Entre películas y series de televisión

Las películas son fotografías que se pueden ver una y otra vez, como un álbum de fotos familiar. Las series de televisión son recuerdos: es difícil volver a ellos, pero marcan para siempre. ¿Están de acuerdo? Escuché algo parecido el otro día, en la sección de películas de un centro comercial. Eran dos jóvenes apostados frente a una amplia gama de ofertas en temporadas sueltas de ‘Breaking Bad’, ‘Mad Men’, ‘The Wire’ y ‘Perdidos’, entre otras muchas.

Antes de llegar a la conclusión de la primera línea, la de los álbumes de fotos y los recuerdos, los dos charlaban animadamente sobre las series que más les habían gustado. Ponían voces graves para repetir frases inolvidables («Say my name»), comentaban la emoción que sintieron al abrir la escotilla junto a John Locke y compartían las series que siguen ahora mismo. Que si ‘Vikingos’, que si ‘Agentes de S.H.I.E.L.D’, que si ‘Doctor Who’, que si ‘The Big Bang Theory’… Y entonces lo dijeron, en forma de pregunta: ¿No crees que las series son más como recuerdos y las películas como álbumes de fotos que podrías volver a ver?

Creo que tienen razón. Siempre puedes regresar a una buena película –o una que te guste, mejor dicho– y disfrutar del viaje. Sin embargo, ¿qué pasa con las series? ¿Volveríamos a ver ‘Perdidos’ o ‘Breaking Bad’, por muy felices que nos hicieran en su momento? Es cierto que, si por algún casual, me topo con una escena o incluso un capítulo memorable me quede a verlo. Pero me parece francamente difícil repetir. No por nada. Simplemente por eso, por lo que decían los jóvenes: la experiencia.

Seguir una serie de televisión implica una emoción dosificada que solo sabe comprender el que la vive en sus carnes. De ahí que cuando alguien te dice que va a empezar a ver una serie que te encantó, digas, con absoluta sinceridad, que le envidias. Es como repetir un viaje fascinante y pretender que sea igual que la primera vez. No se puede. Las circunstancias, todo lo que acompaña a la experiencia pionera, son distintas. Y, por tanto, no es repetible. No digo que las series de televisión sean caducas y fácilmente desdeñables. Digo que, precisamente con el tiempo, adquieren más valor. Como los recuerdos.

Divergente

Divergente‘ consigue algo indiscutible: una buena conversación. Imaginen que la sociedad estuviera segmentada en facciones y que, llegado el momento, tuviéramos que optar por una para toda la vida. ¿Qué sería? ¿Defensor de la verdad? ¿Un infalible erudito? ¿Abnegación y empatía? ¿Cordialidad y vida campestre? ¿Osadía? Más allá del entretenimiento que propone la película de Neil Burger (‘El ilusionista’, ‘Sin límites’), es realmente interesante escuchar las reflexiones de sus acompañantes y las razones que les llevarían a elegir uno u otro bando. Y, por supuesto, obligarse usted mismo a seleccionar su facción.

El film, basado en la novela de Veronica Roth, se centra en la complicada elección de Tris (Shailene Woodley, ‘Los descendientes’). Tras pasar una prueba rutinaria, descubre que ella es divergente, lo que significa que no encaja en una sola categoría y que podría ser lo que ella quisiera. O un poco de todas. El problema es que en esta sociedad futurista y devastada por la guerra no se aceptan a los divergentes ya que son difíciles de controlar. Tris optará por guardar silencio, esconder sus capacidades y optar por una de las facciones establecidas. ¿La descubrirán?

‘Divergente’ es una película de fácil digestión, que exige poco al espectador y que funciona muy bien como divertimento. Ahora bien. Supongamos, sin embargo, que existen cuatro facciones: ‘Los Juegos del Hambre’, ‘Harry Potter’, ‘El juego de Ender’ y ‘Crepúsculo’. Bien. ‘Divergente’ sería la facción divergente de todas ellas: un poco de escuela de magia, un poco de líder innato y héroe por accidente, unas dosis de romance imposible y una protagonista rubia en un mundo apocalíptico. Todo en ‘Divergente’ suena a algo que ya hemos visto o leído.

Lo curioso es que la jugada les ha salido redonda tanto a Roth como a Burger. Una historia liviana pero amena, que no pesa ni aburre, que no abusa de ninguna de sus ‘facciones’ y que encuentra el equilibrio exacto para el gran público. Una película rodada en proporciones químicas, exactas, para alcanzar la viralidad. Claro que, me temo, también será fácil de olvidar.

