‘Parque Jurásico’ es un hito en el cronograma de mi generación. Uno de esos ‘puntos de no retorno’ que estableció una incómoda comparación con todo lo que habría de llegar. La película de Spielberg fue una experiencia inolvidable en la sala; es, aún hoy, un film excelente; y será, siempre, un recuerdo que se agiganta con los años. Por eso me incomoda tanto ‘Jurassic World’, porque vuelve a zarandear los cimientos de la creatividad.
El próximo viernes se estrena la cuarta entrega de la saga y, pese a que los últimos tráilers me han convencido un poco más, espero poco de ella. Y creo que es la opción sana. O, al menos, la inteligente. Hay dos elementos que aseguran entretenimiento: dinosaurios y Chris Pratt (‘Los Guardianes de la Galaxia’). Una fórmula que no puede fallar. Más allá de eso, hay elementos que chirrían desde el principio: ¿dinosaurios mutantes?, ¿velociraptores domésticos?, por no hablar de la terrible sensación de «esto me suena» que desprende.
Su director, Colin Trevorrow, entró en la franquicia como lo haría un vaquero con carisma en la taberna del pueblo. Su primera película, ‘Seguridad no garantizada’ (2012), le abrió las puertas de Hollywood de par en par. Y no es para menos: es original, divertida, ingeniosa y todo con un presupuesto ‘indie’. ¿Habrá aportado algo de espontaneidad Trevorrow al Jurassic World?
Y en esas estamos. Dudando. Pero, como siempre, me muero de ganas de ver el resultado final. Sí, soy débil. Demonios, ¡dinosaurios, Chris Pratt y Colin Trevorrow! ¿Pero qué más queremos? Por favor, por favor, por favor: que no la caguen mucho.