Guerra Mundial Zombie

En el último año de carrera, la carismática profesora Belén Blázquez nos propuso crear el guión y la escaleta de un documental que contara, a través de sus protagonistas, cómo se iniciaría una supuesta Tercera Guerra Mundial. El objeto del trabajo era analizar hacia qué mundo íbamos y discernir cuáles son los elementos que realmente mueven las pasiones, ambiciones e iras del ser humano. Recuerdo que mi grupo estudió todas las variables. Primero fueron los fundamentalismos religiosos, luego la colonización occidente-oriente, luego el hastío del sur sobre la indiferencia del norte, luego el terrorismo… Presentamos un proyecto sobresaliente –que no lo digo yo, que lo dijo la propia Blázquez–, pero debo confesar que no consideramos la que hoy parece la opción más probable: una invasión zombie.

Podríamos decirlo suave, pero la situación invita a la bastedad: nos han hinchado las pelotas. Hay un virus que flota en el aire y que cada día se extiende por más y más rincones del planeta. Estamos hartos, enfadados, abochornados; un malestar que pasamos de unos a otros, como si jugáramos al «tú la llevas» en el patio del colegio. Marchamos cargados de mala baba, dispuestos a apretar el gatillo a la mínima. Igual que las víctimas de una mucosidad verde que brota de las alcantarillas de Nueva York (venga, por favor, díganme que entienden la referencia. Sí. Los Cazafantasmas 2).

Y así, casi sin querer, aumentamos las filas de un ejército zombie, los no-muertos que viven por rutina, ajenos a la paleta de colores que hay más allá de la avalancha.

El nuevo tráiler de ‘Guerra Mundial Z’ (Marc Foster) combina acción, intriga y mitología zombie con sus dos protagonistas absolutos: Brad Pitt y una masa informe de muertos vivientes y cabreados. Últimamente, cada vez que veo el éxito que cosechan las venganzas de ultratumba, simpatizo rápidamente con la idea. Qué carajo. Si es que cada día parece que vivimos menos. ¿A quién le extraña que nos sintamos tan identificados con los zombies? Ya les digo yo que, cuando llegue la ‘Guerra Mundial Z’, Pitt se sentirá despreciado.

¿Que cuál fue el origen de la Tercera Guerra Mundial en nuestro trabajo? Otro día hablamos.

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Fist of Jesus, los zombies de Jerusalen

Fist of Jesus‘ es uno de esos cortos irreverentes y arrebatadoramente divertidos que, de vez en cuando, brotan en la red. El trabajo de Adrián Cardona y David Muñoz ha conquistado en pocas semanas la Red, sumando medio millón de visitas en Youtube. Este Spin-off bíblico (no recomendable para espectadores de profundo calado religioso), consigue una casquería zombie de lo más entretenida.

«Realizado casi sin dinero y entre amigos, ayúdanos con una donación en http://www.fistofjesus.com para que podamos rodar un largo mucho más brutal.

http://www.facebook.com/FistOfJesus
https://twitter.com/Fiilosoraptor

‘Fist Of Jesus’ es un corto dirigido por Adrián Cardona & David Muñoz. Escrito por David Muñoz. Producido por Eskoria Films & Co. Intérpretes: Marc Velasco (Jesús), Noé Blancafort (Judas), Salvador Llós (Jacob) y José María Angorilla (Cowboy boss)

Los caminantes blancos

He aquí la promesa que ante ustedes, queridos lectores de este salto de eje nuestro, hago desde lo más profundo de mi coxis: no volveré a reírme de los héroes de acción que corren a pierna suelta por las montañas nevadas del mundo. La madre que parió a la nieve. Qué torpe se vuelve uno. Claro, sales de casa en plan periodista heroico con ganas de hacer la foto del día y entrar en la redacción con carnaza fresca, y te encuentras con que andar es el primer y gran escollo del madrugón. ¡Zasca!, al suelo. Y así, tres zascas seguidos, en pleno coxis, en la rabadilla, donde el calambrazo llega hasta la coronilla.

Los referentes están muy manidos, pero ayer fue fácil salir a la calle y encontrar al tipo de turno que mira al horizonte y, con voz sostenida, declama: «El invierno se acerca». Aunque, en mi caso, el paralelismo fue con los Caminantes Blancos de ‘Juego de Tronos’ más que con la nevada. Más cercano, incluso, con ‘The Walking Dead’, si me apuran.

