Entre Pixar y Japón

“El arte pone a prueba la tecnología y la tecnología inspira el arte”. La frase, de John Lasseter, nos da la bienvenida a la exposición ‘Pixar, 25 años de animación’, que estará hasta el 22 de junio en el Museo Caixa Forum de Madrid. El otro día nos dimos un salto -de eje- y aparecimos allí, sin pensarlo mucho. La muestra, para los amantes del cine, es una preciosidad: bocetos, modelados alternativos, storyboards, cronologías, dibujos inspirados en las películas… Es imposible salir de la sala y no desear colgar alguna de las obras en tu salón.

Hay una cosa, zoótropo creo que se llama, que es alucinante. No importa los vídeos o las fotos o el detalle con el que se lo cuenten. Eso hay que verlo. Se trata de una enorme vitrina repleta de juguetes en distintas posiciones que, al moverse a toda velocidad y gracias a los golpes de luz, da la sensación de animación. Es pura magia.

 

Nunca había visto un zoótropo y, precisamente esta semana, he visto dos. Bueno, más o menos. Esta semana se celebraron las jornadas ‘Japón en Granada‘, un maravilloso evento cultural que se ha extendido durante toda la semana y que culminó ayer sábado en un Matsuri, un gran mercado japonés que congregó a toda la familia. Les aseguro que fue espléndido.

El caso es que asistí a una de las muchas conferencias de ‘Japón en Granada’, organizadas por la Asociación Crossover. Era una ‘visita virtual’ a los museos dedicados al manga y el ánime que hay en Japón. Además de las inenarrables ganas que me dejó de ir allí, nos mostraron un vídeo de un zoótropo realizado con personajes de Ghibli (no me digan que no saben qué es Ghibli. Venga. Por favor. ¿Totoro? ¿La Princesa Mononoke? ¿Hola?). Igualmente precioso.

Y allí estaba, en una charla organizada en Granada sobre Japón, recordando el Pixar de Madrid y las palabras de Lasseter: todo está conectado. El arte, la tecnología, las ideas, la cultura, Caixa Fórum y Crossover, oriente y occidente. Hay lazos que van y vienen por todas partes, que nos unen. Claro que, no todos tienen el espíritu necesario para atreverse a unir los cabos. Bravo por ellos.

Una pequeña posdata que me resultó entrañable. Al final de la charla, una adolescente le preguntó al ponente que por qué había tan poca gente como ella en España, personas de su edad que apreciaran como ella lo hace el mundo del cómic, del anime, del manga, etcétera. La respuesta fue: “Eres muy joven, es cuestión de tiempo. Hay muchos como tú ahí fuera”. No puedo resistirme a comparar sus palabras con las del mismísimo Wil Wheaton (‘Star Trek’, ‘Cuenta conmigo’, ‘The Big Bang Theory’ y doblador en decenas de series de animación, como ‘Naruto’, por ejemplo). Disfruten sus rarezas:

De tal padre, tal hijo

Todos los que llamé maestro coincidieron en una misma lección: el trabajo no es el eje de la vida, el eje es la vida misma, la herencia que dejas: la familia. Sin embargo, cada vez que abro los ojos y miro a mi alrededor veo rostros angustiados por fechas de entrega, horarios, gestiones dudosas, cenas frente al ordenador, despidos, entregas de currículum y entrevistas sonrientes. Tenemos patrones distintos para afrontar la rutina, escalas de valores. La gran pregunta, entonces, es obligada: ¿vivimos bajo esa escala de valores? ¿Por qué es más importante echar horas extra para quedar mejor en la oficina, que salir a volar la cometa con tu hijo? ¿Qué tiempo es el relevante?

Hirokazu Koreeda dirige ‘De tal padre, tal hijo‘ (‘Soshite chichi ni naru’), una película de distancias cortas que, al igual que su ‘Kiseki’ (2011), produce una maravillosa sensación de plenitud al tiempo que impacta e interpela al espectador por su épica cercanía. Kore-eda es capaz de unir, en un mismo relato, el drama más profundo, la comedia más entrañable y el equilibrio más zen. Esta no es una película que se quieran perder. Es magnífica.

El hijo de Ryoata nació hace seis años. Desde su llegada al hogar, se ha preocupado por darle la mejor de las educaciones en el mejor de los colegios. Como arquitecto, trabaja día y noche para obtener éxito y reconocimiento profesional. Una vida perfectamente controlada hasta que suena el teléfono. Una llamada del hospital: hace seis años se equivocaron de bebé, su hijo de sangre está con otra familia. Su hijo no es su hijo. ¿O sí?

Les aseguro que si se ponen en la piel de Ryoata -de eso se encarga Koreeda- sufrirán por él. Es tal la empatía entre nosotros y los protagonistas que se hace imposible no hacerse las mismas preguntas: ¿cambiarías a tu hijo?, ¿soy buen padre?, ¿estarían mejor conmigo?, ¿con ellos? Un proceso traumático que, sin embargo, se recorre con una extraña sonrisa en la boca. ‘De tal padre, tal hijo’ es un hermoso encuentro entre el hombre que somos y el que queremos ser. Una preciosa lección sobre la paternidad y, por tanto, de la vida eterna. De la vida que importa, de la vida que hablan los maestros.

Pdt: Koreeda dirige como nadie a los niños. 

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Grullas de Papel

La humanidad ha pronunciado cientos de insultos contra la Paz. El 6 de agosto de 1945 demostramos el daño que somos capaces de hacer en pocos minutos: 200.000 personas perecieron bajo el yugo de la bomba atómica en Hiroshima. Permítanme transmitirles la historia de una niña: «Sadako Sasaki sólo tenía dos años de vida cuando la bomba cayó en su ciudad. Era una niña feliz y energética y parecía que no le había afectado la explosión de la bomba. Pero nueve años después se le detectó leucemia, una enfermedad causada por la irradiación de la bomba.

«Cuando estaba en el hospital, una amiga suya le trajo una grulla de papel y le contó la historia de la grulla. Los japoneses creen que la grulla vive mil años. Si una persona enferma hace mil grullas de papel, los dioses le concederán su deseo de mejorarse. Las grullas le aumentaron la esperanza a Sadako y entonces se puso a hacer grullas de papel con mucho entusiasmo. Lamentablemente ella falleció en octubre de 1955 después de haber hecho 644 grullas de papel. Los amigos y compañeros de Sadako continuaron su misión e hicieron el resto para completar las mil grullas. Con la esperanza de que se pudiera evitar la guerra en el futuro, los niños juntaron dinero para construir un monumento a Sadako y a las grullas. Ahora hay una estatua de una niña sosteniendo una grulla dorada en sus brazos abiertos, en el Parque de la Paz en Hiroshima».

La catástrofe de Japón nos tiene desconcertados. Los angustiosos titulares de la mañana se atragantan con cualquier atisbo de esperanza. Sin embargo, ayer encontré una noticia que me ilusionó: ‘El proyecto de las 1.000 grullas’. Makiko es una japonesa afincada en Madrid que ha decidido creer y hacer creer. Aquí y allí. Su plan es mandar miles y miles de grullas de papel hechas por españoles, para transmitir a sus hermanos que los deseos están en camino.

Al leer su proyecto me acordé de los alumnos del IES Padre Manjón, de Granada, que, para conmemorar el Día de la Paz, se dejaron cuerpo y alma en miles de grullas de papel que colgaron en la entrada del centro y que, más tarde, mandaron a Hiroshima.

Denle buen uso a este periódico. Construyan una grulla. Construyan un deseo. Porque creer es querer; y viceversa.

Las 1000 grullas from Makiko Sese on Vimeo.

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