Iron Man 3

Amigos del cómic, de las personas con grandes responsabilidades, del hype mañanero y del ansia viva por una escena que llevas años anhelando: ‘Iron Man 3’ es lo que esperáis. Altas dosis de entretenimiento visual, chistes oportunos de Robert ‘Tony Stark’ Downey Jr., guiños a otros marvelitas por doquier, una acertada y adrenalítica hora final y un hermoso teatrico tras los títulos de crédito. Partiendo de este mínimo básico que debería ser suficiente para establecer la línea divisoria entre el ‘me gusta’ y el ‘¿otra de superhéroes?’, hablemos de la película de Shane Black (‘Arma Letal’), sus problemas y sus aciertos.

‘Iron Man 3’ arranca inesperada. Musical y narrativamente hablando (sobre todo musical). Tony Stark no ha dejado de trabajar en su armadura desde la invasión alienígena de Nueva York (’Los Vengadores’). Mientras él se encierra en su laboratorio, el ejército de los Estados Unidos, liderados por el Comandante Rhodes (Don Cheadle), se enfrenta a un tirano con tintes de Bin Laden, ‘El Mandarín’ (Ben Kingsley), que ha detonado varias bombas en las principales capitales del país. Entre medias están Aldrich Killian (Guy Pearce) y Maya Hansen (Rebeca Hall), dos científicos con una idea revolucionaria. Y la siempre dispuesta Pepper Potts (Gwyneth Paltrow)… ¿Quién será el primero caer?

Recurrente. Supongo que ésa es la mejor palabra para definir el lastre de ‘Iron Man 3’: volver a una historia que suena terriblemente conocida, repleta de lugares comunes y abusos de fórmula. No, no llega a ser aburrida ni decepcionante. Es ‘nerdgásmica’, sin duda. Pero da la sensación de que en vez de avanzar en la narración, retrocedemos otra vez a un punto de partida muy trillado. Obviando el guión, hay una sombra que maneja los hilos de manera estelar: Shane Black.

El director de ‘Kiss Kiss, Bang Bang’ se lo pasa en grande jugando con los héroes del cómic, desplegando un arsenal de virtudes adquiridas en su carrera que convierten a ‘Iron Man 3’ en un conglomerado de genialidades y gamberradas. Ya sea por el tono pop, el talentoso uso de la acción (la huida de la mazmorra con una armadura que no llega, magnífica), el poderoso imaginario del perdedor sobre la nieve o el ingenioso contrapunto del niño pueblerino; Black acierta, reinventa y aporta una huella sensacional.

El legado sigue ahí: Robert es Tony y Tony es Iron Man.

Muy disfrutable. Sin 3D, por favor.

The Town

El problema de Ben Affleck es empeñarse en ser actor. Como director lo borda: ‘The Town, Ciudad de ladrones’ es un peliculón. El muy cenutrio lleva años haciéndonos creer que lo suyo no es el cine, que estaba de más y que el éxito en su trabajo era una mera casualidad. Pura fortuna física de fama efímera. Y, si le juzgamos por sus trabajos como intérprete (‘Daredevil’, ‘Una chica de Jersey’), es normal que dé un poco de grima pensar que la estrellita americana sea, en realidad, un artista. Subrayen: ar-tis-ta.

El guión, que también firma Affleck, se centra en Charlestown, ciudad americana que destaca por ser la principal cantera de ladrones de los Estados Unidos. Allí, el FBI sigue la pista de una banda de asaltadores profesionales cuyas identidades peligran por culpa de un error durante el atraco a un banco. Pero la magia de la historia reside en la maestría de Affleck para navegar por el barrio, hacernos sentir parte de un gueto marginado que protege, como el mayor de los tesoros, el respeto a sus iguales. El código de honor. Algo parecido al rollo de barrio que ya utilizó con Matt Damon en ‘El indomable Will Hunting’.

El mensaje moral, como suele pasar con este tipo de películas, no es la excusa. Los ladrones roban con amenazas, violencia, disparan sus pistolas y, si es necesario, matan. Es su trabajo y tienen aceptadas las consecuencias.

Pero donde brilla de verdad es en ‘el cine’: el juego de cámaras, de encabalgamientos, de sonidos y silencios, de imágenes poderosas con textos impactantes… ‘The Town’ es puro cine. Puro thriller policíaco con tres secuencias de robos excelentes y un ritmo con fuertes inspiraciones de la televisiva ‘The Wire’.

El único pero es el propio Ben Affleck, en su faceta como protagonista. Si tan solo hubiera usado el mismo talento que tiene detrás de la cámara para elegir a un actor más apropiado que él mismo, estaríamos ante una de las favoritas del año para los Oscar. Menos mal que Jeremy Renner (‘The hurt locker’) y Rebeca Hall (‘Vicky, Cristina, Barcelona’), le ponen el contrapunto y suben la media interpretativa.

Amigos, ‘The Town’, imprescindible.