Sabotage

Una brutal explosión acorrala a un grupo de héroes derrotados con la mala fortuna de que un tremendo muro de piedras termina derrumbándose sobre sus cabezas. El malo rompe en una sonora carcajada mientras camina con paso firme hacia un horizonte oscuro. A lo lejos, un grupo de niños llora la muerte de sus héroes bajo un manto insondable de dura roca. La mirada se pierde en la desafortunada tumba de escombros cuando, de repente, en una quietud inmensa, la arena tiembla, un grupo de piedras se desplaza y una fornida mano, como un géiser en erupción, resurge con el puño cerrado, clamando venganza.

Atención, pregunta: ¿A quién pertenece esa mano? Para muchos de nosotros, imaginar esa escena es imaginar a Arnold Schwarzenegger: el héroe de acción. Arnold es el ejemplo perfecto del momento ‘revival’ que acontece al cine actual. Un ejército de actores, ideas, guiones, músicas e imágenes que viven una segunda juventud al amparo del prefijo ‘re’ (remakes, reboots y demás revoltijos). El bueno de Arnold vuelve a las salas –y promete hacerlo sin descanso– con ‘Sabotage’, film de acción inspirado en una novela policíaca de Agatha Christie (‘And Then There Were None’, de 1939) que merece su atención por dos razones: engrandecer el mito del ‘Chuache abuelo’ –el Clint Eastwood de la adrenalina– y seguir el talento creciente de David Ayer, su director.

El gran problema de ‘Sabotage’ es la lentitud del guión, que evoluciona a trancas y barrancas: Breacher (Schwarzenegger) y su equipo lideran una exitosa operación contra un cártel de droga organizada por la DEA. Sin embargo, en vez de entregar el dinero que encuentran en el cuartel de los narcos, roban gran parte del botín. Algo que desencadenará una cacería contra todos y cada uno de los agentes. Claro que, el objetivo de Breacher, quizás, sea otro muy distinto (una memorable escena final).

Ayer, guionista de ‘Training Day’, viene de rodar ‘Sin tregua’, sorprendente falso documental que funciona a las mil maravillas, y está rematando el montaje de una de las cintas más esperadas de 2014, ‘Fury’, protagonizada por Brad Bitt. Es cierto que ‘Sabotage’ es un producto menor, menos pulido y con una violencia, en ocasiones, excesivamente explícita. Pero guarda el buen hacer del director y el carisma bestial de su protagonista. Además, está acompañado de un elenco de secundarios (Sam Worthington, Joe Manganiello, Josh Holloway, Terrence Howard) cualificados para ser, dentro de unos años, ilustres miembros de ‘Los Mercenarios’.

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Conan Rey

Si hay alguien que está haciendo una auténtica campaña por el envejecimiento activo es el cine. Y, encima, el cine de músculos, adrenalina y explosiones gratuitas. Estos días, en el festival de Cannes, Sylvester Stallone y el resto de su tropa han presentado la tercera entrega de ‘Los Mercenarios’, gloriosa saga de acción que honra a los héroes del celuloide de hace veinte años. Con una primera entrega más curiosa que efectiva, la segunda parte fue una gozada divertidísima repleta de humor socarrón y acción memorable.

Sin embargo, el gran anuncio de Cannes lo ha protagonizado el otro, su eterno rival y compañero (parecen Bustamante y el otro, que nunca me acuerdo de cómo se llama, que también cantaba en Operación Triunfo…Álex, eso) Arnold Schwarzenegger. ¿Cómo? Con un póster. Un simple póster en el que un envejecido bárbaro, de barba cana y arrugas en los ojos, sostiene una espada: ‘King Conan. The Legend of Conan’.

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No sabemos mucho más, tan solo que hay un guión, que hay un proyecto y que Arnold será su protagonista. Quizás estemos ante esa historia que los fans del personaje llevamos tanto tiempo esperando, la última gran aventura del cimmeriano que robó, asesinó, batalleó, asaltó mares, lideró ejércitos y gobernó los reinos.

El personaje de Robert E. Howard contó siempre con un particular sentido del honor que, esperamos, sepan hacer justicia los encargados de este ‘Conan Rey’. Así como devolver el espíritu que flotaba en ‘Conan el Bárbaro’ (John Miliu, 1982) y ‘Conan el destructor’ (Richard Fleischer, 1984), alejado del último ‘Conan’ de Marcus Nispel, en 2011. Lo del director sigue siendo una incógnita, pero hay un rumor que suena con fuerza: John McTiernan (‘Arma Letal’), recién salido de la cárcel. ¿Se imaginan?

De regalo, un poco de motivación:

Plan de Escape

En los 90, el destino de la humanidad se regía por una simple elección: Arnold Schwarzenegger o Sylvester Stallone. Niños y adolescentes crecimos con una absurda rivalidad que nos llevaba a buscar los escenarios más histriónicos: Terminator contra Rambo, Rocky contra Conan, John Spatarn contra Douglas Quaid… La sola idea de ver a los dos en una misma película producía el mismo efecto paranoico que Doc Brown explicaba a Marty McFly en ‘Regreso al Futuro’: «¡El universo colapsaría!» De ahí que ahora, más o menos adultos, veamos con cierta melancolía cintas como ‘Los Mercenarios’.

Pero ninguna película había puesto como protagonistas absolutos a Arnold y Sylvester, en plan hermanos de sangre, como nos gustaba ver a los héroes en los 90, sufridos y canallas, los gallitos del lugar. Por esto, por todos estos años, ‘Plan de Escape’ es mucho más que una película. Es un lugar común, un destino compartido por los que enfrentamos a los mayores héroes de acción de la historia en cines, videoclubs y patios de recreo.

