‘Noé’ y otros tráilers de plenitud

Tal vez sea fruto de la sociedad del tuit, de la manifiesta incapacidad general para mantener la atención durante un prologando espacio de tiempo o, simplemente, de la imperiosa necesidad de vender. Los tráilers se han convertido es un producto en sí mismo, algo mucho mayor que una promoción. Casi todos cometen el doloroso pecado de desvelar lo que nos vamos a encontrar en la sala pero, en algunas ocasiones, pese al error, el tráiler funciona como una obra independiente. Un bello producto que, incluso, puede superar a la película completa.

Ayer se estrenó el primer spot de ‘Noé’, la prometedora cinta de Darren Aronofsky (‘El cisne negro’), protagonizada por Russell Crowe (‘Gladiador’). Y es una preciosidad. El evidente talento de Aronofsky para construir imágenes poderosas, potenciado con la sugerente banda sonora y las bien seleccionadas líneas de diálogo, funcionan a la perfección. Lo curioso del asunto es que, como todos conocemos la historia de este personaje bíblico, es fácil rellenar las elipsis propias de un tráiler y completar, en nuestra imaginación, la película.

Esta sensación se repitió hace algo más de un año, con el tráiler de ‘El hombre de acero’ (Zack Snyder). Una sensación de plenitud que, pese a sus aciertos, no conseguí al salir de la sala. Incluso ahora, recordando aquellos dos minutos, soy consciente de que el tráiler fue mejor que la película. Y creo que la clave está en la lección que se le repite a todo escritor novel: elimina todo lo superficial para encontrar la pureza.

Rebuscando entre los grandes tráilers de los últimos años era imposible no destacar el que, creo, es el más emocionante de todos: ‘El atlas de las nubes’. Una obra impoluta. Es todo lo que necesitaba ser esa película –y miren que soy de los pocos que la encuentran estimulante; incluso más que el libro–, un épico viaje en el tiempo que funciona como un sueño, mezclando imágenes y sonidos en una amalgama inexplicable con palabras pero con todo el sentido en la pantalla. Y qué bien quedaba el ‘Outro’ de M83, ¿verdad?

El atlas de las nubes

El arte implica más arte, inspira más arte, y cambia la realidad. Las inquietudes de un diario, el romance de unas cartas, el suspense de un relato, la magia de una película, la veracidad de una entrevista, la transgresión de una arenga y la humanidad de un cuento contado de viva voz. ‘El atlas de las nubes’ es un complejo mapa repleto de minúsculas piezas de un puzzle enrevesado, de difícil visionado, pero que mejora cuanto más piensas en ella, en abstracto; en sus virtudes y su difuminado y detallista concepto del karma.

La película, dirigida por Tom Tykwer y los hermanos Wachowski, mezcla seis historias, en seis eras distintas, que, a priori, no tienen nada que ver: un abogado que surca el océano en compañía de un esclavo, un músico desheredado en busca de la sinfonía perfecta, una periodista que destapa un escándalo energético, un editor que termina en una extraña residencia de ancianos, un androide creado para servir hamburguesas y uno de los últimos supervivientes de una Tierra que no supo cuidar de la naturaleza.

A lo largo de tres horas, Tom Hanks, Halle Berry, Jim Broadbent, Hugo Weaving, Jim Sturgess, Du-na Bae, Ben Whisaw, James D’Arcy, Xun Zhou, Keith David, David Gyasi, Susan Sarandon y Hugh Grant se reparten un puñado de personajes, uno por historia, caracterizados y maquillados según el momento. En la novela original, David Mitchell nunca invita al lector a suponer que los personajes de una historia puedan tener algo que ver con los de otras. Tykwer y los Wachowski decidieron hacerlo así para incrementar la sensación que buscaban: todo está conectado. Y, pese a que el maquillaje en algunos casos es ridículo, la idea es acertada.

