Cárdenas me dijo que me sentara

Los periodistas, sin importar el medio, compartimos un único agujero negro que se repite a lo largo y ancho del planeta: la redacción. Muchos han sido los que han escrito sobre la épica del tecleo, el suspense de la rotativa y el perenne aroma a primera plana. Arturo Pérez-Reverte, hace unas semanas, recordaba las palabras de su primer maestro, un editor señorial y respetable que, el día que entró en el diario Pueblo, le dijo «siéntate aquí, chaval». Y empezó a ser periodista.

Estoy convencido de que todos los plumillas que leyeron la columna de Reverte hicieron un viaje temporal al día en que un tipo más o menos sensato les hizo una señal mientras pronunciaba el hechizo. «Siéntate aquí, chaval». En mi caso sucedió el viernes 15 de marzo de 2002. Me dijeron que preguntara por él, en recepción, y la sola idea me puso nervioso. «¿Está Andrés Cárdenas?», dije. Después de tantos años leyéndole en IDEAL, fue como si a un niño con aspiraciones futboleras le invitaran a conocer a Messi. Ahora sé que la expresión correcta era también la que sonaba peor: fue la polla.

Andrés me contó cómo funcionaba el periódico y me criticó algunos textos que le había enviado previamente. Me animó a que siguiera escribiendo. «No lo dejes, chaval». Y me invitó a publicar un artículo en el Evasión –un suplemento cultural que se tiraba los viernes–. Así, Cárdenas mediante, el 22 de marzo de 2002 firmé mi primera columna en este periódico, una historieta graciosa titulada ‘Aquel posible jueves negro’.

En los años siguientes pude cultivar una amistad con Andrés, repleta de charlas, cafés, lecciones de pasillo y películas para reír. «La risa, Cabrero, hay que reír, no perder el humor», insiste. Supongo que por todo esto, por todo lo que le debo, me cuesta imaginar una redacción sin Cárdenas. Menos mal que seguiremos disfrutando de su columna semanal y de esa labrada vocación por juntar palabras. Este Jueves Santo, día fraterno, vuelvo a mi «siéntate aquí chaval» y, orgulloso, le doy las gracias. Gracias, Andrés.

La identidad secreta de Clark Kent

Que Superman deje su carrera de periodismo es una muestra más de que el héroe de Kripton es, en realidad, un niño mimado y consentido que no nos necesita. Con decisiones como ésa parece decir: “Bah, ahí os quedáis con vuestros problemas”. Su ya famosa frase de “no estoy de acuerdo con la línea editorial del ‘Daily Planet’” significa, en realidad, “me tenéis hasta las pelotas, humanos”. Como dijo Tarantino, Superman es el único héroe que se disfraza de vecino monocorde, el único cuya identidad secreta es la de un periodista de sucesos. En realidad, no ha hecho otra cosa más que desembarazarse de un lastre, su versión menos real: ha sido sincero.

Lo que distinguía a Superman como un héroe era su capacidad sobrehumana para combinar el intenso horario laboral del periodista con los quehaceres básicos del héroe. Y aquí va la pregunta que debería reventar su concepción del mundo: ¿Qué define al héroe? Quiero decir, ¿qué hace que el héroe sea héroe y no uno más entre el montón? El esfuerzo. El sufrimiento por realizar una labor que pocos pueden desarrollar y que él, cargado con un gran poder y una gran responsabilidad, decide acometer. El hecho de que Superman deje de ser periodista implica que Superman deja de ser un héroe porque deja de hacer aquello que supone un esfuerzo para él. Lo de volar, levantar coches y destruir robots asesinos es tomar el camino fácil.

Superman, que les quede claro, se ha convertido en un villano más. Un personaje corrupto y acomodado a los tiempos, que finge pesar y lamento por la situación del planeta. Uno de esos tipos cansinos que cae a plomo con un discurso derrotista. Seguro que a partir de ahora puede concentrar sus esfuerzos en vencer a todos los Lex Luthors del universo, pero que les quede claro: ya no creo en Superman. Me ha defraudado, me ha fallado, nos ha abandonado.

