Jurassic World, el tráiler bien hecho

El tráiler de Jurassic World me dejó frío. Muy frío. Pese a que hayan pasado más de veinte años desde que se estrenara Jurassic Park, aún sigo pensando que aquellos dinosaurios se podían tocar. Se pueden tocar. Tras ver estos 2:40 minutos,  todo apunta a que la película de Colin Trevorrow (que, por cierto, se hizo un nombre gracias a una película de ciencia ficción sin efectos especiales, ‘Seguridad no garantizada‘) abusará del croma para vender espectáculo. Para vender el ‘más grande todavía’. Y eso, ¿verdad George Lucas?, no siempre es la solución…

Este es el tráiler oficial de Jurassic World:

Sin embargo, un fan ha reordenado el tráiler, buscando más la sugerencia que la venta rápida. Y, qué demonios, ha conseguido provocarme sensaciones mucho más poderosas que el original. De hecho, casi por arte de magia, los efectos especiales no me han preocupado tanto. A ver si a ustedes les pasa igual.

Este es el tráiler no oficial de Jurassic World: 

Batman vs Darth Vader, duelo en la Estrella de la Muerte

Hay cosas que no necesitan más explicación: Batman vs Darth Vader. Sí, eso: Batman viaja a la Estrella de la Muerte para rescatar a Superman y allí se enfrenta a Darth Vader. Así, como suena. ¿Que quién gana? Deberían pulsar play YA.

Cuando hayan terminado de ver este corto realizado por la gente de Machinima, se preguntarán, inevitablemente, cómo habíamos podido vivir sin esto durante tanto tiempo. Internet nos ha dado tantas cosas buenas…

 

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Matemos al tráiler

La película, dicen, empieza a las ocho de la tarde. 20:00 horas. Los espectadores -la mayoría- entran con tiempo suficiente, unos diez minutos antes de que arranque la proyección. Toman asiento, dan un sorbo al refresco y, eureka, la pantalla se ilumina. Nunca he hecho la encuesta, así que el dato es una aproximación personal, pura intuición: a la gente le gusta ver tráilers. Es divertido descubrir películas que no conocías, anotar fechas de estreno, compartir la emoción y la sorpresa… Pero, igualmente, creo que estamos hasta las narices de los tráilers modernos. Los tráilers que destruyen la trama, que destrozan las películas, que carecen de toda imaginación, que desvelan y no sugieren, que, por las barbas de Kubrick, muestran el final de la película sin ningún pudor. ¿Qué absurdo es este? Sí. Matemos al tráiler.

Dudo que quede alguna gracieta en pie después de ver el tráiler de ‘Los pingüinos de Madagascar’. O la entrañable historia de Bill Murray en ‘St. Vincent’. O la épica batalla de ‘El Hobbit: la batalla de los cinco ejércitos’. O el secreto escondido a los ojos de todo el mundo de ‘Big Eyes’. O el viaje a Londres de ‘Noche en el Museo 3’. O la cruel guerra de ‘Corazones de acero’…

Ahora, para ir al cine es necesario padecer amnesia selectiva. Borrar rápidamente de la mente las imágenes que acabamos de ver, en los tráilers, para dentro de unas semanas o unos meses, no recordar que vimos a alguien morir. O llorar. O reír. O besar a tal o cual personaje. Es terrible analizar al detalle el tráiler de una película que tienes ganas de ver, porque corromperá, sin duda, la experiencia final en la sala.

Esto se lo dice alguien que busca, cada día, nuevos tráilers en Internet. Sé que es una enfermedad, una debilidad sin sentido que no hace más que estropear la visita al cine. Sea como sea, un tráiler no puede durar tres minutos. Un tráiler no puede mostrar las mejores escenas de la películas. Un tráiler no puede subrayar el argumento hasta el extremo. Un tráiler no puede ser una versión resumida de la película. Un tráiler no puede, joder, matar a la película.

