Un sueño posible (The Blind Side)

¿Puede un hombre marcar la diferencia? Imaginen, por un momento, que nacieron para dejar una enorme huella en el mundo. Crean, sin lugar a dudas, que su leyenda será recordada por los siglos de los siglos. Acaricien, con la palma de su mano, un futuro en el que su nombre está guardado, a buen recaudo, en el corazón de otra persona. Quiero que visualicen la puerta que les da entrada a ese sueño. Un enorme portalón para el que ustedes no tienen llave alguna. Pueden empujar, gritar o, incluso, llorar. Pero la puerta nunca cederá. Llegado el momento, un tipo o una tipa aparecerán con una llave entre sus dedos, girarán el pomo y, con una sonrisa en la boca, les invitarán a seguir adelante.

«The Blind Side» no es la mejor película del año. De hecho, pongo en duda que ninguna de sus actuaciones merezca un Oscar, ni siquiera la más que correcta Sandra Bullock. La dirección no destaca. La fotografía es mediocre. La música, inapreciable. Pero, al salir de la sala, estoy seguro de que estarán impregnados de un espíritu fascinante. El clásico positivismo que invita a sonreír después de ver cualquier historia de superación.

El film de John Lee Hancock es la mejor opción veraniega para la familia, por supuesto. Para los amantes de la televisión ochentera, decir que es la versión moderna de Webster. Sólo que, en este caso, Webster no es un retaco, mide dos metros y es un deportista en ciernes.

Big Mike es un buen chico que nació en un mal lugar. Creció rodeado de pobreza, sin recibir una educación que le valiese una plaza en el instituto. Gracias a sus habilidades deportivas, un entrenador de fútbol se fijará en él y conseguirá que lo ingresen en el centro educativo. Pero no será nadie hasta que Anne (Sandra Bullock), una ricachona amante del rifle, decida abrirle las puertas de su hogar.
Muy recomendable.

Y no olviden que, algún día, sabe Dios cuando, oirán golpes, gritos e, incluso, llantos al otro lado del muro. No se olviden de abrir la puerta.

Oscar, cuatro meses después

No soy nadie para dar clase de publicidad a los lores del marketing cinematográfico en España. Pero este asunto de los estrenos tardíos –término que no deja de ser irónico- me tiene sobrecogido. A ver, que yo me aclare. La premisa es obvia: aprovechemos que la película está nominada a los Oscar para venderla y que la gente vaya a verla en tropel antes de los premios. En el peor de los casos, recojamos el tirón de una cinta que ha ganado premios o que tuvo cierto éxito en la gala del cine referente en casi todo el planeta. Si parece tan sencillo, ¿por qué lo complicamos?

Este finde se ha estrenado ‘La última estación’. Biopic de León Tolstói coreada y alabada por la crítica internacional. Y, la semana que viene, es el turno de la, ejem, ganadora del Oscar a la Mejor Actriz, Sandra Bullock y su ‘The Blind Side’.

No descartaremos el hecho de que ambas pudieran ser dos mojones de considerables proporciones. O no. Ya las veremos. El caso es que si se trata de vender… ¿No es raro? Sé que este discurso está ya muy mascado, pero en la era del ‘ahora’, del ‘todo inmediato’ y de la ‘globalización’, todo gracias a Internet, no pueden esperar que los tontos españolitos no nos demos cuenta de cómo se parte el pastel.

No es que sea el problema más grave del mundo. Es uno más. Lo que pasa es que en España somos los Jack Sparrows 2.0 por excelencia. Nos gusta piratear tanto como beber cerveza. Pero aún así, y pese a que el código de los piratas sean unas meras directrices, creemos en el honor y en la camaradería. Dennos la oportunidad, déjennos jugar limpio. La apertura del mercado es la mejor manera de ser legales. Y de frenar las violaciones indiscriminadas de deuvedés vírgenes.