¿Que faltan héroes en el periodismo? ¿Que la sociedad prefiera a un tonto de latón en vez de a un profesional concienzudo y empeñado en sacar la verdad a la luz? ¿Que Superman deja de ser periodista? ¡Ya era hora! ¡Ya era hora! ¡Ya era…! Maldita sea, a quién quiero engañar.

La otra verdad #paraNYTIMES

Permitan que me salte el eje por completo para compartir una iniciativa que hemos iniciado en ideal.es. La idea fue la siguiente: ¿por qué no enviamos al New York Times fotos que reflejen el lado que no se ve en su famosa galería ‘In Spain, Austerity and Hunger’? Así surgió el proyecto #paraNYTIMES. Me permite copiarles la información publicada en el periódico y lanzarles la invitación: ¿Se animan a buscar la otra verdad?

El pasado 24 de septiembre, el diario The New York Times publicó un reportaje gráfico titulado «In Spain, Austerity and Hunger» («En España, austeridad y hambre»). Quince fotografías en blanco y negro que subrayan el paro, el desánimo y la angustia que sobrevuela el país. Quince fotografías que cumplen aquello de que «la desgracia es muy fotogénica». Quince fotografías que, por supuesto, son verdad. Al menos, la mitad de la verdad.
Rostros de niños derrotados, espaldas que rebuscan en la basura, carreteras que no llegan a ninguna parte, comedores sociales repletos, marchas que reclaman justicia, inmigrantes desubicados, ira, desolación, manos manchadas, ladridos y horizontes corruptos por un toro desfasado.
Todo eso es, aunque nos duela, verdad.
Pero desde ideal.es creemos que también hay otra mitad. Otra Andalucía, otra España. Hay personas comprometidas, solidarias, apasionadas y convencidas de que hay un cambio posible. Infinidad de historias humanas que apelan a una épica humilde y cercana. Fotografías que invitan a soñar, a creer y a reír. A rebelarse contra la tristeza impuesta y la crisis; la puñetera crisis.
Y aquí es donde entramos todos. Ustedes y nosotros.
Les proponemos que nos manden fotografías en las que se muestre esa otra verdad. Fotos que transmitan, que cuenten una historia, que impresionen y que nos muestren a la mitad que invita a sonreír. Queremos grandes fotografías con gente emprendedora, solidaria, emocionada y emocionante. Imágenes poderosas y enfocadas en contar que hay otra verdad más allá de la que muestra el reportaje del The New York Times.
Queremos ver las pequeñas -o grandes- historias que te rodean concentradas en una imagen.
¿Y todo esto para qué?
Tenemos un objetivo final: mandar todas las fotografías que nos envíen a la redacción de The New York Times. Crear un pequeño y humilde libro digital de imágenes que complete la visión del reportaje publicado por el diario estadounidense. No como un correctivo, sino como una muestra ilusionante. Las fotografías seleccionadas se podrán publicar en IDEAL, ideal.es, así como en el libro electrónico recopilatorio que distribuiremos de manera gratuita.
¿Cómo participo?
Puedes enviar tu fotografía a idealdigital@ideal.es indicando en el asunto del correo ‘Fotografía NYTIMES’. El lado mayor de la imagen debe rondar los 2.500 píxeles como mínimo, en formato JPEG. De estilo libre. También es muy importante que añadas un pequeño comentario explicándonos la historia que hay detrás de la fotografía, el autor y, si lo hubiera, tu blog, fotoblog o cuenta de redes sociales.
¿Quién puede participar?
Todo el mundo está invitado. La única condición es que las fotografías estén tomadas en España y muestren esa otra mitad de la que queremos dejar constancia. Cuanta más gente participe, más grande será el mensaje.
¿Hasta cuándo puedo enviar las fotografías?
Puedes enviar tus fotografías a idealdigital@ideal.es durante todo el mes de octubre (el plazo finalizará el miércoles 31). A lo largo de este espacio de tiempo iremos publicando algunas de las fotos y las historias que recibamos, así como las imágenes que el propio equipo de ideal.es aportará al proyecto comentadas por el equipo de gráficos.
¿Te gusta la iniciativa?
Hazte eco en tu blog o redes sociales con la etiqueta #paraNYTIMES y compártelo con nosotros para que podamos retuitear y rebotar tu página desde nuestros perfiles.