Nota:J.J. Abrams estrenará el día 28, en un puñado de salas seleccionadas, el tráiler del episodio VII de ‘La Guerra de las Galaxias’. Ese anuncio es el mejor tráiler de la película. Y por hacer apología de la contradicción: muero en ganas de verlo. Hala, complicado mundo este…

Bola de Dragón, 30 años después

Hace veinte años brotó una corriente educativa que sugería prohibir, con firmeza, la emisión de Bola de Dragón. Estos padres y profesores consideraban el anime creado por Akira Toriyama una apología de la violencia gratuita y de la mala educación que, sin duda, abocaría en convertir a los hombres y mujeres del mañana en salvajes sin remedio. Personas que arreglarían sus problemas con ondas vitales y que irían por ahí tocando genitales ajenos para descubrir si el ser que tienen delante es niño o niña. «¡Que nuestros hijos no vean esa basura!», decían.

Aquí estamos, veinte años después, sintiéndonos viejos al leer la efeméride: se cumplen treinta años de la publicación del primer número de Bola de Dragón en la revista Shonen Jump. Es imposible no reaccionar con cierta incredulidad al descubrir que Goku, Vegeta y compañía se han hecho viejos. Tan viejos, al menos, como nosotros.

Bola de Dragón es un lugar común al que nos referimos con nostalgia, como si fuera una figura poética de la infancia. Hagan la prueba, saquen el tema de conversación en un grupo de jóvenes cuyas edades ronden de los veinte a los cuarenta años, y verán como la charla se extiende en el tiempo, tanto o más que lo que dura un viaje a Namek. Hablarán de sus personajes favoritos, de arcos argumentales memorables, de los dibujos fotocopiados que se vendían en el recreo, de las películas… De aquellas meriendas viendo la tele.

Me aterroriza el tiempo. Que pase el tiempo. Que se cumplan otros treinta años y que otros, como nosotros, lean una efeméride de la época en la que crecieron. ¿Quiénes serán esos personajes que les fascinarán? Si nos atenemos a lo que se empeña en programar la televisión, es fácil: tronistas, grandes hermanos, cantantes frustrados, djs, tertulianos… ¿Dónde están ahora los padres que querían prohibir Bola de Dragón? ¿Por qué nadie piensa en las meriendas?

Vale. Sí. Hay canales alternativos. Está Hora de Aventuras, supongo. Y One Piece, Naruto y demás animes. Pero es que acabo de leer que hace treinta años nació Bola de Dragón y, de repente, me siento un viejo cascarrabias. Me siento Pilaf. Si tan solo encontrara la séptima bola…

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Los Juegos del Hambre: Sinsajo

Y así es como el público se sube al tablero. A mancharse. A compartir las llamas. A jugar y a saciar el hambre. A ser parte de la tragedia que hasta hace poco seguían, en prime time, sentados cómodamente en su sillón. ‘Los juegos del hambre: Sinsajo’ mantiene el buen ritmo marcado por sus antecesoras, desarrollando una historia que funciona como un reloj suizo en muchos y muy variados niveles: es una crónica política, un thriller mediático, una crítica social, un triángulo amoroso y, por supuesto, un magnífico entretenimiento.

Pese a que es la primera vez que tras ver una película de esta saga tengo alguna que otra mueca de desagrado, partamos de que ‘Sinsajo’ no defrauda. Sí, es víctima de esa estrafalaria moda de partir historias en dos películas para sacar más dinero. Ahora bien. De todos los films que viven de estirar el chicle, esta es, de lejos, la mejor resuelta.

‘Los juegos del hambre: ‘Sinsajo’ es como el penúltimo capítulo de una serie de televisión que sigues con sumo interés. Tiene sorpresas, tiene giros, mucha emoción… Pero no deja de ser una introducción a lo que está por venir: el final. Las dos películas previas contaban con un esquema similar: media película de desarrollo de ideas y suspense; media película de acción. Esa es mi gran pega para ‘Sinsajo’: nos falta la acción. De hecho, solo vemos a Katnis Everdeen (Jennifer Lawrence) utilizar su arco en una –muy memorable– escena. Claro que esta apuesta por la tensión no resuelta también permite a Francis Lawrence (el director) profundizar con acierto en la calma que precede a la tempestad.

Cuenten conmigo, el año que viene, para acudir con sumo interés al desenlace de ‘Los juegos del hambre’. Una película que podrá presumir, siempre, de no haber despreciado la inteligencia de los jóvenes (como ese ejército de novelas young-adults tan crepusculares). Y de haber creado una de las mejores heroínas de los últimos años.

Por cierto, el público también somos nosotros. Los espectadores. Remánguense.

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