El Capitán América: El soldado de invierno

Steve Rogers, más que por sus extraordinarias habilidades físicas como el Capitán América, guarda su encanto en dos factores: es una reliquia repleta de valores férreos que no envejecen; y es un líder. Hasta ahora, tanto en ‘El primer vengador‘ (Joe Johnston, 2011) como en ‘Los Vengadores‘ (Joss Whedon, 2012), habíamos visto la primera mitad. Un personaje insuficiente. ‘El Capitán América: El soldado de invierno‘ es el marco perfecto para conocer al súper soldado de los cómics, al héroe vocacional. Al líder incorrupto. Y, además, una película magnífica.

Aún sigo con la pregunta en la cabeza: ¿es el mejor film de Marvel hasta la fecha? Tal vez es la adrenalina del momento -hace pocas horas que salí de la sala-, pero he llegado a compararla con ‘Los Vengadores’ y eso, amigos, es mucha tela. El guión es un acierto: inspirado en el cómic homónimo, suma lo mejor de la saga ‘Ultimates’ y algunos retales de la ‘Guerra Civil’. Acción, suspense e intriga combinan en la que es, salvando las distancias y permitan la osadía, ‘El Caballero Oscuro’ de Marvel (Batman es otra liga, otro estilo).

La dirección es, extrañamente, muy correcta. Los hermanos Anthony y Joe Russo sorprendieron tanto a Disney que, nada más terminar el primer visionado de ‘El soldado de invierno’, cerraron el contrato para una película más. Una sorpresa que gana gigantismo cuando se descubre que su anterior y único trabajo tras las cámaras de cine es la deplorable comedia ‘Tú, yo y ahora… Dupree’ (2006). Los Russo ruedan algunas de las mejores escenas de acción del año: el Capi, Falcón, la Viuda Negra y Nick Furia se salen de la pantalla. Y está Robert Redford, por el amor de Dios.

Queda, por supuesto, el espíritu Marvel: magnífico. Los guiños (ese diálogo que deja caer el próximo héroe que llegará a la gran pantalla), las conexiones con el resto de historias -incluida la televisión-, las escenas tras los créditos… Es un compendio de felicidad para el amante del ‘género Marvel’ que discurre hasta en los títulos de crédito, preciosos.

No pregunten de qué va la película. Es el Capi en todo su esplendor y se lo van a pasar en grande.

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El final de Cómo conocí a vuestra madre

Chicos, dejad que os cuente cómo conocí a ‘Cómo conocí a vuestra madre’. En septiembre de 2005 no había tantos seriéfilos como ahora. De hecho, hablar de series de televisión en términos de competencia cinematográfica era una señal inequívoca de que pertenecías a ese tipo de gente que busca la alternativa: frikis. Para que se hagan una idea, por aquel entonces ‘Perdidos’ era un runrún constante en los suburbios de la cultura. Nada comparado con lo que terminaría siendo a partir de su tercera temporada. Y si la famosa isla de J.J. Abrams fue la que reinventó el fenómeno fan en el drama, sería injusto no reconocer que la vida y obra de Ted Mosby lo fue de la comedia.

Creo que fue la necesidad de encontrar sustituta para ‘Friends’ la que nos hizo mirar con buenos ojos a ‘Cómo conocí a vuestra madre’. Hoy, nueve años después, no hay complejos ni dudas: sí que fue la heredera directa de los amigos de Central Perk.

Sí, es cierto. Las últimas temporadas de la serie han dejado mucho que desear. De hecho, nos han desesperado. Pese a su esfuerzo semanal por mantener unos guiones originales, la competencia (y me refiero a The Big Bang Theory) les ha terminado ganando la partida. Es lo que hemos hablado tantas veces: el miedo al final. No han sabido decir «basta» a tiempo. No han querido. Han abusado.

Pero, qué demonios. Queda un capítulo (se emite el lunes en EEUU) por delante para que termine la serie y estoy melancólico. Creo que todos los que hemos seguido las andanzas de Ted, Barney, Robin, Marshall y Lily tememos una extraña sensación de vacío, cuando por fin todo acabe.

Los últimos episodios de la novena temporada están siendo un repaso a los mejores momentos de la serie. Una purga de los guionistas que, sin duda, son conscientes de que han hecho demasiadas cosas buenas como para que el espectador se quede con un mal sabor de boca. Llevamos nueve años esperando el final de ‘Cómo conocí a vuestra madre’. No dudo, ni por un segundo que va a ser legen, un momento, está llegando, ya viene, aquí lo tienen: dario.

