Es curioso cómo el universo se confabula para hacer coincidir fechas, recuerdos y silencios. Y les hablo de un universo paciente, capaz de esperar 111 años al momento exacto, a la despedida adecuada. A lo que debía ser. Frederica Sagor Maas pasó los mejores años de su vida escribiendo palabras que nunca serían pronunciadas. Subrayadas con música, tal vez. Pero nunca pronunciadas. Era imposible. El cine mudo era así.
El jueves pasado, Frederica murió en San Diego, California, después de una vida plena. Su último cumpleaños, en el que sopló 111 velas, lo avala. No puedo más que suponer lo que debe ser tener historias para rellenar más de un siglo. Pero me parece tan precioso, tan mágico, que Sagor haya muerto el mismo año en el que ‘The Artist’ honraba la memoria de artistas como ella. ¿Se imaginan cómo se sentiría al ver que una película como las suyas, escandalosamente mudas, callaba bocas y reinaba en el parnaso de los premios? ¿Ven el círculo que se cierra a su alrededor, el halo místico que cerciora los títulos de crédito?
Maas, una de las pocas mujeres guionistas de su época, firmó filmes como ‘The Plastic Age’ (1925), ‘Dance Madness’ (1926), ‘Hula’ (1927) y ‘Red Hair’ (1928) protagonizados por Clara Bow, así como producciones encabezadas por Norma Shearer como ‘His Secretary’ (1925) o Greta Garbo (‘Flesh and the Devil’, 1926).
Estudió periodismo en la Universidad de Columbia pero terminó vinculada a la industria del cine donde conoció al productor Ernest Maas, empleado de Fox, con quien se casó en 1927 y trató de sacar adelante sus propios guiones sin demasiada fortuna, una obra de entre la que destacó «The Shocking Miss Pilgrim» (1947). Frederica y su marido dejaron Hollywood a principios de los años 50 después de que fueran interrogados por el FBI acusados de participar en actividades comunistas.
Gran historia, ¿verdad?