Tierra prometida, el lugar que naces

El lugar en el que naces es el lugar al que le debes la vida. La tierra que pisas es el espacio destinado para tu huella, la huella que dejas en el mundo es la herencia y la herencia es, para siempre, tu recuerdo. Tu tiempo. No importa cuántos paraísos visites: no habrá cumbre más alta que la higuera que escalabas de niño ni esencia más pura que la arena incrustada bajo las uñas. Incluso el nómada que esquiva los nidos tiene en mente un horizonte idílico escrito a partir de su propia experiencia.

Estamos jodiendo el planeta. Nadie lo duda. Estoy plenamente convencido de que la inmensa mayoría cree que hacemos un mal uso de los recursos naturales. Más aún. Que empresas, fábricas y gobiernos explotan el suelo como si no hubiera mañana. El dinero nos vuelve imbéciles, ¿no creen? Claro que, les propongo que mediten un segundo la respuesta al siguiente dilema:

Un tipo de formas refinadas, culo acolchado y puro humeante, toca a su puerta con un contrato bajo el brazo. «Buenos días señor, buenos días señora», diría. «Vengo a ofrecerles una oportunidad única: si me dejan experimentar con su parte proporcional del suelo del planeta, una minucia comparada con todo el globo, les daré más dinero del que podrán gastar en su puñetera vida. ¿Que qué quiero decir con ‘experimentar’? Nada que a usted le vaya a afectar en el futuro». Y pondría el papel sobre la mesa.

Imaginen que tiene el bolígrafo en la mano. Que es su decisión. Quién sabe, tal vez lo sea ya y no lo sepan. ¿Firmarían? No se me pongan en plan heroico-ambiental: hay tanto dinero en juego que ni usted ni sus hijos tendrían que volver a trabajar si administran bien el patrimonio.

Esto es ‘Tierra Prometida’, de Gus Van Sant (‘El indomable Will Hunting’). Una alegoría de un lugar ajeno que es, al mismo tiempo, el lugar en el que nacimos todos. Un debate interno que les llevará de su higuera más atesorada a sus ambiciones más monetarias. Digamos, por ahora, que es una película sensacional –en su intrínseco significado– y una reflexión obligatoria. Mañana seguimos al son de Danny Elfman.