Cómo entrenar a tu dragón 2

Su belleza reside en que todos los sentidos están perfectamente hilvanados sobre la pantalla. El impacto visual, sobrecogedor como la noche estrellada de Van Gogh, empuja el viento sobre nuestra cara mientras agarramos la butaca como si fuera el lomo de un dragón de piel suave pero rocosa que vuela sobre el cielo y las nubes y lo que hay más allá, donde los mapas huelen a sal y mar, donde los azules se unen en una única línea que perfila una inspiradora partitura que eriza el alma.

Si ‘Cómo entrenar a tu dragón 2‘ fuera una película aburrida, tópica y sin emociones, aún merecería la pena. Pero es que, además de bella, es un entretenimiento formidable. La excelencia de Dean DeBlois, guionista y director de la cinta al mando de la producción, confirma la seria pugna por el trono de la animación entre Dreamworks y Pixar. La vuelta de Hipo, Desdentao y el resto de los vikingos de Isla Mema no defrauda, mantiene el nivel de su primera entrega y aporta nuevos elementos que refrescan la experiencia a la ya emocionante hazaña de cabalgar sobre un dragón.

En este segundo capítulo (ya hay anunciado un tercero), vikingos y dragones unirán sus fuerzas para luchar contra Drago, un temible villano capaz de manipular a los dragones a su antojo. Pero antes, Hipo tendrá que encontrar la respuesta que define el principio de todo héroe: “quién soy yo”. El film guarda un precioso mensaje para con el mundo animal y consigue, una vez más, que identifiquen en los gestos de Desdentao los de su propia mascota.

Pese a que a la película está plagada de escenas arrebatadoras, debo poner el acento en los diez primeros minutos y en los últimos treinta, ya que cuentan con secuencias fabulosas: qué juego de luces, de sombras, de imaginación, de cámaras que narran lo imposible… Puro cine. Puro amor al cine. Puro amor al cine por el que toda entrada está justificada: cuanto más grande sea la pantalla, mejor. Y, además, está John Powell. Qué música.

HOW TO TRAIN YOUR DRAGON 2

Cinco minutos de Cómo entrenar a tu dragón 2

‘Cómo entrenar a tu dragón’ fue una gratísima sorpresa para el cine de animación. Lo que aparentaba ser ‘una más’, terminó siendo una película formidable. A falta de ver cuánto hay de secuela y cuánto de marketing, Dreamworks comparte los cinco primeros minutos de ‘Cómo entrenar a tu dragón 2‘:

Los Croods

‘Los Croods’, qué bonita manera de decir que somos el reflejo de nuestro propio arte. Y qué manera de hacer arte. La animación tiene el poder de transformar sesudas explicaciones científicas en sencillos conceptos visuales que calan en lo más profundo del ser. ¿O acaso creen que las pinturas rupestres de Altamira son solo un entretenimiento infantil? Yo imagino al niño fascinado escuchando al anciano de la tribu contar cómo cazó un bisonte con sus propias manos mientras señala los contornos rojos que, por arte de magia, brotan de sus dedos sobre la piedra. Y al lado del zagal, una madre prehistórica subrayando la explicación: “eso es la vida”.

Dreamworks lo ha vuelto a hacer. Chris Sanders recupera al equipo de ‘Cómo entrenar a tu dragón’ para desarrollar una película sobresaliente en todos sus aspectos. La familia Croods es la última de su clase. Sus vecinos trogloditas han muerto por alguno de los terribles peligros que les rodean: criaturas gigantescas, temporales inconcebibles, pedruscos despeñados… Pero Grug, padre y líder del clan, ha conseguido mantener con vida a sus seres queridos -incluida la suegra- gracias a una serie de normas incontestables, fruto de una misma idea: el miedo. Sin embargo, la tierra que pisan empieza a moverse, una nueva era se acerca y, o abrazan la evolución y salen de su cueva, o caerán en el olvido.

Bastan cinco minutos de ‘Los Croods’ -nunca un desayuno fue tan divertido- para confirmar que estamos ante un entretenimiento magnífico. El preciosismo técnico y visual -¿cuándo dejará de sorprendernos una película de animación?- y el trepidante uso de la cámara, construyen la que es, sin duda, la mejor cinta de animación de los últimos meses, por encima de ‘Brave’ y ‘Rompe Ralph’.

