‘Noé’ y otros tráilers de plenitud

Tal vez sea fruto de la sociedad del tuit, de la manifiesta incapacidad general para mantener la atención durante un prologando espacio de tiempo o, simplemente, de la imperiosa necesidad de vender. Los tráilers se han convertido es un producto en sí mismo, algo mucho mayor que una promoción. Casi todos cometen el doloroso pecado de desvelar lo que nos vamos a encontrar en la sala pero, en algunas ocasiones, pese al error, el tráiler funciona como una obra independiente. Un bello producto que, incluso, puede superar a la película completa.

Ayer se estrenó el primer spot de ‘Noé’, la prometedora cinta de Darren Aronofsky (‘El cisne negro’), protagonizada por Russell Crowe (‘Gladiador’). Y es una preciosidad. El evidente talento de Aronofsky para construir imágenes poderosas, potenciado con la sugerente banda sonora y las bien seleccionadas líneas de diálogo, funcionan a la perfección. Lo curioso del asunto es que, como todos conocemos la historia de este personaje bíblico, es fácil rellenar las elipsis propias de un tráiler y completar, en nuestra imaginación, la película.

Esta sensación se repitió hace algo más de un año, con el tráiler de ‘El hombre de acero’ (Zack Snyder). Una sensación de plenitud que, pese a sus aciertos, no conseguí al salir de la sala. Incluso ahora, recordando aquellos dos minutos, soy consciente de que el tráiler fue mejor que la película. Y creo que la clave está en la lección que se le repite a todo escritor novel: elimina todo lo superficial para encontrar la pureza.

Rebuscando entre los grandes tráilers de los últimos años era imposible no destacar el que, creo, es el más emocionante de todos: ‘El atlas de las nubes’. Una obra impoluta. Es todo lo que necesitaba ser esa película –y miren que soy de los pocos que la encuentran estimulante; incluso más que el libro–, un épico viaje en el tiempo que funciona como un sueño, mezclando imágenes y sonidos en una amalgama inexplicable con palabras pero con todo el sentido en la pantalla. Y qué bien quedaba el ‘Outro’ de M83, ¿verdad?

Zack Snyder condensa 75 años de Superman en un corto

Zack Snyder prometió un corto animado para celebrar el 75 aniversario de Superman y por fin, el fin de semana pasado en la New York Comic Con, vio la luz. El corto es una preciosidad que conjuga muchos de los ‘hombres de acero’ que hemos conocido en cómics, cine y televisión. Fantástico trabajo de Snyder y de DC Cómics para celebrar el cumpleaños del héroe de Krypton.

“De las creativas mentes de Zack Snyder (‘El hombre de acero‘) y Bruce Timm (‘Superman: The Animated Series) y producido por Warner Bros, este corto sigue a Superman a través de los años, desde su primera aparición en la portada del Action Comics #1 hasta la versión de Henry Cavill en 2013… ¡todo en dos minutos!”

Creo que lo que más me gusta es la conjunción de la música. La magia de unir en dos minutos la memorable sonata de John Williams y la épica innata de Hans Zimmer funciona a la perfección. Ambos artistas han sabido convertir uno de los anhelos más primitivos del ser humano, volar, en una partitura que empuja el viento contra la cara.

La única pega que le pongo al corto de Snyder es la casi nula apariencia de Lex Luthor, el primer Walter White. La cosa es que está tan de moda lo de hacer series y películas inspiradas en el mundo del cómic que, por lo que más quieran, ya es hora de que alguien se escriba el guión del episodio piloto de ‘Luthor’. ¿Se imaginan? La historia de cómo un arrogante malversador, corrupto por naturaleza y presunto culpable de todo tipo de delitos, llega a lo más alto de la sociedad americana: es una estrella. Pero todo cambia el día en que un niñato malcriado, una sombra que se refleja en la ventana con una ‘S’ en el pecho, desafía su reinado…

¿Vemos el corto?

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El Hombre de Acero: la kriptonita

Superman vuela y el magnífico (des)orden y el acompasado ritmo de Zack Snyder en ‘El Hombre de Acero’ se descontrolan en una sobrecogedora sucesión de explosiones, rayos, puñetazos y trepidantes peleas que se acercan más a un capítulo de ‘Bola de Dragón’ que a un cómic de Superman. En cualquier caso, creo que es absurdo criticar la película por reinventar al héroe de DC Cómics. El problema es que pierde el norte, nos atosiga con efectos especiales y nos desliga de la bien construida empatía emocional: Snyder -Superman- abusa de su poder. (Sobre la primera mitad: el milagro)

La segunda mitad, casi por completo, estropea el fantástico rumbo con el que nos deleita ‘El hombre de acero’ en su primera hora. Cambia el tono y, por tanto, la actitud del espectador. Ya no somos testigos de un milagro, firmes creyentes de que un niño pueda querer ser algo más. Ahora miramos extrañados una pantalla intentando evaluar los daños de la brutal y exagerada batalla final que ocupa los últimos sesenta minutos. Es tan llamativa que el propio Washington Post ha publicado un reportaje en el que analizan las supuestas consecuencias: “129.000 muertos, 250.000 desaparecidos, un millón de heridos, dos billones de dólares de pérdidas. Comparable a la explosión nuclear de Nagasaki”. Y añaden: “Seis veces más que lo estimado en ‘Los Vengadores’”.

Pero lo que en ‘Los Vengadores’ parecía equilibrado, incluso justificado, aquí se convierte en un patio de juego excesivo. Snyder no ha sabido regular sus esfuerzos y saca toda su artillería, dejando el campo de batalla y, de paso, la sala de cine, desoladas. Henry Cavill encaja perfectamente en este nuevo ‘Superman’ y Michael Shannon borda al general Zod. El resto de secundarios de lujo (Amy Adams, Diane Lane, Russell Crowe, Kevin Costner, Laurence Fishburne), brillantes al principio, se pierden ahora en la bruma y los escombros.

