La suerte tiene mucho de cine. Y el cine tiene mucho de suerte. El concienzudo estudio de las repercusiones de acertar una serie determinada de números, en un orden concreto y en un momento exacto del espacio-tiempo es una institución en la gran pantalla. Con un regustillo a sobremesa, Nicolas Cage protagonizó hace una veintena de años ‘Podría pasarte a ti’. La historia de un policía de Nueva York que le dice a una mujer que acaba de conocer que si le toca la lotería compartirá el premio con ella. Y, como dictan las leyes de la casuística americana, gana. Y se enamoran. Y retozan… Como pueden ver, una historia humana, emotiva, pastelosa y, por supuesto, increíble.
Pero la mejor película de la historia del cine que trata, de alguna manera, el tema de la suerte es -no admitimos discusión- ‘La Loca Historia de las Galaxias’. La maravillosa parodia de Mel Brooks cambia la mágica ‘Fuerza’ de los Jedi por la ‘Suerte’ del maestro Yogur, cuya reflexión cumbre sobre la fortuna es: “La suerte se esconde en un anillo que encontré en una caja de cereales”.
Un sabio dijo: “La lotería es el impuesto que cobra el Estado por no saber estadística”. Números, matemáticas y lógica se posicionan al otro lado de la balanza. Son muchos los guiones que versaron sobre los grandes ‘cocos’ de la humanidad, pero hoy debemos honrar a una de las mentes más privilegiadas e incomprensibles de nuestra historia: Kim Peek.
Peek murió el pasado sábado. Él fue la inspiración de ‘Rain Man’, con la que Dustin Hoffman inició la saga de películas protagonizadas por personajes ‘extravagantes’. Este tipo había memorizado 4.000 libros, el mapa de carreteras y los códigos postales de todos los estados de USA y sabía poner nombre y apellidos a cualquier día del calendario. Entre otras muchas virtudes. Sin embargo, no pudo bailar, no pudo cantar, no pudo amar. Como en el cine, la suerte y la lógica son personajes caprichosos.