Cowboys & Aliens

Con una premisa tan arriesgada -que roza el absurdo y la pamplina- como mezclar a John Wayne con el mismísimo Depredador, hay que ser muy atrevido -o muy ignorante; ambos conceptos coinciden tantas veces que qué sé yo- para hacer la siguiente declaración: ‘Cowboys & Aliens’ me gustó. Me lo pasé como un enano blandiendo su hacha en pitufilandia. Dos horas de entretenimiento que no engañan ni prometen algo que sobrepase sus más que evidentes límites narrativos. Y que deja una verdad que de auténtica que es, amarga: es el mejor papel de Harrison Ford de los últimos diez años.

Jake Lonergan (Daniel Craig) despierta en mitad del desierto sin recordar absolutamente nada. Ni siquiera su nombre. Al llegar al pueblo más cercano, Absolución, descubrirá que han puesto precio a su cabeza y que el temible coronel Dolarhyde (Harrison Ford) hará todo lo posible por verle entre rejas. Sin embargo, tardarán poco en encontrar un enemigo común: unas aparatos voladores raptan a numerosos habitantes del pueblo, entre ellos al hijo de Dolarhyde, lo que les obligará a apuntar con sus revólveres al mismo objetivo.

El mayor éxito de su director, Jon Favreau (‘Iron Man’), es que pasen los minutos y que la mezcla no nos haga poner esa cara de angustia que nos sale cuando escuchamos una canción de Justin Bieber y chupamos un limón -con la canción bastaba-. Craig y Ford, suficiente atractivo como para asegurar su éxito en taquilla, forman un buen dúo protagonista al que pone color Olivia Wilde (‘House’, ‘Tron 2’).

Por lo demás, no tiene una gran historia, una buena dirección, personajes memorables o una fotografía embaucadora. Pero, en conjunto, no falla. Por hacer el símil gastronómico, digamos que no es un plato que encontrarían en el menú de su restaurante favorito. Sin embargo, sí es esa hamburguesa que, de vez en cuando, se comen encantados de la vida. ¿Es comida basura? Sí, supongo. Pero qué bien sienta.

Los próximos tres días

Una vez que la tragedia está servida, el profesor John Brennan (Russel Crowe) lanza la pregunta en una de sus clases de literatura: “¿De qué habla El Quijote?” Unos minutos más tarde, después de ver la torpeza de sus alumnos, responde: “Tal vez, la novela de Cervantes trate sobre cómo la fe en la verdad es más fuerte que la verdad en sí misma”.

Esta espada de doble filo es el motor de ‘Los tres próximos días’, la última película de Paul Haggis (‘Crash’), en la que el director pone en la balanza dos elementos muy presentes en su filmografía: la ley y la ética. Lara Brennan (Elizabeth Banks, ‘W.’, ‘Spiderman’) es acusada del asesinato de una mujer. Y hay pruebas más que suficientes para sentenciarla a más de 25 años de cárcel, sin ningún temor a equivocarse. John, su marido, pese a los consejos de familiares y amigos, decide creer en ella (“la mujer que yo conozco mejor que nadie”) y trazar un plan para liberarla y fugarse lejos de allí. A cualquier precio.

Haggis maneja con habilidad la narración, transformando un predecible drama lacrimógeno en una emocionante cinta de acción que explota, sobresaliente, en el último tercio del metraje. Así, el cocktail de emociones y debates éticos que se desarrollan durante la presentación y el nudo, terminan convirtiéndose en una trepidante toma de decisiones maquiavélicas: “el fin justifica los medios”.

Como en casi todas las películas en las que participa Russell Crowe, el actor consigue brillar muy por encima del resto del casting, en el que destacan los cameos de Liam Neeson como un experto en fugas de prisiones, y de Olivia Wilde (13, en House), que no hace gran cosa pero siempre es un placer tenerla en pantalla.

‘Los tres próximos días’ es la cuenta atrás de la razón de un hombre que cree en una verdad muy por encima de la verdad oficial. Y, encima, es muy entretenida.