La, La, La Llegada

Consideraciones previas:
1.- Escucha el ‘Another Day of Sun’ mientras lees, tienes el vídeo y el enlace a continuación (luego querrás escucharlo una y otra vez).
2.- Hay leves spoilers posibles de ‘La,la,Land’ y ‘La Llegada’.

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Her (Suyo. De ella)

De repente, un par de ojos no son suficientes para ver lo que hay en el mundo. Salimos a comer y el plato de espaguetis pide una fotografía en Instagram, un compartido en Facebook, un tuit con la etiqueta #vida y una canción que confiese lo que sentimos en este momento.

Amanece, damos los buenos días al teclado y pulsamos ‘envíar’. Quedamos pendientes de la pantalla, a la espera de que el cristal devuelva la baliza, de que alguien sienta misericordia, repita el saludo y sepa que no está solo en el mundo.

El tactactac del teclado hace las veces de voz, nos entiende perfectamente y replica nuestras tonterías. A veces se calla, deja la pantalla en blanco, la línea en blanco, el cursor parpadeando sobre un blanco infinito, esperando una palabra que tenga sentido para nosotros y para todo el mundo que, a buen seguro, debe esta al otro lado esperando.

Porque esperan oír de nosotros, ¿verdad? ¿Qué sentido tendría todo esto, todos los muros, las líneas de tiempo, los hashtags, las etiquetas y las ventanas emergentes que interrumpen la conversación con una emoticono que se mueve y nos hace sentir queridos, sino es porque hay alguien al otro lado?

Cada me gusta, cada ventana, cada parte que la pantalla nos dedica es como un estrechón de manos, un logro sobre la popularidad y el cariño social.

El otro día vi en un parque a una pareja que hacía fotos de una flor para luego envíarsela el uno al otro, por Whatsapp, para confirmar su amor con un ‘doble checked’. Y personas que beben sorbos de café mirando la pantalla del móvil y ríen así: xDDD. Considerar que el café, que el ritual del café, sabe igual sin mirar a los ojos de otro me parece un insulto a la misma humanidad. Mirar el móvil antes y después de dormir, ya saben.

Somos esclavos de ella, de la pantalla, de la tecnología. Suyos. ‘Her’. ¿Por qué? Porque por mucho que avance la tecnología, por mucho que la ciencia del hombre evolucione a su imagen y semejanza, el hombre sigue buscando los mismos maravillosos errores desde el primer día: la locura del querer y del sentirse querido.

‘Her’, de Spike Jonze, es una catarsis obligatoria. Una preciosa historia de amor y soledad protagonizada por todos nosotros. (Sigue leyendo Her (II), de Spike Jonze)

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La gran estafa americana (American Hustle)

El idilio con la mentira nos hace humanos. No se fíen de alguien que afirma decir siempre la verdad porque esa será, matemáticamente, su gran mentira. Mentir es un curioso arte que une culpa y satisfacción. Mentimos para ganar el órdago a grandes en el mus, para ligar con la morena que baila en el centro de la pista y para triunfar en la entrevista de trabajo. Mentimos para huir de los errores, para olvidar el fracaso y para apilar cadáveres en el ascenso a la planta noble. Lo más bello de la mentira, sin embargo, es su caudal abierto de idas y venidas: engañas fuera y engañas dentro. Creer en las mentiras que creamos, una certeza perfecta.

La artimaña de David O. Russell (‘El lado bueno de las cosas’) queda maravillosamente esbozada en la primera escena de ‘La gran estafa americana’: Irving Rosenfeld (Christian Bale, ‘El caballero oscuro’) mira el reflejo de su calva en el espejo; acto seguido, saca un bote de pegamento y procede, minucioso, a tapar el cráneo con un peluquín cincelado a la última moda. Espolvorea laca, retoca con un leve roce de la mano y abre la puerta del hotel, metiendo barriga, como un perfecto ‘sex symbol’.

‘La gran estafa americana’ es un juego de tahúres con cinco reyes en la baraja: Bale, Bradley Cooper (‘Resacón en las vegas’), Amy Adams (‘El hombre de acero’), Jeremy Renner (‘El legado de Bourne’) y Jennifer Lawrence (‘Los juegos del hambre’). Un embrollo en el que dos estafadores se ven obligados a colaborar con el FBI para cerrar una trama de corrupción política en los años 70.