‘Los Croods’, una suerte de ‘Los Increíbles’ en versión troglodita, es una divertidísima y entrañable película, idónea para toda la familia. El niño alucinará con la magia que sucede sobre la pantalla y el padre encontrará una buena motivación para abrazar al hijo y decirle lo que tantos otros padres dijeron antes. “Eso es la vida, zagal, sé curioso, aprende y serás mejor que yo”. Qué bonito el arte, ¿verdad?

Kung Fu Panda 2

Cuando la Game Boy salió al mercado, hace ya muchos años, tardamos en descubrir una de las técnicas de venta más simples y evidentes de la historia: el ‘ponlo guapo’. Todo era cuestión de que entrara por los ojos, de que por alguna extraña razón estética te apeteciera tenerlo entre tus manos. Nosotros aprendimos la lección con el ‘Burai Fighter’, un juego con una portada preciosa en la que un guerrero parecido al Bobba Fett -con jet pack y todo- de Star Wars luchaba en un inquietante espacio invadido por extraterrestres. Al final, resultó que había que matar bichos dentro de un intestino gigante… Pese a que le encontramos la chispa, terminamos vendiéndolo de segunda mano.

‘Kung Fu Panda 2’ cumple exactamente la técnica del ‘ponlo guapo’. Bajo las mismas premisas y errores de la primera entrega, la nueva aventura de Po es técnicamente maravillosa: el diseño de personajes es sensacional, la animación impresionante y la música inspiradora. Digamos que, si el pastel tenía una pinta estupenda, el resultado es insípido.

El guion de los chicos de Dreamworks vuelve a carecer del más mínimo interés: previsible, aburrido, ñoño y, en según qué momentos, irritante. Los supuestos chistes de Po no tienen ninguna gracia y la inmensa mayoría de diálogos son forzados y repelentes. Además, los nuevos personajes -al igual que el resto de secundarios- están desaprovechadísimos, con la destacada presencia de un espectacular maestro rinoceronte que dura en pantalla dos minutos.

Aunque se nota el esfuerzo por hacer la cinta más dinámica que su predecesora -hay mucha más acción-, la única manera de disfrutar algo de ‘Kung Fu Panda 2’ es abstraerse de la historia y disfrutar de la técnica. De hecho, lo mejor de la película llega cuando rompen con el ordenador y nos regalan los flashbacks de Po con una animación tradicional bellísima.

Me gustaría decir que, por lo menos, ya no habrá más películas del panda. Pero, a juzgar por le final, estaría muy equivocado.

La alucinancia dura dos minutos

Kung Fu Panda es una de las mejores películas de animación de la historia del cine hasta que empieza. Sí, eso, hasta que arranca de verdad. Hay dos minutos de pura genialidad. Los dos minutos en los que Po relata el cuento del maestro Panda, del creador de la ‘alucinancia’. Estéticamente brillantes. Luego aparece el título del filme y todo se va al traste.

Bueno, a ver, la aventura de Po es divertida y visualmente atractiva. De hecho, el diseño de personajes es sensacional. Pero el guion, en los tiempos que corren, esta falto de originalidad por los cuatro costados. Más que nada porque es una burda y evidente copia de una obra maestra del cine de autor: ‘La salchicha peleona’ -protagonizada por el poco insigne Chris Farley, protagonista, también, de esa otra joya del celuloide: ‘La salchicha peleona 2’-. ¿La recuerdan?

La cinta de marras trata de un tipo, gordo y singular, que es cocinero en Beverlly Hills. Su gran sueño es ser un gran ninja, como los de las películas, para vencer al mal. Algo que sus amigos y colegas utilizan para reírse de él. Hasta que un día, cosas del destino, termina como alumno de un místico maestro en el arte del Kung Fu (el cómico Chris Rock, por cierto). No sé si es cosa mía, pero me da que el parecido entre ambas es más que notable.

Hoy se estrena la segunda parte de Kung Fu Panda con una sorprendente buena acogida de la crítica yanki. Por mi parte, pese a la empatía tan absurda que tengo con los pandas (recuérdenme que algún día les cuente una historia), voy a mantener las distancias con lo nuevo de Dreamworks. Sería menos escéptico si la viera en versión original, con la voz de Jack Black. No porque tenga nada en contra de Flo, sino porque soy fan incondicional de Black (otro día hablamos de ‘Nacho Libre’, épica).

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