Pese a la extrañeza de la situación, fue una escena genial. Verán: bajaba por el centro de Granada, sobre las nueve de la mañana, con toda la ciudad cubierta por un enorme manto de nieve. Como les decía, era muy fácil resbalar y caer al suelo, así que, cansado de los golpetazos, opté por continuar por mitad de la carretera (estamos en la calle Recogidas, para los que conozcan la ciudad). Tras dar dos pasos, descubro en el horizonte la silueta de cuatro hombres que caminan lentos, torpes y renqueantes. Como zombies. La fotografía parecía sacada de una película de George A. Romero: una calle abandonada, el viento silbando y las huellas de unos pies arrastrando el último suspiro…

En serio, fue una escena impactante. Al menos, en mi cabeza. Además, como iba con prisa, intentaba correr, pero no podía. Me imaginé como el torpe secundario que termina devorado por un ejército de comevísceras, sorprendido por una infinidad de zombies que surgen de las calles aledañas de manera inesperada. Pero, como en las películas, mi compañero Diego apareció en el último momento, en su coche, cuando la esperanza estaba perdida.
Al final llegamos vivos -con la rabadilla un poco afectada- a la redacción. Y esa es mi historia de la nieve en Granada.

Queremos ser zombies

Creo que he entendido el mensaje. Por fin. Los zombies molan tanto porque son una metáfora viviente de lo que desea ser la juventud actual: no muertos. Cadáveres andantes que recorren las calles ansiosos por hincar el diente en un trozo de carne fresca, de una vida que nos enseñaron pero que perdimos por un virus cruel e incomprensible de ambición, egoísmo y corrupción moral. Y claro, vemos personajes a los que se les ha negado el ritmo cardíaco y los cinco sentidos y nos sentimos identificados; abrumados ante tanta injusticia: «mira, un no muerto, ¡qué envidia!»

La gente, cuando ve ‘The Walking Dead’, no piensa en lo mal que lo están pasando los últimos supervivientes del planeta. No. Imaginan lo que disfrutarán los zombies al perseguir en masa, en plan fiesta de la primavera, a los ingenuos humanos que creen que lo tienen todo controlado: ¿Que tienes un contrato indefinido? ¡Te muerdo! ¿Que estás pagando una hipoteca? ¡Arranca el corazón! ¿Que tu vida es estable y no te preocupas de echar currículos ni de justificar una vocación perdida en una amalgama de números y porcentajes amargantes? ¡A la yugular!

En los últimos años han proliferado las historias de personajes que viven sin vivir. Es el caso de los protagonistas de ‘Perdidos’ y, también, al otro extremo, de los de ‘Crepúsculo’. Tenemos zombies salvajes y zombies entrañables, zombies pastelosos y zombies aventureros. Así que era lógico que terminara pasando esto: ‘Memorias de un zombie adolescente’, film que se estrenó el pasado fin de semana en Estados Unidos coronándose en el número uno de la taquilla.

La película de Jonathan Levine (que dirigió ‘50/50’, drama vitalista sobre el cáncer protagonizado por Joseph Gordon-Levitt que, tristemente, no ha llegado a nuestro país) trata sobre cómo un zombie en edad de merecer se enamora de una humana no infectada, que hará lo imposible para ‘domesticar’ a su nuevo y no muerto novio. Aquí la tendremos el próximo 19 de abril. Pero tranquilos, los que deseen ver zombies tipo ‘El Amanecer de los Muertos’ de Zack Snyder (me encanta esta película), también tendrán su dosis: ‘Guerra Mundial Z’.

Y ustedes qué, ¿viven, sobreviven o se desviven?

Zombieland (y II)

Zombieland es, ante todo, una película divertidísima. Lo será siempre que la casquería en exceso, la sangre flotante y los mamporrazos salvajes no les resulten desagradables. Para los que crecimos vacunados contra toda pincelada bizarra y visceral en la gran pantalla e, incluso, llegamos a ver una versión anodina de Jackson Pollock en un zombie descuartizando un cadáver y dejando un reguero espolvoreado de barbaridades, esta película es imprescindible.

Para hacer honor a la verdad, el gran éxito de Zombieland no está en la sangre desparramada por las calles estadounidenses. Está en el tremendo y original humor que acompaña a cada escena. Un humor que comienza en los títulos del principio, que vienen a ser la versión gore de los primeros minutos de Watchmen: escenas ralentizadas, música magistral y zombies destrozando América.

La película nos cuenta cómo, a partir de un yogurt en mal estado, un virus se expande por la población estadounidense sin remedio, dejando a muy pocos seres humanos con cerebro. Dos de ellos son Jesse Eisenberg y Woody Harrelson: el espíritu de la película. Un genial tandem cómico que mezcla la inocencia y el escrupuloso orden del joven Eisenberg, un romántico universitario, con el cateto, violento y entrañable Harrelson, el clásico tipo duro americano.

Sin duda, los capítulos protagonizados por Harrelson dan el ritmo necesario a la película para que la sonrisa tonta no desaparezca. El actor, además, comparte 10 minutos gloriosos con B. M. (no les revelaré el nombre, vayan a verla), que hace un cameo absolutamente memorable que consiguió mantener la carcajada de toda la sala. Y, si la suma de violencia, zombies, casquería y humor les gusta, el final en el parque de atracciones les apasionará.