El árbol de los libros

Estaba escribiendo y me puse a leer. Es un efecto sinestésico que me pasa a menudo, con todo tipo de narraciones. No es raro que esté viendo una película y recuerde que me muero de ganas de jugar a la consola; o que esté escuchando una canción y me la imagine como parte de un guión improbable; o que esté leyendo una novela y mientras mis ojos pasean ajenos por párrafos y páginas, mi mente escriba ideas en el aire. Esta vez fue al revés: escribía y me puse a leer.

Para los que tenemos la suerte de disfrutar con las historias, hay días que invitan a la aventura. Ayer paseé por la Feria del Libro de Granada acompañado de un zurrón vacío y hambriento. Es una cuestión de magia. De alquimia. El cónclave de libros y libreros es un evento fascinante con el que, cada año, vuelvo a transformarme en un Bastián deseoso de Atreyus. Se lo escuché a un profesor de la Facultad: “A veces los libros te buscan a ti. Paseas por estanterías y, de repente, una vocecilla invisible te llama a gritos: ¡soy yo!”

No creo que los libros puedan morir. Es como creer que el fruto de los árboles y de la tierra morirá. Por mucho que evolucione la técnica, por mucho que comprimamos el alimento en pastillas químicas o zumos proteínicos, necesitamos el árbol y la tierra para vivir. Igual que los libros.

La pena es el tiempo. Siempre es un problema de tiempo. Gente que vive aterrorizada por la lectura hasta que descubre que se equivocaba. Y, créanme, ese día llega. O llegará. La sed no se puede aguantar, hay que saciarla. Y la naturaleza es sabia. Pero la pena es el tiempo: qué difícil convencer a alguien de que leer le hará feliz. Qué difícil conseguir que alguien entre en una librería, silencie el ruido inútil y escuche la vocecilla que le grita.

Paseen por sitios con libros. Es una buena terapia. Yo dejo de escribir. Voy a leer.

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El nombre del viento, la serie

He contado cientos de veces las caras de asco y la mirada prepotente que me dedicaban ciertos contertulios cuando les recomendaba la saga literaria ‘Juego de Tronos’. Claro, todavía no era famosa por la serie de televisión y nadie la tomaba en serio: ¿Leer un libro gordo? ¿Enanos, caballeros y dragones? ¡Eso es cosa de niños! Mira tú por dónde, el tiempo puso las cosas en su lugar y, aquellos mismos que dilapidaron los libros de mi estantería, ahora se confiesan fans irreductibles de George R. R. Martin.

Precisamente fue tras una visita del escritor a Granada, el día en que un puñado de lectores le conocimos en persona (cuando no llenaba auditorios inmensos) en una humilde tienda de cómics del centro de la ciudad, cuando vaticiné, literalmente, lo siguiente: “cuando se estrene la serie de la HBO, aquí no entrará un alfiler”. El resto de la historia ya la conocen: máxima audiencia en televisión, récord de venta de novelas, un fenómeno que crece cada día…

Desde hace unos años me pasa exactamente igual con ‘El nombre del viento‘, la primera entrega de la saga de Patrick Rothfuss. Empecé a recomendarla, pero la respuesta, aunque no tan violenta -utilizaba una estrategia muy sagaz: “recuerda lo que pasó con ‘Juego de Tronos’”- ha sido mínima. Pues resulta que la FOX, que ya anunció el año pasado su intención de convertirla en una serie de televisión, ha empezado a mover fichas: Arnon Milchan (‘El Club de la Lucha’) liderará al equipo de producción y Eric Heisserer (‘La Cosa’) al de guionistas. Además, ya se está buscando al actor idóneo para interpretar a Kvothe y al resto de personajes de la conocida como ‘Crónica del Asesino de Reyes’.

Les podría contar de qué va ‘El nombre del viento’ o ‘El temor de un hombre sabio’, las dos novelas ya publicadas en España (aún no ha salido el tercero, ‘Las Puertas de Piedra’). Podría hablarles del virtuosismo de los edena, la simpatía de la Universidad, el sigilo de Auri, la belleza de Felurian, el humor de Sim, los gestos de Tempi o, tal vez, de cómo empezó la leyenda del ‘sin sagre’ y sus tres silencios. Pero, qué demonios, ¡tienen las novelas esperándoles en la librería!

PDT. Patrick Rothfuss asistirá a final de mes al Celsius 232, festival de literatura fantástica de Avilés. Acompañado, entre otros, de George R. R. Martin. Guiño, guiño.

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La ladrona de libros

Escribe. El imperativo de ‘La ladrona de libros‘ robará una sonrisa cómplice a todos los que, un día, aprendieron a leer y desearon unirse a las filas del ejército de la narración. Ese pequeño -y reservado- guiño es, quizás, el gran clímax de una película que mantiene durante dos horas una promesa de emoción que nunca llega a culminar.

Pocos años antes de que estalle la Segunda Guerra Mundial, el entrañable Hans (Geoffrey Rush, ‘Piratas del Caribe’) y la estricta Rosa (Emily Watson, ‘Caballo de Guerra’) adoptan a Liesel (Sophie Nélisse, ‘Profesor Lazhar’), una pequeña niña rubia que porta un curioso libro entre sus manos. Toda apariencia de tranquilidad se desvanece la noche en que Max (Ben Schnetzer) llama a su puerta y suplica que le escondan: es judío y se avecinan tiempos oscuros.

