The Visit, de M. Night Shyamalan

Tener todos los medios del mundo, a veces, es el mayor de los problemas. Lo hemos visto cientos de veces, directores que ruedan películas formidables sin un duro en el bolsillo que pervierten su creatividad en cuanto las grandes fortunas de los grandes estudios de Hollywood tocan a su puerta. Películas que, cimentadas sobre la idea de que con pasta todo es posible, fenecieron, irónicamente, por una insultante falta de imaginación. A saber: ‘John Carter’ (Andrew Stanton), ‘Elysium’ (Neill Blomkamp) o la última trilogía de ‘La Guerra de las Galaxias’, esclavizada por las pantallas verdes y el más difícil todavía.

Pero el gran caso, el gran nombre, la gran víctima del Hollywood más imponente es M. Night Shyamalan. ¿Cómo no recordar con asombro los finales de ‘El sexto sentido’ y ‘El protegido’? Sin embargo, su talento ha quedado gravemente en entredicho con las producciones que contaban con más presupuesto: ‘Airbender, el último guerrero’, ‘After Earth’, ‘El incidente’… De hecho, pese a las críticas negativas universales, creo que el Shyamalan más auténtico solo consiguió regresar a su espíritu más original con ‘La joven del agua’, ese pequeño cuento repleto de guiños fantásticos. Un pequeño cuento con un presupuesto mucho más bajo, claro.

Atrapado en esa burbuja de fracaso adulterado con billetes, acabamos de saber que Shyamalan ha optado por una vía alternativa para su próxima película. El cineasta ha rodado una película en secreto, ‘The Visit’, que se estrenará el 11 de septiembre de 2015. Sin intérpretes mediáticos ni invasivas campañas de marketing. No se ha visto ni una sola imagen. Y de su trama solo sabemos lo que muestra la pequeña sinopsis publicada en IMDB (International Movie Data Base): «Una madre soltera descubre que la vida de su familia empieza a ir mal después de que sus dos hijos visiten a sus abuelos».

Nada más. Todo pequeño. Sin admiraciones ni subrayados. Sin un presupuesto desorbitado ni expectativas altas. Sin ideas predeterminadas de lo que va a pasar en la sala. Pero con un enorme mundo de posibilidades por delante. ¿Volverá Shyamalan a ser Shyamalan?

M. Night Shyamalan,director de cine EEUU de origen indio, durante el rodaje de la película "El sexto sentido"
M. Night Shyamalan,director de cine EEUU de origen indio, durante el rodaje de la película «El sexto sentido»

After Earth

Recuerdo cómo mi padre le contaba a mi hermano pequeño un cuento infalible para hacerle dormir. Se lo inventaba sobre la marcha, ni siquiera tenía título, pero siempre repetía una misma frase: «irán, irán y no volverán». El protagonista era mi propio hermano, que viajaba con sus amigos de clase a la playa y corrían por la orilla y comían filetes empanados y se bañaban y reían y bajaban cuestas imposibles en bici y jugaban hasta que el sol caía, llegaba la noche y mi padre susurraba, una vez más, «irán, irán y no volverán». Will Smith ha hecho, con todos los medios de los que disponía, lo que cualquier padre haría para que su hijo soñara feliz: ‘After Earth’.

Después de leer las (duras) críticas y las (insultantes) valoraciones a M. Night Shyamalan por su (decadente) carrera cinematográfica, entiendo que les sorprenda lo que viene. Allá va. ¿Preparados? Venga, va: ‘After Earth’ no es tan mala. No, en serio, no es tan grave. Vale que no es comparable a lo que nos enseñó el director en ‘El Protegido’, ‘El Sexto Sentido’ y ‘Señales’. Pero, qué demonios, ¡es entretenida! Más aún. Dura 90 minutos, es fácilmente digerible y cumple su cometido. No discutiré con nadie que el guión, escrito por Will Smith, es una variante de la gran historia americana –un padre no ve a su hijo jugar al béisbol, y tal–, pero no llega a ser molesto.

La raza humana huye del planeta Tierra después de que la contaminación lo haga inhabitable. Cypher Raige (Will Smith) es el mayor héroe de ‘Los Rangers’, un cuerpo de seguridad que nace para proteger y servir a los civiles en el espacio. Tras volver de su última misión, su esposa le pide que pase más tiempo con su hijo Kitai (Jaden Smith), por lo que decide llevárselo a una expedición. Sin embargo, un accidente les dejará a ambos solos en un misterioso planeta repleto de hostilidad.

Prospecto: Will Smith recuerda a la versión intergaláctica de Antonio Alcántara. Jaden Smith no ha heredado la simpatía de su padre y, además, sobreactúa. No es justo compararla con ‘The Last Airbender’. El mejor Shyamalan se deja ver en algunas secuencias fantásticas. ‘After Earth’ debe consumirse sin expectativas, como si fuera la película que te encuentras en la tele un miércoles de agosto a las cuatro de la tarde. Y, si pueden, véanla como lo que es, un cuento de un padre a un hijo. Esa imagen siempre es agradable.