Este es, sin duda, el mejor equipo interpretativo de 2013. Todos bailan de un extremo a otro, de la indiferencia al salvajismo, con suma destreza. Juntos y separados, un enorme derroche de talento. Ahora bien. Esta no es, sin duda, y a mi parecer, la mejor película del año. Sí que cuenta con una primera mitad brillante, pero se desinfla por momentos. Es entretenida, carismática y traviesa, pero no la obra maestra que esperábamos. ‘La gran estafa americana’ está en un escalón claramente inferior al de sus rivales directas, ‘12 años de esclavitud’ y ‘Gravity’.

Russell escribe un poema a la falsedad donde todo apariencia –incluida la arrebatadora sensualidad de Adams y Lawrence– define, sin tapujos, a la gran sociedad moderna.

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El Hombre de Acero: la kriptonita

Superman vuela y el magnífico (des)orden y el acompasado ritmo de Zack Snyder en ‘El Hombre de Acero’ se descontrolan en una sobrecogedora sucesión de explosiones, rayos, puñetazos y trepidantes peleas que se acercan más a un capítulo de ‘Bola de Dragón’ que a un cómic de Superman. En cualquier caso, creo que es absurdo criticar la película por reinventar al héroe de DC Cómics. El problema es que pierde el norte, nos atosiga con efectos especiales y nos desliga de la bien construida empatía emocional: Snyder -Superman- abusa de su poder. (Sobre la primera mitad: el milagro)

La segunda mitad, casi por completo, estropea el fantástico rumbo con el que nos deleita ‘El hombre de acero’ en su primera hora. Cambia el tono y, por tanto, la actitud del espectador. Ya no somos testigos de un milagro, firmes creyentes de que un niño pueda querer ser algo más. Ahora miramos extrañados una pantalla intentando evaluar los daños de la brutal y exagerada batalla final que ocupa los últimos sesenta minutos. Es tan llamativa que el propio Washington Post ha publicado un reportaje en el que analizan las supuestas consecuencias: “129.000 muertos, 250.000 desaparecidos, un millón de heridos, dos billones de dólares de pérdidas. Comparable a la explosión nuclear de Nagasaki”. Y añaden: “Seis veces más que lo estimado en ‘Los Vengadores’”.

Pero lo que en ‘Los Vengadores’ parecía equilibrado, incluso justificado, aquí se convierte en un patio de juego excesivo. Snyder no ha sabido regular sus esfuerzos y saca toda su artillería, dejando el campo de batalla y, de paso, la sala de cine, desoladas. Henry Cavill encaja perfectamente en este nuevo ‘Superman’ y Michael Shannon borda al general Zod. El resto de secundarios de lujo (Amy Adams, Diane Lane, Russell Crowe, Kevin Costner, Laurence Fishburne), brillantes al principio, se pierden ahora en la bruma y los escombros.

No es que aburra, dispersa. Incluso los efectos especiales empiezan a parecer un tanto burdos y forzados. Pero curiosamente, cuando la acción frena, en los últimos minutos, Snyder recupera el aliento y nos regala una escena fantástica en el Daily Planet con un regusto que ya echábamos de menos. ‘El hombre de acero’ pudo ser sobresaliente y, también, insuficiente.

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¡Extra! Datos frikis para los que buscaban a la Liga de la Justicia (no lean sin ver la película, posibles spoilers):

1.- Durante la batalla final se ve el edificio de la ‘Lex Corporation’ y varios camiones de la compañía.

2.- El satélite con el que chocan al final de la película pertenece a ‘Industrias Wayne’.

3.- Una de las cápsulas que encuentran en la nave enterrada bajo la nieve contiene un cadáver. La otra está vacía. Hay un cómic de la precuela de ‘El Hombre de Acero’ en el que vemos a una chica joven en esa cápsula. ¿Supergirl?

4.- Esa escena final, la única en la que hay un chiste con una soldado. Según los créditos ella es Carol Ferris, la novia del primer Green Lantern, Hal Jordan. La misma Carol Ferris que interpretó Blake Lively en esa joyita cinematográfica que todos intentamos olvidar…

5.- ¿Planea o no planea DC una saga de la Liga de la Justicia? Parece que sí, ¿no?