Rian Johnson, Star Wars y la teoría de Gordon-Levitt

Es hijo de esa generación que creció repitiendo los diálogos que dictaminan La Fuerza. Un friki. Amante confeso del cine desde sus primeros años de instituto; de hecho, fue allí, en el San Clemente High School, donde rodó ‘Brick’, su primera película. Película con la que enamoró al jurado del festival de Sundance y con la que dio el salto a la primera división de Hollywood. Fruto de esa relación nació ‘Looper’ (2012), de lo mejorcito que nos ha dado la ciencia ficción en los últimos años. Ambas cintas, ‘Brick’ y ‘Looper’, protagonizadas por Joseph Gordon-Levitt (‘Don Jon’, ‘El caballero oscuro: la leyenda renace’), actor que nos cae especialmente bien. Su último trabajo ha sido dirigir tres episodios para una serie de televisión. La serie es ‘Breaking Bad’. Uno de esos capítulos es ‘Ozymandias’, por el que aún resuenan las ovaciones de público y crítica, y que el mismo Vince Gilligan -creador de ‘Breaking Bad’- considera el mejor episodio de toda la serie. También canta folk y toca el banjo.

¿Qué más necesitan para levantarse del sillón y aplaudir que Rian Johnson sea el director del Episodio VIII de ‘La Guerra de las Galaxias’? ¿Se les ocurre un currículum mejor? ¿Aún suponiendo que dentro de unos años nos decepcione el resultado, no les parece que su fichaje es muestra indiscutible de la renovación explícita de Lucas y Disney? ¿No les parece alucinante que J.J. Abrams, Rian Johnson y un tercer director similar trabajen en una misma trilogía de aventuras? ¿No están deseando pagar sus entradas ya?

Yo sí. No se lo niego. Estoy francamente ilusionado con las decisiones que están tomando Disney y Lucas. Mis expectativas por la nueva trilogía de Star Wars crecen y eso, amigos de los wookies, es un problemón. ¿Por qué? Porque ya no me vale con una serie de películas para salir del paso y sacarnos los cuartos a los espectadores fáciles. No. Espero la mejor de las aventuras en el espacio.

Lo que me lleva a la siguiente apuesta: Joseph Gordon-Levitt será el Billy Dee Williams de la nueva saga. Quiero decir, ese secundario carismático que aparecerá en la segunda película y cuyo nombre no tardaremos en aprender. Sí: el nuevo Lando Calrissian.

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Don Jon

ATENCIÓN: SEXO GRATIS CON SCARLETT JOHANSSON. Si no he llamado su atención –sea hombre o mujer, no importa su sexualidad–, tal vez no le merezca la pena seguir leyendo. Ni ir al cine. Si, por el contrario, pertenece al 95% de la humanidad viva, no pierda la pista de Joseph Gordon-Levitt (‘El caballero oscuro: la leyenda renace’, ‘500 días de verano’) uno de los artistas más versátiles de la estela hollywoodiense. Su planteamiento es sencillamente genial: dirigir una película sobre un adicto al porno, protagonizarla y elegir como compañera de reparto a la rubia más sexy del planeta, Scarlett Johansson. Con la que, por supuesto, se magreará a tutiplén. Venga, ¿es o no es para darle una ovación?

Don Jon’, sin embargo, es una fachada llamativa construida sobre unos pilares sólidos y una narración muy inteligente. Gordon-Levitt supera las apariencias y utiliza un tabú social, el porno, como excusa para hablar del amor más humilde, terrenal, contradictorio y realista. Y de cómo nosotros, hombres y mujeres, aislamos toda opción de felicidad por una ambición –una fantasía– totalmente irreal.

Sus amigos le conocen como Don Jon porque es un Don Juan moderno. Un ligón empedernido que cada noche se lleva a casa a una nueva mujer, a cada cual más espectacular. Su secreto, sin embargo, es que después de acostarse con ellas, enciende el ordenador y ve porno. Todo cambia cuando Barbara (Scarlett), una explosiva y exitosa diva, le pilla con las manos en la masa.
La excelente química entre Joseph y Scarlett (y, más tarde, con Julianne Moore) sostiene una película de formas canallas y fondo desafiante. ¿Por qué hay que avergonzarse del porno y no de querer tener un romance como los del cine? ¿Qué es más inverosímil, una orgía descontrolada o el abrazo de Leonardo DiCaprio y Kate Winslett en la proa del ‘Titanic’? El discurso, dirigido con un acertado pulso y un montaje travieso, conseguirá que ellos y ellas se revuelvan en la butaca ante verdades incómodas y sonrisas cómplices.

