Hacer esta pregunta hoy debería ser tan doloroso como dudar sobre quién es Tolkien, Walt Disney o Hannah Barbera. Osamu Tezuka (1928-1989) es una institución. La mente creativa sobre la que se construyó uno de los movimientos artísticos más característicos de la era moderna: el manga. Su habilidad narrativa y su genio para convertir una historieta en un objeto de culto le sobreviven. En Japón, el museo Tezuka es un templo repleto de musas donde se honran su obra y su legado.
No soy, ni mucho menos, un experto en el tema. Pero puedo afirmar sin temor a equivocarme que ‘Adolf’ -basado en la biografía de Hitler- o ‘Black Jack’ -la historia de un cirujano espléndido- son joyas preciadas en las bibliotecas nacionales.
Cuando no existía esta base de datos tan asombrosa que es Internet, nadie creía que ‘El Rey León’ -en cualquier caso magnífica- era un calco bastante evidente de ‘Kimba, el león blanco’, de Tezuka. De hecho, la red ha sido uno de los grandes potenciadores del manga y el ánime en el mundo occidental, transformándolo de un producto marginal y de ‘frikis’ a una corriente cultural más.
Este fin de semana se estrena ‘Astroboy’, una versión moderna del clásico creado por Osamu Tezuka coproducida en EE.UU y Japón. Las críticas que ya conocemos -se estrenó en el verano de 2009, llega, para qué extrañarnos, con mucho retraso- no hacen pensar que estemos ante un éxito. Más bien un entretenimiento pobre. Habrá que verla.
Sea como sea, sirva su estreno para recordar la figura del japonés y para conseguir que alguno de ustedes se vaya a su librería favorita a preguntar por ‘Adolf’. No se arrepentirán.