Thor

No sé si fueron los trajes que parecen sacados del armario del Príncipe Vultan* -el comandante de los Hombres Halcón de Flash Gordon, qué clásico- o el momentazo irrepetible de los caballeros de Asgard caminando por las calles de Nuevo México, una imagen a caballo entre un videoclip de los Village People y una de las películas más indies de la fantasía ochentera, ‘Los Masters del Universo’. El caso es que, perdónenme por lo que voy a decir, ‘Thor’ me gustó.

La esperanza de que Kenneth Branagh (‘Enrique V’) convirtiera la llegada del Dios del Trueno, emblema de Marvel, en una ‘película de superhéroes de autor’ no ha llegado a buen puerto. Pese a que su mano se deja ver en el entramado shakespeariano que rodea al reino de Odín, ‘Thor’ es, ni más ni menos, que puro entretenimiento.

Los actores están mediocres, los efectos no impresionan, el 3D es inútil, la banda sonora suena repetida y el guión es previsible hasta el milímetro. Pero, qué le vamos a hacer, me lo pasé pipa viendo a Thor repartir estopa. La historia es sencilla: El mismo día que Odín (Anthony Hopkins) va a nombrar a Thor (Chris Hemsworth) como su heredero -por encima de su hermano Loki (Tom Hiddleston, el actor más acertado del film)- y nuevo rey de Asgard, un ataque de varios gigantes de hielo estropea la velada. Thor marcha con sus hombres en busca de venganza, rompiendo años de tregua entre ambos reinos. Odín, para firmar una nueva paz con sus enemigos, se verá obligado a desterrar a Thor a la primitiva Midgard, La Tierra, donde se topará con la científica Jane Foster (Natalie Portman).

Esta antesala a ‘Los Vengadores’ -que se completará con el estreno de ‘El Capitán América’-, tiene varios momentos frikis con cameos de otros personajes que están por llegar (la aparición de Ojo de Halcón es genial; y no olviden quedarse después de los créditos, que hay premio). En cualquier caso, no entraría en discusión con alguien que dijera que ‘Thor’ es una basura. Porque, probablemente, tenga razón. Sin embargo, funciona como un buen Happy Meal: no es carne de restaurante, pero hace el apaño. Y es divertida.

*(¿Príncipe Vultan? ¿Hombres Halcón? ¿Flash Gordon? Por favor, dale al play)

Sin Compromiso

Ya perdí la cuenta. Pero tengo un amigo -todos tenemos uno así- que no hace más que recordarme que el ser humano nació para ser polígamo. En serio, el tipo va en plan científico y todo. “Mira -dice-, esto es muy fácil: tú puedes querer mucho a una persona, pero si te ponen delante a Alicia Keys, ¿qué haces? ¿No sería mucho más fácil dejar claro desde el principio de una relación que si aparece Alicia Keys no vas a tener más remedio que abdicar por una noche o dos?” Aquí el amigo, por otro lado, tampoco es que ligue mucho. Así que, ustedes verán.

La cosa es que Sir Ivan Reitman (a alguien que ha escrito y dirigido ‘Los Cazafantasmas’ hay que tratarle de Sir) quería jugar un poco con esa idea y el resultado fue ‘Sin Compromiso’, una comedia comercial que no defraudará al público del género pero que dejará un tanto chafados a los que esperen un trabajo con el marchamo Reitman. Y no porque la premisa no sea transgresora, de hecho, el punto de partida es genial: Natalie Portman quiere sexo. Esa idea vende. Y no necesita mucho más para que paguemos la entrada. Sin embargo, conforme pasan los minutos, los posibles giros de guion quedan demasiado velados. Demasiado evidentes. Demasiado típicos.

Adam (Ashton Kutcher; ‘Colega, dónde está mi coche’, ‘El efecto mariposa’) está enamorado de Emma (Portman) desde que fueron juntos a un campamento de verano, siendo unos niños. Años más tarde, después de la universidad, ambos se reencuentran y firman un ‘contrato’ por el que juran que no tendrán sentimientos el uno por el otro, sólo sexo. Lo que en lenguaje coloquial se conoce como ‘amigos con derecho a roce’.

La comedia intenta emular un poco de ciertos éxitos actuales, como ‘500 días juntos’ (Marc Webb) o la serie de televisión ‘Modern Family’. El problema es que se queda a medias de todo, sin llegar a ninguna cima meritoria. Pero, como sucede con este tipo de películas, es un divertimento estupendo si no van con otras expectativas al cine; perfecta para encender el modo encefalograma plano y disfrutar de gente guapa en la pantalla. No hace falta que la vean para saber si les va a gustar o no, ya saben lo que hay.

Quiniela de Oscar

Con la tranquilidad del que se sabe perdedor, vamos con la quiniela para la noche de los Oscar. Lo de poner diez títulos a mejor película del año está muy bien para el marketing, pero la verdad es que algunas apuestas son impensables. Y, pese a que todas los dardos apuntan a que la diana final será para ‘El Discurso del Rey’ -lo que tampoco me sentaría mal-, me voy a poner del lado de ‘La Red Social’, la otra en discordia, porque no solo es una gran película; es un ensayo del hoy más actual. No obstante, me van a permitir uno de esos apuntes presuntuosos: hay diez nominadas, algunas se llevaran premios, otras nada, pero estoy convencido de que la resonará más en la memoria, le pese a quien le pese, será ‘Origen’.