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El Capitán América y el ‘género Marvel’

Dentro de unos años, cuando la gente vaya al cine –confiemos que sea así– y se plante delante de la cartelera tendrá las mismas charlas que ahora: ¿Qué te apetece ver? ¿Vemos una comedia? ¿Una de acción? ¿Y si nos metemos en la de suspense? Pero habrá una pregunta más que caerá con toda normalidad: ¿vemos la de Marvel? Y no se referirán a una productora o distribuidora en concreto, hablarán de un género. El género Marvel. Una idea que va más allá de hacer una película inspirada en un personaje de cómic.

Marvel ha creado su propio universo cinematográfico. Un universo que comenzó su expansión con la acertada visión de Iron Man (Jon Favreau, 2008), protagonizada por Robert Downey Jr., y que hoy cuenta con un ejército de guiones, proyectos y rodajes que sustentan una industria poderosa. Ya no se trata de hacer la película de un superhéroe, al menos para Marvel. El objetivo es construir una fase más de esa expansión infinita que nos ha llevado por la América de la II Guerra Mundial, el doctor Banner, la mitología de Midgard… Una fase autoconclusiva y disfrutable como unidad, pero que siempre guarda un pequeño guiño para los que esperamos el siguiente capítulo.

Si se fijan en los carteles promocionales de ‘El Capitán América: El soldado de invierno’, que se estrena hoy, leerán el siguiente lema: ‘Los Vengadores continúan’. Detrás de la cinta dirigida por los hermanos Anthony y Joe Russo, ya están en lista de espera ‘Los Guardianes de la Galaxia’, ‘Ant-Man’, ‘Los Vengadores 2: la era de Ultrón’, ‘Doctor Extraño’… Y un completo pack de series de televisión. Como les digo, Marvel es un género en sí mismo.

Por cierto, muy interesantes las críticas estadounidenses de ‘El soldado de invierno’ (título similar a uno de los cómics más conocidos y valorados del Capi), que parte con un 8,6 en Imdb (International Movie Data Base) y un 71 en Metacritic, dos de las webs de referencia mundial.

Lo bueno de esto, del género Marvel, es que pone las cosas muy fáciles a la hora de elegir. Yo, hoy, me voy a ver al Capi. Sin duda.

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El obituario que James Rebhorn escribió de su propia muerte

El actor James Rebhorn murió a los 65 años esta semana. Su último trabajo como padre de Claire en ‘Homeland’ no es suficiente honra para uno de esos secundarios típicos del Hollywood de los últimos años. El actor escribió, días antes de su muerte, su propio obituario. Dice así:

«James Robert Rebhorn nació el 1 de septiembre de 1948, en Philadelphia. Su madre, Ardell Frances Rebhorn, le amó muchísimo y le apoyó en todos sus sueños. Ella le enseñó la importancia de la buena educación y la cortesía, y que la hospitalidad no es una tontería. Su padre, James Harry Rebhorn, no le tuvo menos devoción. Gracias a él, Jim aprendió que no hay excusa para no hacer las cosas bien. Un trabajo bien hecho raras veces toma más o menos tiempo que un trabajo mal hecho. Ellos le dieron fe y sabiduría y le animaron a estar en contacto con Dios.

Le sobrevive su hermana, Janice Barbara Galbraith, de Myrtle Beach. Ella fue su amiga, su confidente, y, más a menudo de lo que podría parecer, su puente sobre las aguas turbulentas. También le sobrevive su esposa, Rebecca Fulton Linn, y sus dos hijas, Emma Rebecca Rebhorn y Hannah Linn Rebhorn. Ellas se anclaron a su vida y le dieron la alegría de vivir. Sin ellas, siempre en el centro de su existencia, su vida habría sido poco más que humo. Rebecca le amó pese a sus fallos, y fue el mejor ejemplo para explicar lo que es el amor incesante.

Sus hijas le hicieron sentir tremendamente orgulloso. Su presencia mejora nuestra especie y hacen de este mundo un lugar mejor. Ellas tratan el dolor de una manera diferente, y deben encontrar la manera de gestionarlo a su manera. Él espera, sin embargo, que ellas sufran su pérdida solo el tiempo necesario ya que tienen un gran trabajo que hacer y deben ponerse manos a la obra. El tiempo vuela.

Su ahijado, Ben, también le sobrevive. Jime amó a Ben, al que trató como un hijo propio, especialmente durante sus últimos meses. Sus tías Jean, Dorothy y Florence, numerosos primos y sus familias, y muchos amigos devotos también sobreviven a Jim. Él les amó a todos y supo que ellos le amaron a él».

(Traducción del texto original)

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