Y después de dos horas entretenidas, sinceras y directas, sin tapujos, ‘Don Jon’ vuelve a escribir en mayúsculas, una basta, nada romántica y muy funcional definición del amor. Un amor sacado de carriles y convenciones. El amor por el amor, transgresión y ñoñería al mismo tiempo, una frase  –una apariencia– que no entenderán hasta que vayan al cine:

SU MIRADA ME LA PONE DURA.

DON JON

 

Looper

cuando crees que estás acabando, tan solo es el principio. El camino, como les decía, es una fuente inagotable de posibilidades que vive a expensas de nuestras decisiones. Puede que la apariencia física, la del círculo, sea inamovible, pero somos nosotros los que decidimos qué sucede en el como herederos de nuestras acciones. La única cuestión que queda por resolver, entonces, es saber si las consecuencias son siempre lineales: ¿el bien comporta el bien y el mal, más mal? ¿Y si un acto violento y descabellado construyera un futuro mejor? ¿Un círculo mejor?

‘Looper’ es la muestra patente de que no es necesario un desafío total de efectos especiales para conseguir una Ciencia Ficción de primerísimo orden. Rian Johnson (‘Brick’, ‘Breaking Bad’) escribe y dirige una película soberbia, elegante en sus formas y compleja en contenido. Un relato apasionante sobre los viajes en el tiempo y la vida entendida bajo el precepto oriental del karma.

Joe (Joseph Gordon-Levitt) es un Looper, un asesino contratado por las mafias del futuro para eliminar a sus víctimas en el presente, eliminando cualquier pista temporal. Todo cambia el día en que Joe debe asesinarse a sí mismo, a otro Joe con 30 años más (Bruce Willis). La potente premisa no solo crece a lo largo del guion, sino que entran otros factores inesperados que convierten al film, por derecho, en una de las grandes del año. En una referencia atemporal.

Los carismáticos Gordon-Levitt y Willis hacen justicia a sus personajes con un trabajo icónico que seguro será imitado de ahora en adelante. Johnson sigue la estela de Christopher Nolan y, al terminar la película, sólo los que quieran profundizar verán guiños que, a priori, pasan desapercibidos, liberados a la atención e imaginación del espectador. El camino es una fuente inagotable de posibilidades que enriquecen la experiencia. Una lección que Johnson aprendió al descubrir que el secreto de crear un círculo es que

El Caballero Oscuro: la leyenda renace (II)

El gran problema de ‘El Caballero Oscuro: la leyenda renace’ no reside en las altas expectativas del espectador amante de la obra de Christopher Nolan, como se ha insistido hasta la saciedad por aquellos que ven un «cierre magistral a la saga de Batman» –ojo, que me parece maravilloso que haya defensores, benditos sean los gustos y criterios variados–. La decepción está al otro lado, en la batuta de un director que no arriesgó lo suficiente.

(Los siguientes párrafos están repletos de spoilers y si no han visto la película no deberían leerlos. Avisados están)

La imagen más poderosa de ‘La Leyenda Renace’ es la máscara de Batman partida, abandonada en el suelo de una oscura alcantarilla, tras la imponente espalda de Bane. Ese preciso instante, hacia la mitad de la película, es el momento en el que se optó por la convención con un guion previsible, tradicional y complaciente. Nolan debería haber sido valiente. Nolan debería haber matado a Bruce Wayne (o dejarlo paralítico, ya saben).

De haber sido así, la lectura global de la película y de la saga cambiarían por completo, dando sentido a las dos ideas que guiaban las anteriores entregas: «¿Por qué nos caemos, Bruce? Para aprender a levantarnos» y «O mueres como un héroe o vives lo suficiente para convertirte en un villano». Dos ideas poderosas y complejas que convertían al ‘simple’ héroe de cómic en protagonista de una enriquecedora fábula filosófica.

Con la muerte de Wayne no criticaría la levedad de Bane, un villano formidable que termina encerrado en el cuerpo de un monstruo de los Power Rangers. Ni la sensación de fraude que transmite la prisión rocosa y el pobre papel de Marion Cotillard. Ni el sinsentido de Catwoman, una ladrona ninja que cumple una misión inexistente. Ni la inteligencia supina de Blake al saber que Bruce Wayne es Batman después de cruzar sus miradas. Blake. Joseph Gordon-Levitt, el que debería haber sido el protagonista de la segunda mitad de la película. Eso sí que hubiera sido un renacer. Un renacer que sobrepasaría las fronteras físicas en pos de una leyenda inmortal: la leyenda de Batman.

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