Ray Breslin (Stallone) es un profesional del escapismo. Dedica su vida a entrar y salir de las prisiones del planeta para encontrar sus puntos débiles y evitar que ‘los malos de verdad’ campen a sus anchas. Sin embargo, una organización internacional le tiende una trampa y termina encerrado en una fortaleza inimaginable. Allí solo contará con la ayuda de Emil Rottmayer (Schwarzenegger), un grandullón que esconde un gran secreto.

Mikael Håfström (‘1408’) dirige ‘Plan de Escape’, film de acción como los de antes, que ofrece exactamente lo que promete: entretenimiento sin complejos. Y una curiosa metáfora involuntaria sobre el cine-espectáculo moderno: dos hombres encerrados en un mundo de tecnología y planos 3D, un mundo que ellos mismos ayudaron a construir y que ahora, viejos y sabios y demonios, vuelven para destruirlo a la antigua usanza: a músculo.

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El último desafío

Cuando entré al zoo de Cabárceno me impresionó el gorila. Era una bestia. La imponente corpulencia del animal sólo podía compararse a su desgarradora –y humana– mirada. Era un gorila anciano. Coloso, pero anciano. El rey indiscutible de la sala: un chasquido de sus dedos y todos nos hubiéramos postrado a escuchar sus gruñidos. Ayer, cuando vi a Arnold Schwarzenegger en ‘El último desafío’, me sentí igual que en Cabárceno.

Para la generación que creció con las estrellas analógicas de los 90 (los que hoy conocemos como ‘los mercenarios’), es impactante descubrir que el héroe se ha convertido en maestro. Luke es Obi Wan, Daniel San es Miyagi, el Señor Rosa es el Señor Lobo, Marty McFly es Emmett Brown, Rocky es Mickey… En fin, ya me entienden. Schwarzenegger abandona el rol de héroe por accidente, de alumno aventajado y de aprendiz de guerrero, para ser la voz de la experiencia. Demonios, Arnold es el maestro. Cómo pasa el tiempo, carajo.

‘El último desafío’, del koreano Jee-woon Kim, nos presenta a Ray Owens (Chuache), sheriff de un pequeño pueblo tejano que se verá abocado a una inesperada guerra para frenar la escapada de Gabriel Cortez (Eduardo Noriega), un terrible y acaudalado narco mejicano. No hay secretos ni giros inesperados ni profundidades escondidas en un guion complejo. No. Es una película sencilla, de chistes bajunos, diálogos chafarderos y patochadas escénicas. Pero, por el amor del T-800, me divertí como un niño chico en una piscina de bolas.

Arnold es un anciano. Lo es y lo parece, no se puede esconder. Y, sin embargo, sigue siendo el rey bárbaro y bestial cuyos primeros planos llenan la pantalla de ese carisma animal tan atractivo. Todo en la película de Kim gira en torno a Schwarzenegger y a su mitología. El hombre más fuerte del mundo convertido en un vaquero del nuevo Oeste, bajo la tutela imaginaria de un Clint Eastwood de otra era. Si no fuera por las tonterías que rodean a la cinta –incluida la penosidad del malo, no por el actor, sino por su ridículo papel que se reduce a conducir un coche–, sería una película decente. Sin embargo, me conformo con que sea entretenida. Como las de antes.

Y lo es.

Arnold Schwarzenegger ha vuelto

Hubo un tiempo en el que ver a Arnold Schwarzenegger en pantalla era motivo de fiesta. Los chavales de mi generación no guardábamos complicaciones; ninguna duda: «¿Hay peli nueva de Arnold? ¡Al cine!» Nunca nos importó la calidad cinematográfica de sus producciones. Visto con perspectiva, Schwarzenegger ha hecho, a lo largo de su carrera, distintas versiones de un mismo personaje. Y siempre nos gustó.

Los más pequeños de casa quizás no entiendan lo que significaba tener a Arnold, Sylvester o Willis en cartelera. Supongo que será algo parecido a lo que sienten ahora algunos y algunas por Robert Pattinson, Miley Cyrus y Justin Bieber… Demonios, qué ejemplo más horrible. Espero que no sea verdad, implicaría que la generación actual no tiene salvación. Sea como sea, la política nos quitó al héroe de acción por excelencia de los 90 y hoy vuelve con ‘El último desafío’, película dirigida por el koreano Jee-woon Kim.

Ayer escuché un chascarrilo muy gracioso sobre el regreso del protagonista de Terminator. Un hombre de mediana edad, pongamos unos cuarenta y cinco, le decía a otro, en el autobús, que Chuache volvía al cine. Lo curioso es que hablaba muy consternado: «Ya verás tú. Ya nos la jugó Clint Eastwood, ¿te acuerdas? Se fue y volvió con los ‘Puentes de Madison’. ¡A ver si se pone éste también en plan melodramático!»

Lo dudo. La última vez que vimos en el cine a Schwarzenegger fue en la épica ‘Los Mercenarios 2’, aunque su  último papel protagonista fue en 2002, con ‘Daño Colateral’. Pero los clásicos siempre vuelven y Arnold regresa a la palestra. El actor y exgobernador tiene una imponente lista de proyectos para celebrar su segunda –o tercera– juventud. No sé ustedes, yo me muero de ganas de volver a verle como el Rey Conan.