The Newsroom

“Solo quería volver a una redacción”. La frase cierra el episodio piloto de ‘The Newsroom’, la apuesta periodística de la HBO, una serie que parte de una premisa tan hiriente como llamativa: la verdad. Una verdad que parte con un fuerte componente patriótico que, sin embargo, es fácilmente extrapolable a cualquier sociedad del primer mundo. Will McAvoy (Jeff Daniels), un mediático presentador de informativos, participa en una mesa redonda cuando una estudiante de Periodismo le pregunta “¿por qué Estados Unidos es un gran país”. Al principio da largas y responde con clichés pero, finalmente, optó por desenvainar la espada y esgrimir un ataque en toda regla a los cimientos del “país más poderoso del mundo”.

Aaron Sorkin (‘La red social’, ‘El ala oeste de Casa Blanca’) se involucra en el mundo de la comunicación con un objetivo en mente: devolver al periodismo su cuarto poder. El primer episodio funciona como un una purga del presente y una declaración de intenciones del futuro: olvida las audiencias, las modas, los famosos, los chascarrillos, el vídeo curioso de Youtube y la última chorrada de Lady Gaga y cuenta la verdad, sin pelos en la lengua. “Tal vez trabajes para un 5% de la audiencia global, pero ese 5% es el que será capaz de cambiar el mundo”, dicen los protagonistas de ‘The Newsroom’.

Visto el primer episodio me cuesta entender las críticas tan contundentes de la prensa norteamericana, que se podría resumir en la frase “la peor serie de la HBO”. Bueno, no puedo entrar en esos titulares, pero, realmente, creo que está sufriendo exactamente el mismo panorama al que se enfrenta McAvoy en la ficción: la verdad no interesa. Y da miedo. Y no da dinero.

Estoy deseando que tengan la oportunidad de ver el primer episodio y podamos contrastar opiniones. Supongo, claro está, que el gremio de periodistas, tan vejado en la actualidad, será más proclive a vibrar con cada minuto de la serie. Y estoy seguro de que ellos, más que nadie, sabrán lo que esa frase, “solo quería volver a una redacción”, implica en la vida de un periodista. De la sociedad.

Page One: Un año en The New York Times

Hablar del futuro del periodismo y de la función que juegan sus profesionales en la sociedad actual es un tema muy controvertido del que todo el mundo tiene una opinión. Que si el papel ha muerto, que si Internet ha matado a las exclusivas, que si Twitter es la nueva prensa, que si la televisión es un nido de buitres, que si los jóvenes no leen. En fin, qué les voy a contar, seguro que tienen una opinión muy consolidada.

El problema es que nadie sabe hacia dónde vamos. La radio tenía los días contados con la llegada de la imagen y miren, ahí siguen. Especular sobre la vida de los periódicos es casi un ejercicio de ciencia ficción, dudo que alguien acierte de pleno. Para mí la clave sigue donde siempre estuvo: contar historias de una manera atractiva, rescatar la verdad que esconden los documentos y servir al lector/espectador con lealtad y honradez, intentado preservar la calidad por encima del contenido de consumo rápido.

Para hablar y estudiar este proceso, los chicos del New York Times grabaron durante 2010 a uno de sus redactores especialistas en comunicación, afincado al papel, y a otro experto en nuevas tecnologías de la información. Así nació ‘Page One: Un año en The New York Times’, un documental con aire de reportaje en el que los periodistas de uno de los medios que más tendencia marca en el resto del planeta visualizan el futuro que ya tenemos encima.

Muy recomendable para la gente del gremio y estudiantes, sobre todo por su reveladora definición del nuevo periodista: escritor, montador, editor, cámara, infógrafo, locutor y experto en redes sociales y motores de búsqueda. Y que, además, sea capaz de ir a la calle y encontrar una buena historia que contar. ¿Quién dijo que la profesión se había estancado? Tan solo estamos aprendiendo.

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