Les decía que cuanto más pienso en ‘El Atlas de las Nubes’ más me gusta. No creo que sea una película acertada. No, porque falla en infinidad de conceptos vitales: ritmo inconstante, montaje confuso y exigente con el espectador que no haya leído el libro. De hecho, la novela apuesta por contar las historias de una en una, no mezclándolas todas al mismo tiempo. Pero, curiosamente, y tal vez sea culpa de los primeros y los últimos diez minutos, ‘El atlas de las nubes’ consiguió crear una atmósfera placentera gracias a la maravillosa música del propio Tykwer y a la irreal sensación de que todo tenía un sentido.

‘El atlas de las nubes’ juega con el espejismo constante de que algo va a pasar, de que no puedes perder ni un segundo la atención de la pantalla porque la explicación está por llegar. Hay una constante colocación de piezas sobre la pantalla, en busca de una luz que ilumine el misterio. Una constante como la que dibujase Desmond en la época más brillante de ‘Perdidos’. Una constante que cambia de forma y de fondo, pero que permanece más allá de nuestro último suspiro. A través de otros, a través de la naturaleza, de la vida; del arte.

Pese a todo -y a la unanimada absoluta de la crítica-, rompo una lanza en favor de ‘El Atlas de las nubes’. No es tan grave como nos la pintaron. Y, sin que sirva de precedente, me agradó tanto o más que el libro.

Psicópatas entre las nubes

Recuerdo al profesor entrar en clase, sacar los exámenes y proclamar que Fulanito –guardaremos su anonimato– había sacado un «cero como un castillo» en su trabajo de Lengua. Y añadió: «Fulanito, tienes un cero. Pero recuerda, peor sería tener un 3 o un 4 o un 6, incluso. No hay nada peor que la indiferencia. Tú, sin duda, tienes un cero. ¡Enhorabuena!» Aunque pueda extrañarles en estos tiempos que corren de ciudadanos ejemplares, ninguno de los alumnos nos sentimos amenazados por sus palabras. De hecho, Fulanito y todos los demás nos reímos bastante y recordamos, con cierta melancolía, la anécdota de marras. Supongo que, a fin de cuentas, aprendimos una lección importante. Pese al cero de Fulanito.

Hoy se estrenan dos películas que no nacieron para honrar a la indiferencia. O sí o no. Sin medias tintas: ‘El atlas de las nubes’, de Tom Tykwer (‘El perfume’) y los Wachowski (‘Matrix’); y ‘Siete Psicópatas’, de Martin McDonagh (‘Escondidos en Brujas’). Dos cintas de una temática difícil de explicar, pero que juegan con un factor a su favor: provocan.

‘El atlas de las nubes’, basado en la novela de David Mitchell, recorre seis historias protagonizadas por los mismos actores pero por distintos personajes. A ver. Una amalgama cósmica de la que hablaremos mañana pero que guarda una promesa fascinante para el que sepa –y pueda– aguantar hasta el final.

‘Siete psicópatas’, por contra, es una idea original e inesperada. Un éxito para la mayoría de la crítica yanqui, con un ‘pero’ repetitivo: «si hubiera llegado en los 90, sería un clásico básico, un referente tan poderoso como ‘Pulp Fiction’ o ‘Reservoir Dogs’».

Si tuviera que jugarme los cuartos, apostaría porque a la mayoría de ustedes no les interesará mucho ninguna de las dos opciones. Apostaría porque, si fueran como nuestro profesor de Lengua, les pondrían un cero como un castillo; así, sin indiferencias. Pero, quizás, no lo sé, estén en el grupo opuesto, el de los que siempre creímos que el trabajo de Lengua de Fulanito fue, en realidad, una genialidad incomprendida. Ahí lo dejo.

El atlas de las nubes (libro)

Un niño sube a una higuera y ve entre las ramas una sala repleta de pinturas. Ya anciano, recuerda el olor tan característico de la lluvia mezclado con el óleo mientras relata a su nieto el color de aquella sala repleta de pinceladas. El nieto estudia Bellas Artes y su primera obra expuesta se titulará ‘la vida a través del cuadro’, que un coleccionista inglés expondrá en su mansión de Nottingham. Ahora mismo llueve allí, justo en el momento en el que el escritor decide empezar su siguiente novela: “El niño mira las pinturas mientras la lluvia le parece ajena…” La nave espacial cruza el océano de estrellas y un pasajero observa la Tierra y recuerda cuando, de pequeño, leyó la bucólica historia del niño que descubrió el arte a través de una ventana.

