El peso del tiempo en el cine

Últimamente me siento viejo. Hace poco, charlando con un compañero, recordamos ‘Matrix’. Fue una conversación muy animada sobre lo fantástica que es la película de los Watchowsky y lo doblado que nos dejó el culo en su momento. Y ahí llegó el quid de la cuestión: su momento. Yo, sin querer provocar el mazazo que, efectivamente, provoqué, dije: «Madre mía, si es que ya han pasado quince años». «Ni de coña», respondió él, «será seis o siete como mucho», añadió. «No tío, son quince, del 99, igual que ‘La Amenaza Fantasma’», subrayé. «¡¿Cómo?!», se extrañó y corrió a Google.

Lo de las arrugas en la frente o la foto del dni o las líneas en los troncos de los árboles está muy bien para medir la edad. Pero si quieren que alguien note el peso del tiempo hablen de películas. O de series. Verán el efecto de inmediato. Si quieren probar, hagan este comentario cuando sus amigos no se lo esperen, mientras toman unas cañas: «‘Perdidos’ se estrenó hace exactamente una década». Observen sus caras, no tendrán desperdicio.

Otro ejemplo muy bueno –y muy actual– surgió esta misma semana, de mano de los amigos de Walt Disney. No van los muy cachondos y anuncian que ya tienen fecha de estreno para ‘Piratas del Caribe 5’, será el 7 de julio de 2017. Y por alguna extraña razón que no llego a comprender, se permiten el lujo de recordar que la saga comenzó con ‘La maldición de la perla negra’ en el año 2003. Lo que significa que cuando vayan a ver la próxima entrega de las aventuras de Jack Sparrow habrán pasado catorce años de la original. ¿No les parece que todo va muy deprisa?

Ya que estamos, ‘Piratas del Caribe 5’, a la que se le supone el subtítulo ‘Dead Men Tell No Tales’ (‘Los hombres muertos no cuentan historias’), contará con guión de Jeff Nathanson (‘Atrápame si puedes’) y la dirección de Joachim Rønning y Espen Sandberg, responsables de la fantástica ‘Kon-Tiki’. Por supueso, produce Jerry Bruckheimer.

Nieve en primavera

Nieva en primavera, llueve en verano y el sol aprieta en invierno. Puede que otoño, época de medias tintas, sea la única que cumpla con su labor. El tiempo se ha convertido en un recurso cinematográfico fantástico para describir el estado de los protagonistas de nuestra historia. La antítesis de los copos blancos tras los días de playa, el tazón hirviendo en mayo y el indeciso armario que no sabe si quitar o poner perchas. Cada vez somos más otoño.

Ayer escuché a dos niños en la calle, mientras llovía a cántaros, parados bajo el amparo de un balcón. Cómo llueve, decían. ¡Y la semana pasada estábamos en manga corta!, gritaban alterados. Los tres -yo también- sonreíamos con una conversación, la del tiempo y la meteorología, que suele estar reservada para los momentos incómodos del ascensor. Ahora, en los tiempos que corren -en todos los sentidos-, las charlas mediocres para tiempos mediocres son también las principales.

Los chavales no tardaron en hacer la comparación: “el invierno se acerca”, pronunció uno con voz grave, imitando la brusquedad de un norteño. Sí, Tyrion, responde el otro, el invierno se acerca. ¿Tyrion?, se pregunta el primero. ¡Yo soy Jon Nieve! Ambos ríen nerviosos, hasta que el otro, empapado, sentencia severo: “anda, corre, que ni tú ni yo seremos nunca los protagonistas de la serie”.

Sus pies chapoteaban calle abajo mientras la lluvia apretaba sus dentelladas. Por alguna extraña razón el diálogo de los niños me pareció gravísimo. Si ellos no se ven como héroes, ¿quién lo hará? ¿Tan asimilado tenemos el fracaso? ¿Nos hemos acostumbrado a que otros, tan improbables como la meteorología, determinen nuestro estado de ánimo, nuestras ambiciones, nuestro futuro? El cielo no engaña: nieva en primavera. Sí, cada vez somos más otoño.

El tiempo que pierdes viendo series de televisión

Un sabio de Marruecos me dijo: “vosotros tenéis relojes, nosotros, el tiempo”. Luego me lo repitieron varios conductores, camareros y dependientes de pequeños comercios, que no eran sabios, pero utilizaban la frase para zanjar cualquier discusión posible con un turista impaciente. El caso es que allí, en general, no hay horarios. Las cosas duran lo que duran. Así, en plan Gandalf. En plan “un mago nunca llega tarde, llega exactamente cuando se lo propone”. Y claro, uno que está acostumbrado a minutar los suspiros, se pierde en un mar tan infinito de oportunidades.

El tiempo es tan valioso… Es un tesoro formidable: si lo exprimes, puedes convertirlo en un espacio determinado. Marca el ángulo de las palabras ‘señor’ y ‘usted’, transforma una hoja en blanco en una carta a los Reyes Magos y un café en una conversación imperecedera. Una pregunta que dura un segundo genera respuestas que se extienden a lo largo de toda la humanidad. Y es motivo de inspiración, sueldo, reposo y aventuras. Demonios, el tiempo lo es todo.

De aquí la importancia de la siguiente cuestión: ¿qué veo hoy? Amigos de las series de televisión, el cine y ‘Página 2’, sé que ustedes me entenderán: ¡¿no hay manera de organizar mejor el tiempo?! He llegado a un momento en el que debo cribar productos como si fuera el jurado de un concurso de narrativa. Quiero ver tantas series y películas que podría condicionar mi tiempo a una única actividad. Y eso no es sano. Creo. Dicen.

Cada día salen nuevas series (enumerarlas ya sería perder el tiempo, son demasiadas), con recomendaciones que llegan de todas partes: “no te pierdas ‘The Following’, es increíble”, “atento a ‘Vikings’, es brutal”, “¿todavía no has empezado ‘Mad Men’? ¡es un clásico!”, “el último episodio de ‘Juego de tronos’ es la leche”, “¿por dónde vas de ‘Doctor Who’?”, “’Crematorio’ es indiscutible”, “lo que me pude reír con ‘The Big Bang Theory’”, “el año que viene encuentran a la esposa de Ted…”

Si cancelan una serie que seguías, te sientes frustrado. Si no sigues una que todo el mundo ve, te sientes frustrado. Si ves un piloto y te defrauda, te sientes frustrado. Y claro, sumen el cine y los libros. Esta nueva especie hija de su tiempo, nosotros, ni tenemos relojes ni tiempo. Tenemos una obsesión. Una maravillosa obsesión que compensa después de ver, por ejemplo, el 4×13 de ‘Breaking Bad’. “Sí señor”, dices. “Mereció la pena”, suspiras.

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