión: nos quieren sacar la pasta. Si aún así quieren probar, por curiosidad, vean primero ‘El Hobbit’ en digital y luego, si lo aguantan, repiten. Porque sí, Gandalf, los “detalles increíbles” están bien, pero mejor ponlos sobre el guion, no sobre el presupuesto. Claro, debemos hablar del guion: un completo desastre.