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MT4thBWY, el tiempo de Star Wars

La sinfonía de John Williams suena como la trompeta que arenga las tropas. Una corriente invisible que nos une a todos se pone en marcha; una conexión que va más allá de lo físico, de lo rutinario, de las creencias y el fanatismo. Un hilo invisible que espolea a rebeldes e imperiales por igual y nos obliga a iluminar el vello de la nuca, a encender una pasión desbordada y desbordante que encumbra una historia, un universo, que viaja en el tiempo con la solidez de un Doctor.

Es como un resorte innato, como si en algún momento de nuestra vida hubiéramos sido víctimas de un experto hipnotizador que, en vez de hacernos cacarear con el sonido de la campana, nos hizo grano en Tatooine, copo en Hoth, hoja en Endor, barro en Dagobah. Somos esa clase de calaña que cuando se cansó de jugar con sus juguetes, los colocó en vitrinas para no olvidar jamás. Aquellos que compraron las cintas, los dvd y los blu-ray… Aquellos que seguirán haciéndolo, por más que pase el tiempo.

El tiempo. Viajamos en el tiempo. Miembros de un arcano que acepta, sin distinciones, a aprendices de sesenta años y maestros de diez. Cambian las ciudades, las calles, los teléfonos y la ropa. Pero basta una mirada para reconocerse en el otro: “Sí, tú eres de los míos”. Niños de todas las edades que se sientan delante de la pantalla y vibran con diálogos que recitan de memoria. Y, como las tribus que se sentaban alrededor del fuego a narrar el pasado, disfrutan, con admiración, de las confesiones que unos y otros vivieron: “Yo fui al estreno de ‘Una nueva esperanza’ en 1977”, “yo conocí a Harrison Ford cuando no era nadie, en un festival de San Sebastián”, “yo lloré al final de ‘El retorno del Jedi’, “yo hice ocho horas de cola para entrar a ‘La amenaza fantasma’”, “yo vi la semana pasada ‘El imperio contraataca’ por primera vez con mi hijo”, “yo he amado y odiado a Lucas”.

Y ahora, por arte de magia -¿fuerza?-, volvemos a sentir ese cosquilleo del que les hablaba. Esa corriente invisible que nos activa por dentro. Y pensamos calladamente, a pesar de Jar Jar, una nueva confesión: yo creo en el Episodio VII. Porque, ¿qué sería de nosotros si dejáramos de creer en ‘La Guerra de las Galaxias’? Feliz 4 de mayo, día de Star Wars: May The 4th Be With You.

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El origen de la excepción del Planeta de los Simios

Una de las mejores películas de ciencia ficción de los últimos años es, sin duda, ‘El origen del planeta de los simios’. Lo que no dejó de ser un giro curioso y contradictorio, ya que la cinta de Rupert Wyatt rozaba tres términos temibles: remake, reboot y precuela. O sea. Reinventa un clásico, lo relanza como franquicia y se plantea como la historia previa a la saga original de 1968. Eso es, a todas luces, jugar con fuego. Pero mira tú por dónde, nadie salió ardiendo. Más bien, todo lo contrario.

El trabajo de Rupert Wyatt sorprendió por su frescura, su originalidad y su bien marcado ritmo, a caballo entre la acción, la intriga y el vínculo forjado entre el doctor Rodman (James Franco) y César (Andy Serkis). Fantástico entretenimiento, aplaudido por público y crítica, que el próximo mes de julio espera repetir hazaña con ‘El amanecer del planeta de los simios’.

La secuela de la precuela –zasca– llega con dos cambios sustanciales: Wyatt abandona la butaca del director y la ocupa Matt Reeves, cineasta que ganó con ‘Déjame entrar’ los defensores que probablemente perdió con ‘Monstruoso’ (film que, por cierto, debo ser de los pocos que aún ve con buenos ojos). Y James Franco no es el protagonista humano, le suplen Gary Oldman (‘El caballero oscuro’), Jason Clarke (‘La noche más oscura’) y Keri Russell (‘Felicity’).

Pero por encima de todo está Serkis (Gollum, King Kong, Haddock…), uno de los actores más de moda que no recibe todas las mieles que merece. Su reciente fichaje para el ‘Episodio VII’ de ‘La Guerra de las Galaxias’ no hace más que cerciorar su magnífico estado de forma. Lo dije hace tiempo y lo repetiré las veces que hagan falta: el talento de Serkis es meritorio de todos los galardones; una pena que todo lo que lleve la etiqueta de ciencia-ficción sea considerado como algo menor.

(EDITADO: Nuevo tráiler)

 

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Serkis ha humanizado los efectos especiales, no lo olviden.

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