El film de Brian Percival (que viene de realizar la serie ‘Downtown Abbey’) debería ser un estallido de sensaciones porque lo tiene todo: una localización bella, intérpretes sobresalientes, una época convulsa, romance, guerra, niños con ganas de aventura y una poderosa idea final sobre el arte y las historias. Y, sin embargo, falla. No se puede tildar de mala película, porque no lo es. Tal vez sea vaga, imprecisa, demasiados disparos para dar en una diana (la expresión que necesito es “deja con el culo torcido”, pero no quería ser burdo; hala, ya lo he dicho).

En ‘La ladrona de libros’ pasan cosas y luego pasan más cosas y luego otras más. Siempre con la sensación de que está a punto de despegar. Pero no. La estructura, además, resulta extraña ya que, después de dos horas de más o menos levedad, Percival agolpa en cinco minutos un centenar de hitos que caen en saco roto. Luego está el absurdo del doblaje: ¿De verdad era necesario utilizar durante toda la película palabras alemanas para que recordáramos que son alemanes?

Una pena que Geoffrey, Emily y Liesel salvan de la quema bajo la acertada batuta de John Williams. El placer de ver trabajar al Señor Rush debería ser siempre una excusa para ir al cine.

(Pdt: La aventura de Liesel funciona  funciona mucho mejor como libro que como película)

Film Review The Book Thief

La ladrona de libros (en la era digital)

Pensaba en la protagonista de ‘La ladrona de libros’ (Brian Percival) y, aún sin conocerla, quiero comprender las razones que pueden llevar a alguien –un niño, un anciano– a rescatar una historia de la quema. Del olvido. La sola idea de jugarse el pellejo por salvar algo que amas, algo que a todas luces es inútil y, al mismo tiempo, vital, me fascina. Pero claro, un libro es algo que se puede tocar. Se puede cargar, esconder en una bolsa, portar con discreción. ¿Qué pasará cuando las historias no existan físicamente? ¿Podremos salvarlas?

El otro día escuché a un compañero decir que la era de las estanterías repletas de libros, películas y demás «bultos» ha terminado. Ahora, subrayaba, todo viaja en un ebook o en plataformas de vídeo online. Es cierto que la anatomía del hogar ha cambiado por completo. Vivimos en casas cada vez más pequeñas y resulta más cómodo sustituir una pesada estantería por un centenar de discos duros. Supongo que es el futuro, algo inevitable; pero me apena.

Atesoro mis libros y mis películas y mis cómics y mis videojuegos. Son mis historias y haría lo posible por robarlas, igual que la niña de la película de Percival. Quién sabe, lo mismo en ese futuro digital, táctil y descargable, el día que se pierda una historia, terminaremos como Matthew McConaughey y Christian Bale en ‘El imperio de fuego’ (Rob Bowman, 2002). Cinta de ambiciones dudosas que contaba con una escena entrañable en la que los actores, situados en una era apocalíptica hundida en el olvido, interpretaban ‘La Guerra de las Galaxias’ a los niños supervivientes.

Sé que nosotros, los que creemos en las estanterías, somos una especie en extinción. Pero, qué sé yo, la humanidad vendió y dejó de comprar todos sus vinilos y ahora resulta que tienen un valor incalculable. Supongo que es una cuestión de sentirse parte: proteger el objeto es proteger la historia. Y eso, cada vez, es más difícil de entender. Cada vez más inútil. Cada vez más vital.

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Los preparativos

Ir a la librería siempre es un ritual estimulante. Hay algo en el olor a libro, a páginas y cubiertas, que tiene el poder de abstraerte de lo que sucede más allá del cartel de ‘bienvenidos’. El ronroneo de las páginas fisgonas, de las estanterías que van y vienen, del simpático marcapáginas que la dependienta coloca entre la 230 y la 231. Las librerías tienen algo de lugar común porque todos tenemos recuerdos en ellas que evocan a la infancia. Entonces entrábamos con cierta obligatoriedad, ahora, libres y conscientes, disfrutamos de la palabra escrita.

No sé si a ustedes les pasaba igual, pero cuando llegaba el verano, una semana antes de irnos de viaje, íbamos a la librería a comprar los cuadernillos Santillana. Ahora sé que aquello era una trampa. Te estropeaban los dibujos animados de la mañana con los deberes voluntarios para que, un día, años más tarde, cuando prepararas tus vacaciones, sintieras la obligación de visitar la librería y llevarte algo contigo. Bendita trampa.

Ayer estuve en los pasillos de mi librería favorita, husmeando entre lomos y portadas, en busca de la compañía perfecta para las vacaciones. Porque las vacaciones son tiempo de desconexión y, para los amantes de las historias, también son una oportunidad. Leemos los libros que no pudimos leer durante el año y vemos las películas y series que nunca entraron en parrilla. Así, la preparación de las vacaciones se convierte en un magnífico trailer de las aventuras, romances, intrigas, revueltas y terrores que acompañarán a las fresquitas noches de verano.

Ya tengo mi lista. Voy a empezar leyendo ‘Capital’ (John Lanchester), veré la primera temporada de ‘Boardwalk Empire’ y algo de ‘Dr. Who’, y ya he seleccionado ‘Spring Breakers’, ‘Tesis sobre un homicidio’ y, una vez más, a ‘Willow’ -en flamante edición Blu-Ray-. Eso sin contar las visitas al cine, claro, que también hay citas más que señaladas. ¿Por ejemplo? ‘Pacific Rim’.

¿Cómo llevan sus preparativos para el viaje? ¿Visitaron ya su librería favorita?

 

 

 

 

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