No es que aburra, dispersa. Incluso los efectos especiales empiezan a parecer un tanto burdos y forzados. Pero curiosamente, cuando la acción frena, en los últimos minutos, Snyder recupera el aliento y nos regala una escena fantástica en el Daily Planet con un regusto que ya echábamos de menos. ‘El hombre de acero’ pudo ser sobresaliente y, también, insuficiente.

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¡Extra! Datos frikis para los que buscaban a la Liga de la Justicia (no lean sin ver la película, posibles spoilers):

1.- Durante la batalla final se ve el edificio de la ‘Lex Corporation’ y varios camiones de la compañía.

2.- El satélite con el que chocan al final de la película pertenece a ‘Industrias Wayne’.

3.- Una de las cápsulas que encuentran en la nave enterrada bajo la nieve contiene un cadáver. La otra está vacía. Hay un cómic de la precuela de ‘El Hombre de Acero’ en el que vemos a una chica joven en esa cápsula. ¿Supergirl?

4.- Esa escena final, la única en la que hay un chiste con una soldado. Según los créditos ella es Carol Ferris, la novia del primer Green Lantern, Hal Jordan. La misma Carol Ferris que interpretó Blake Lively en esa joyita cinematográfica que todos intentamos olvidar…

5.- ¿Planea o no planea DC una saga de la Liga de la Justicia? Parece que sí, ¿no?

El Hombre de Acero: el milagro

¿Y si un niño soñara con ser algo más? La pregunta, formulada casi como versículo bíblico, guía la poderosa visión de un Dios que se hizo hombre, que abandona los cielos para sacrificarse por nosotros y al que, llegado el momento, se deberá a un acto de fe para superar la traición de un Judas disfrazado de humanidad. ‘El hombre de acero’ es una constante referencia al cristianismo, al hijo inesperado que se cría entre hombres para obrar milagros en el anonimato, hasta que el resto estemos preparados para creer en ellos.

No se trata de una lectura disimulada, Zack Snyder subraya constantemente los paralelismos entre el portal de Belén y Kansas, entre la cruz y la posición en la que Superman (Henry Cavill) cae del espacio, entre la Virgen y San José, entre Martha (Diane Lane) y Jonathan Kent (Kevin Costner); entre el omnipresente -e inexplicable- Espíritu Santo y Jor-El (Russel Crowe).

‘El hombre de acero’ sorprende en su arranque y te obliga a decir “no es la película que esperaba”. Y eso es una buena noticia. El interesante trasfondo y la simbología bien interpretada consiguen una primera mitad sobresaliente. No solo es entretenida, tanto como la mejor película de acción, sino que goza de un montaje acertadísimo repleto de imágenes arrebatadoras con el que Snyder nos enamora al son de la maravillosa melodía de Hans Zimmer.

Con el ambiente idóneo, tras sesenta minutos embriagadores de heroísmo invisible y recuerdos infantes, el espectador compartirá el mismo éxtasis que lleva a Clark Kent a colgarse la capa roja. Y volará. Volaremos todos. Podemos volar sentados en la butaca. Podemos entender el milagro, la importancia de que haya niños capaces de soñar con ser algo más. Ese algo más que la periodista Lois Lane (Amy Adams) fotografía, en busca de esa verdad que nos hará libres…

Preciosa primera mitad de ‘El hombre de acero’. Luego, llega el resto: la kriptonita.

(continuará)

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Super Hype Interruptus

No sirvo para esperar. Qué le vamos a hacer. He desarrollado un enorme potencial para deglutir las películas que consiguen generar una expectación colosal. Y sí, soy débil, y caigo con facilidad en el puñetero márketing de las grandes productoras: me carcome no tener ya mi entrada para ver ‘El hombre de acero’ (Zack Snyder, 2013). Cosas de la vida, qué le vamos a hacer, así somos.

Digo ‘somos’ no porque quiera meterles a todos en el mismo saco. Por suerte para la humanidad, cada uno es hijo de su padre y de su madre. Faltaría. Pero sí percibo que cada vez es mayor el número de aficionados al cine que se toma el estreno de una película como un evento ‘irrepetible’. Eso me gusta. Verán, llevo años haciendo la misma comparación y casi nunca encuentro a alguien que se ponga de mi lado. Yo digo: “es como si echan un partido de fútbol y en vez de verlo cuando lo ve todo el mundo –o tú crees y sientes que lo ve todo el mundo-, te lo grabas y lo ves mañana”. Y me dicen: “no digas tonterías, el fútbol es en directo, una película siempre estará ahí. Puedes esperar años y la película seguirá siendo la misma experiencia”.

Tienen razón, pero no. A ver si consigo explicarlo. Una cosa es la película entendida como ‘objeto artístico’ y, por tanto, imperecedero, y otra, muy distinta, el momento. Ese momento. Qué momento: las ansias, los nervios, las esperanzas puestas en un director, una idea que te ronda la cabeza, una sensación compartida con fieles fanáticos de las historias que quieren saberse parte, jugar su papel, darle relevancia al hecho en sí; y salir de la sala con porte orgulloso: “ya la he visto”, declamas.

Creo que está cambiando. Ir al cine supone un esfuerzo y, por eso, queremos hacer de la experiencia un momento único. Somos más los que decoramos la proyección de dos horas con meses de entusiasmo. Conste que puede que luego el film sea un chasco, que no mereciera nuestra ilusión, pero el momento quedará. Ahí, imperecedero.