Christopher Nolan, a punto de dar por cerrada su esperadísima ‘Interestellar’, ha publicado un artículo en el The Wall Street Journal en el que aborda la temida «muerte del cine». Permitan que les destaque unos cuantos párrafos en los que el director apela al amor a las historias y al ‘efecto Tarantino’:
«Al tratarlas como datos, las películas se enviarían como un ‘contenido’ más, una idea que pretende cuidar las historias y conseguir que lleguen más lejos, pero que, en realidad, trivializa las diferencias en la forma que siempre han sido importantes para los creadores y el público. El ‘contenido’ puede portarse en teléfonos, relojes o, incluso, en las pantallas de una gasolinera, y nos quieren hacer creer que los cines deberían reconocerse como una más de estas ‘plataformas’, aunque con pantallas más grandes y portavasos.
La industria apunta a este desalentador futuro, pero, aunque llegara, no duraría. El cine no se puede definir únicamente por la tecnología, ya que dejaríamos de lado fundamentos muy poderosos: la atemporalidad, el viaje a otro mundo, la experiencia compartida de esas historias. Muchos nos quejamos de los espectadores que molestan en la sala, pero también sentimos una punzada de decepción cuando nos encontramos en un cine vacío, ¿verdad?
La experiencia que se vive en una sala de cine es distinta de la que podemos vivir en el hogar, pero no lo suficiente. La experiencia debe distinguirse en otros aspectos. Y lo hará. El público gastará su dinero en los estudios, cines y cineastas que valoren la ‘experiencia teatral’ y consigan subrayar las diferencias entre ver una película en el cine o en casa. Algo que ya pasó con la llegada de la pantalla panorámica y el sonido multipista, cuando la televisión le pisó por primera vez los talones.
La ‘ventana teatral’ es el negocio del cine, lo mismo que los conciertos en vivo son el negocio de la música. Nadie iría a un concierto en el que se reprodujera un MP3. Los cines del futuro será más grandes y más bellos que nunca. Invertirán en formatos novedosos que no se puedan clonar en casa (tales como, irónicamente, las copias domésticas). Y así, el público disfrutará de un producto exclusivo y los estudios volverán a aprender el valor económico de sus historias y la importancia de escalonar la venta de sus productos.
Se trata de un retorno. Algo parecido a lo que sucedió a principios de los 90, cuando el fenómeno de las multisalas había resentido la asistencia del público a los cines y un joven director llamado Quentin Tarantino arrasó en la taquilla con un profundo sentido del cine y un instinto para reclamar su legítimo lugar en lo más alto de la cultura popular».