Wild Wild… After Earth

Vaya por delante mi más sincero respeto para el Príncipe de Bel Air. Creo que es un sentimiento bastante extendido, aceptado y contagioso: nos cae bien Will Smith. Es uno de esos pocos famosos a los que nos gusta verle triunfar. No sé, es un tipo carismático. Después de todo, su vida es un perfecto ejemplo de ‘Show de Truman’: lleva con la cámara a cuestas desde que nació. Le hemos visto crecer, enamorarse, rapear, ovacionado en el drama y en la comedia, ser padre y, por supuesto, fracasar.

La taquilla estadounidense ha dictado sentencia sobre ‘After Earth’. Y era una sentencia muy esperada porque juntaba a M. Night Shyamalan, un talentoso director (‘El sexto sentido’, ‘El protegido’) denostado por sus últimos y lamentables trabajos (‘The Last Airbender’, ‘Devil’), con la familia pródiga del star-system americano, Will y Jaden Smith. Un experimento casi de alquimia, de fusión de opuestos, para conseguir una reinvención de Shyamalan y una nueva medalla para los Smith. Sin embargo, las matemáticas mandan y más por menos, menos.

Según Metacritic la cinta merece una nota de 32/100. Una calificación desastrosa para un proyecto de esta magnitud, con calificativos del tipo «lamentable guión», «espectáculo bochornoso», «actores vacíos» y «sinsentido general». El film, que llegará a nuestras pantallas el próximo 28 de junio (es el problema de estrenar las películas con tanta diferencia, todos los adjetivos se engrandecen y pierdes el golpe de efecto inicial), guarda ciertas reminiscencias con ‘Wild Wild West’ (Barry Sonnenfeld, 1999), el mayor batacazo del actor en su carrera. El tiempo dirá cuál de las dos es peor.

Sea como sea, he aquí una confesión de esas que hacen daño: ‘Wild Wild West’ me divierte. Es ridícula, se parodia a sí misma y su guión sólo será comparable al que apunta maneras de ser el gran truño veraniego de este año, ‘El llanero solitario’ (Gore Verbinsky). Pero es que yo, como les decía, respeto mucho al Príncipe de Bel Air.

La trampa del mal

Los títulos españoles suelen ser providenciales a la hora de destripar una película. En este caso, no hay lugar a dudas: hay una ‘trampa’ y la ha puesto ‘el mal’. Lo curioso del asunto es descifrar cuál es el sentido de la palabra ‘trampa’. Tres opciones:

a) Se refiere a que en la película hay una persona que no es quien dice ser

b) Al final de la cinta alguien pisará la ‘zamburguesa’ equivocada y no conseguirá vencer al Chino Cudeiro

c) Nos cuelan lo de “de la mente de M. Night Shyamalan” para hacernos creer que no se trata de una peli cutre de la sobremesa de Antena 3.

‘La trampa del mal’ es una suerte satánica de los diez negritos de Agatha Christie. Seis personas terminan encerradas en el mismo ascensor tras una serie de casualidades bíblicas. Con la mala fortuna, mira tú por dónde, de que uno de ellos es la invocación del mismísimo Belzebú. Y, claro está, si eres un demonio y posees el cuerpo de un ser humano no es para hacer amigos e intercambiar útiles en la granja de Facebook. No. Matas, uno a uno, a los cantamañanas que viajan contigo porque todos, sin excepción, han cometido un pecado de bulto: robar, estafar, asesinar o ver la gala de Operación Triunfo y al día siguiente, en la oficina, asegurar que El Follonero fue intelectualmente evocador. La cinta de John Eric Dowdle (‘Quarantine’) se convierte en una especie de ‘Quién es Quién’ a lo macabro en el que sólo puede quedar uno.

En realidad, si no se lo toman en serio, ‘La trampa del mal’ es un entretenimiento pasable. Dowdle, consciente de que no hay yema donde mojar el pan, nos invita a una chalaura de 80 minutos; muy poco metraje para los tiempos que corren. Con lo que antes de que se les pase por la cabeza algún improperio contra la calidad final del producto -o de los actores- ya estarán saliendo de la sala, comentando la de fantasmas que debe tener en la cabeza Shyamalan y el daño que se hace él solo a su nombre. Un nombre que se había ganado el derecho a reclamar una importante parcela entre los nuevos narradores audiovisuales (‘El Protegido’, ‘El sexto sentido’ o incluso ‘La joven del agua’), para luego rebozarlo todo en un sustancial wáter atascado con desechos como ‘The last Airbender’.

Por cierto, la opción correcta no es la ‘b’.

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