JE Cabrero

El cine siempre fue la excusa

Conan Rey

Si hay alguien que está haciendo una auténtica campaña por el envejecimiento activo es el cine. Y, encima, el cine de músculos, adrenalina y explosiones gratuitas. Estos días, en el festival de Cannes, Sylvester Stallone y el resto de su tropa han presentado la tercera entrega de ‘Los Mercenarios’, gloriosa saga de acción que honra a los héroes del celuloide de hace veinte años. Con una primera entrega más curiosa que efectiva, la segunda parte fue una gozada divertidísima repleta de humor socarrón y acción memorable.

Sin embargo, el gran anuncio de Cannes lo ha protagonizado el otro, su eterno rival y compañero (parecen Bustamante y el otro, que nunca me acuerdo de cómo se llama, que también cantaba en Operación Triunfo…Álex, eso) Arnold Schwarzenegger. ¿Cómo? Con un póster. Un simple póster en el que un envejecido bárbaro, de barba cana y arrugas en los ojos, sostiene una espada: ‘King Conan. The Legend of Conan’.

king-conan

No sabemos mucho más, tan solo que hay un guión, que hay un proyecto y que Arnold será su protagonista. Quizás estemos ante esa historia que los fans del personaje llevamos tanto tiempo esperando, la última gran aventura del cimmeriano que robó, asesinó, batalleó, asaltó mares, lideró ejércitos y gobernó los reinos.

El personaje de Robert E. Howard contó siempre con un particular sentido del honor que, esperamos, sepan hacer justicia los encargados de este ‘Conan Rey’. Así como devolver el espíritu que flotaba en ‘Conan el Bárbaro’ (John Miliu, 1982) y ‘Conan el destructor’ (Richard Fleischer, 1984), alejado del último ‘Conan’ de Marcus Nispel, en 2011. Lo del director sigue siendo una incógnita, pero hay un rumor que suena con fuerza: John McTiernan (‘Arma Letal’), recién salido de la cárcel. ¿Se imaginan?

De regalo, un poco de motivación:


Comentarios

Una respuesta a «Conan Rey»

  1. Arnold es un caso aparte. Sostengo la creencia de que cuando Schwarzenegger muera lloverán las biografías, películas y miniseries sobre su vida. Porque lo que este hombre ha hecho, al margen de sus numerosos defectos, es tan asombroso y está tan lleno de claroscuros y vacíos inquietantes, que hay material para explayarse un buen rato.

    Respecto a la película «Conan», creo que merece ser objeto de uno de esos sesudos estudios universitarios sobre la creación de un personaje (y no hablo de Conan, sino de Arnold), sobre la ruptura de las reglas del juego, sobre la capacidad de hacer del defecto virtud, sobre el poder de la imagen (dentro y fuera del cine) y sobre cómo vender con éxito lo que cualquier otro se habría tenido que comer con patatas.

    Porque Arnold siempre fue, no lo olvidemos, un comercial. De su cuerpo, de productos para el culturismo, de propiedades inmobiliarias, de sus personajes, de restaurantes, de ideas. Arnold es la quintaesencia de la venta a puerta fría. Aquélla a la que aspiran esos comerciales a los que nadie abre la puerta en una comunidad de propietarios.

    Arnold es grande. En defectos, sí, pero también en inteligencia. Detrás de esa mirada taciturna, de ese rostro esculpido en hormigón armado y de esa capacidad expresiva a la altura de una alpargata, que no podían otra cosa salvo depararle comentarios despectivos, se esconde un tío jodidamente espabilado, más listo que el hambre y máximo representante (para bien y para mal) del sueño americano.

    Lo paradójico es que haya sido un foráneo quien lo haya puesto en escena. Aunque, ¿acaso no era esa la idea? Venir de lejos, trabajar y triunfar.

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