Tal vez sea fruto de la sociedad del tuit, de la manifiesta incapacidad general para mantener la atención durante un prologando espacio de tiempo o, simplemente, de la imperiosa necesidad de vender. Los tráilers se han convertido es un producto en sí mismo, algo mucho mayor que una promoción. Casi todos cometen el doloroso pecado de desvelar lo que nos vamos a encontrar en la sala pero, en algunas ocasiones, pese al error, el tráiler funciona como una obra independiente. Un bello producto que, incluso, puede superar a la película completa.
Ayer se estrenó el primer spot de ‘Noé’, la prometedora cinta de Darren Aronofsky (‘El cisne negro’), protagonizada por Russell Crowe (‘Gladiador’). Y es una preciosidad. El evidente talento de Aronofsky para construir imágenes poderosas, potenciado con la sugerente banda sonora y las bien seleccionadas líneas de diálogo, funcionan a la perfección. Lo curioso del asunto es que, como todos conocemos la historia de este personaje bíblico, es fácil rellenar las elipsis propias de un tráiler y completar, en nuestra imaginación, la película.
Esta sensación se repitió hace algo más de un año, con el tráiler de ‘El hombre de acero’ (Zack Snyder). Una sensación de plenitud que, pese a sus aciertos, no conseguí al salir de la sala. Incluso ahora, recordando aquellos dos minutos, soy consciente de que el tráiler fue mejor que la película. Y creo que la clave está en la lección que se le repite a todo escritor novel: elimina todo lo superficial para encontrar la pureza.
Rebuscando entre los grandes tráilers de los últimos años era imposible no destacar el que, creo, es el más emocionante de todos: ‘El atlas de las nubes’. Una obra impoluta. Es todo lo que necesitaba ser esa película –y miren que soy de los pocos que la encuentran estimulante; incluso más que el libro–, un épico viaje en el tiempo que funciona como un sueño, mezclando imágenes y sonidos en una amalgama inexplicable con palabras pero con todo el sentido en la pantalla. Y qué bien quedaba el ‘Outro’ de M83, ¿verdad?