Para mejor director repito el esquema: Tom Hooper suena, pero mi elección es David Fincher. En el tema de actor principal tengo el corazón dividido. Con las excepciones de Javier Bardem, que ni ‘patrás’, y Eisenberg, demasiado nuevo, el resto me parecen muy merecedores del galardón. Jeff Bridges, Colin Firth y James Franco, excelentes. La apuesta segura, Firth. Para ellas, sin embargo, no hay discusión: Natalie Portman sí o sí. Y punto.

La interpretación de Geoffrey Rush como pedagogo me maravilló. Pero ha tenido la mala suerte de enfrentarse a un Christian Bale que huela a Oscar desde el primer minuto en pantalla en ‘The Fighter’. En la sección femenina me quedo con Hailee Steinfeld, la intrepida niña de ‘Valor de Ley’.

Una de las sorpresas del año está en la categoría de animación: ‘Cómo entrenar a tu dragón’ es una película sensacional e inesperada. Pero la perfección narrativa y visual de ‘Toy Story 3’ es indiscutible. El duelo de guión adaptado está entre ‘La Red Social’ y ‘127 horas’, la vecendora, creo, será la primera porque es mucho más exigente. El guión original, para mí, como ya les he dicho, es de ‘Origen’.

Cisne Negro

La perfección es un contrato firmado con la pluma de Satanás. Seguro que conocen a alguien que ansía desesperadamente el éxito -quizás es el que sonríe al otro lado del espejo-. Ese tipo de personas para los que el 9 siempre fue un fracaso y el 10, una motivación para seguir sumando. No basta con talento. Ni con trabajo. La excelencia, trascender más allá del ahora, es el resultado alquímico de ambos elementos. Dos escalinatas que terminan encontrándose en un elevado pedestal, alejado de la muchedumbre, donde las ovaciones se sienten como plegarias. Donde reina la soledad.

Nina (Natalie Portman) consagró su vida al baile desde antes de nacer. Inspirada por su madre, dio sus primeros pasos erguida sobre las puntas. Sus condiciones son envidiables: es elegante, firme, plástica y de una belleza desgarradora. Cuando Thomas (Vincent Cassel), el director de la compañía, anuncia el casting para encontrar a la nueva protagonista de ‘El Lago de los Cisnes’, Nina iniciará un proceso de transformación interno para cambiar su blanca figura, por la crudeza, la codicia y la erótica versión oscura del cisne.

Darren Aronofsky (‘El luchador’, ‘Réquiem por un sueño’) imprime a todas sus historias una fuerte carga filosófica. ‘Cisne Negro’ es un ensayo sobre la dualidad que convive con el ‘yo’ más externo y el traumático proceso de sacar a la luz nuestra versión más pecaminosa. Natalie Portman borda la interpretación, y no solo por el evidente esfuerzo físico que le llevó un año de duro entrenamiento, sino por su capacidad para transmitir con su mirada, sus gestos, su sonrisa torcida, una revolución íntima e invisible que terminará explosionando sobre el escenario, dos horas después. El juego constante de espejos -presentes en casi todos los planos- invita a mirar de reojo el nada despreciable talento de Mila Kunis, cuyo personaje es, al mismo tiempo, la antítesis y la inspiración de Portman -ambas tienen una escena lésbica que dará mucho de qué hablar-.

Pero no se engañen: la excelente música de Clint Mansell, la brillante sensualidad de Mila Kunis y la vertiginosa dirección de Aronofsky son los peldaños que sostienen el ascenso de Natalie Portman. Ella es el ‘Cisne Negro’, es el diez, la única que escuchará las plegarias. La que paladea, rodeada por una sinfónica soledad, la más bella y retorcida perfección.

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Globos de Oro quiere ser tu amigo

La inquebrantable belleza de Natalie Portman era motivo suficiente para convertirla en ‘trending topic’ de las redes sociales. Vestida de blanco cisne, la actriz bailó por encima del resto de canditadas y consagró su posición como favorita para el Oscar. Nada más aparecer en pantalla -y eso que por aquí, en España, fue de madrugada- los usuarios de Twitter y Facebook arrancaron, cual obrero de la construcción, sus sentidos piropos para la mujer que nos roba el suspiro.

Por eso, precisamente por eso, ‘La red social’ es mucho más que una gran película. David Fincher ha sabido leer en la vida de Mark Zuckerberg el hito que está cambiado el rumbo de la historia. El hecho de interpretar la Historia con un margen de apenas cuatro años es fascinante. Las personas, ahora usuarios, somos esclavos del F5: del cambio de estado, de las tendencias, de las señoras que miran pájaros volar y de los amigos que no sabíamos de su existencia. Pero también somos beneficiarios directos de la era de la comunicación, de la información ‘ahora’, de las fronteras derribadas y las distancias reducidas a su mínima expresión. Somos una red social.

Y, quizá, el término ‘friki’, hasta ahora despectivo y utilizado, en la mayoría de los casos, para describir a los raros, incomprendidos y apasionados por un tema, empiece a ser considerado como lo que merece: motores del cambio. Friki es Zuckerberg y friki es Sheldon Cooper (Jim Parsons), quizás el personaje que mejor parodia a una población repleta de matices y que, también, ganó el Globo de Oro como mejor actor de comedia.

Sin embargo, hay mucha gente que aún no entiende la utilidad de las redes sociales y las nuevas tecnologías. Los llamados a extinguirse en la mediocridad. Hoy, por ejemplo, podrían usar sus cuentas de Twitter y Facebook para alzar la voz y lamentar que, casi un año después, aún no tengamos fecha de estreno para ‘The Kids Are All Right’ en España (la mejor comedia del año).