El párrafo anterior no tiene nada que ver con ‘El atlas de las nubes’. Y, sin embargo, es igual. David Mitchel (1969), autor de ‘Mil otoños’ y ‘El bosque del cisne negro’, escribió su novela con una idea en la cabeza: “todo está conectado”. Toda decisión, experiencia, sentimiento e impresión funciona conforme a un futuro y a un pasado. Así, el libro de Mitchel se compone de seis historias a priori inconexas que conforman una única aventura.

‘El atlas de las nubes’ tiene un arranque prometedor, una estructura original y una enorme capacidad de sugestión. Sin embargo, conforme pasan las páginas, hacia el último tercio del libro, la mitología que intenta recrear se desmorona, difuminando la magia y confundiendo al lector. Es entretenido, pero mucho menos de lo que cabría esperar de un concepto tan atractivo: la trascendencia.

El próximo 22 de febrero se estrena en España la versión cinematográfica de ‘El atlas de las nubes’, dirigida por Tom Tywker y los hermanos Watchowsky, con Tom Hanks y Halle Berry en los papeles protagonistas. Cinta que llega con un importante varapalo de la crítica y del público estadounidense y que, pese a todo, tengo ganas de ver (su trailer me sigue pareciendo una virguería preciosista). ¿Mi recomendación? Lean el libro antes de que sea tarde. No creo que estemos ante una versión tan lograda como ‘La vida de Pi’, pero, de eso, ya hablaremos más adelante.

Marty goes to Hollywood

Emprender es, sin duda, sinónimo de compartir. Al menos desde que Internet es una herramienta más de cualquier día a día -tan utilizada como el lápiz y el papel o una calculadora-. Les pongo varios ejemplos. El primero y más cercano es el caso de ‘1013‘, un corto en 3D que se está rodando en Granada gracias a un proyecto de crowfunding. ¿Crow qué? Crowfunding, vaya, lo que se ha llamado toda la vida “a pachas”. A saber: alguien toma la iniciativa, pide ayuda en la Red para una idea personal y busca financiación. Y, según la cantidad que aportes, te conviertes en un productor tipo Ratoncito Pérez o Harvey Weinstein. Pero, en cualquier caso, aparecerás en los títulos de crédito como parte de la película.

El otro caso del que quería hablarles es el de ‘Marty goes to Hollywood’. Marty entró en un bar de Glasgow y le contó a sus amigos que acababa de terminar un rodaje. El bueno de Marty es actor e interpreta al hermano de Tom Hanks en ‘El atlas de las nubes’, próximo estreno de los Wachowski. Sus amigos se quedaron alucinados, quisieron saber cómo era Halle Berry en persona y rellenaron varias veces sus pintas de cerveza para brindar por el éxito. Sin embargo, la conversación terminó con una pregunta para la que Marty no tenía respuesta: «¿Irás a la premiere de la película en Los Ángeles?»

Los amigos de Marty no podía creer que no fuera a ir. “No tengo dinero para el viaje”, les dijo. Se mantuvieron en silencio unos minutos, hasta que uno de ellos lanzó el reto: “¿Y si hacemos una campaña de crowfunding para rodar un documental que cuente cómo el secundario Marty Docherty llegó a Hollywood para asistir al estreno de ‘El Atlas de las nubes’?” El proyecto les gustó tanto a todos que, pocas horas más tarde, ya existía la web: ‘Marty goes to Hollywood‘.

Ayer crucé dos palabras con Marty por twitter y me dije que, tal vez, podía aportar mi granito de arena y dar a conocer sus intenciones. Me encantan estas cosas. Las historias inesperadas de secundarios inesperados. Me encantan. ¡Llevemos a Marty a Hollywood!

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