Los Croods

‘Los Croods’, qué bonita manera de decir que somos el reflejo de nuestro propio arte. Y qué manera de hacer arte. La animación tiene el poder de transformar sesudas explicaciones científicas en sencillos conceptos visuales que calan en lo más profundo del ser. ¿O acaso creen que las pinturas rupestres de Altamira son solo un entretenimiento infantil? Yo imagino al niño fascinado escuchando al anciano de la tribu contar cómo cazó un bisonte con sus propias manos mientras señala los contornos rojos que, por arte de magia, brotan de sus dedos sobre la piedra. Y al lado del zagal, una madre prehistórica subrayando la explicación: “eso es la vida”.

Dreamworks lo ha vuelto a hacer. Chris Sanders recupera al equipo de ‘Cómo entrenar a tu dragón’ para desarrollar una película sobresaliente en todos sus aspectos. La familia Croods es la última de su clase. Sus vecinos trogloditas han muerto por alguno de los terribles peligros que les rodean: criaturas gigantescas, temporales inconcebibles, pedruscos despeñados… Pero Grug, padre y líder del clan, ha conseguido mantener con vida a sus seres queridos -incluida la suegra- gracias a una serie de normas incontestables, fruto de una misma idea: el miedo. Sin embargo, la tierra que pisan empieza a moverse, una nueva era se acerca y, o abrazan la evolución y salen de su cueva, o caerán en el olvido.

Bastan cinco minutos de ‘Los Croods’ -nunca un desayuno fue tan divertido- para confirmar que estamos ante un entretenimiento magnífico. El preciosismo técnico y visual -¿cuándo dejará de sorprendernos una película de animación?- y el trepidante uso de la cámara, construyen la que es, sin duda, la mejor cinta de animación de los últimos meses, por encima de ‘Brave’ y ‘Rompe Ralph’.

‘Los Croods’, una suerte de ‘Los Increíbles’ en versión troglodita, es una divertidísima y entrañable película, idónea para toda la familia. El niño alucinará con la magia que sucede sobre la pantalla y el padre encontrará una buena motivación para abrazar al hijo y decirle lo que tantos otros padres dijeron antes. “Eso es la vida, zagal, sé curioso, aprende y serás mejor que yo”. Qué bonito el arte, ¿verdad?