“Hijos míos, puesto que me habéis decepcionado, llevaréis una cinta blanca atada al brazo que os recuerde lo que no debéis hacer. Una cinta blanca, pues el blanco es el color de la inocencia”. La última película de Michael Haneke (‘Funny Games’) es una gozada visual desde el primer impacto, desde la primera escena. La cuidada estética en blanco y negro se convierte en un recurso narrativo para subrayar lo terriblemente cerca que conviven la inocencia y la perversión.
‘La cinta blanca’ es una historia coral, sabiamente hilada por los vecinos de un pueblo de Alemania, pocos meses antes de que estalle la I Guerra Mundial. El pueblo, regido a medias por la severidad de un Duque y la estricta moral del párroco protestante, vivirá una serie de capítulos lamentables que terminarán guiando la historia de la humanidad. Haneke, con la delicadeza de un pintor romanticista, retoma los consabidos pecados de la generación nazi -sin referirse directamente a ellos- para ahondar en el origen; en la precuela que labró la intrahistoria del pueblo alemán: una educación represiva, el desprecio a lo inferior, la radicalidad más absoluta. El fascismo.
El diálogo entre adultos e infantes -entre el negro y el blanco- es fascinante. Los niños del pueblo, terroríficos, conviven con unos padres abonados a todo tipo de perversiones físicas y psíquicas. Así, el reputado médico llegará a confesar a su asistenta, nada más penetrarla, que la eligió a ella porque estaba allí, “podría haberme tirado a una vaca y las putas están muy lejos del pueblo”. Estamos ante un trabajo exquisito y cuidado. Ante la definición de cine más elevada.
Cada plano es una fotografía de museo en la que Haneke nos deja recrearnos, sin prisas, manteniendo la cámara fija, haciéndonos participes de un cuadro que, de un momento a otro, va a cambiar a otro tan espectacular como el anterior. Tampoco es un guión mascado y listo para ingerir, nos hará trabajar. ‘La cinta blanca’ es, desde el primer segundo, un clásico que no se puede olvidar. Como un libro de historia, exacto pero emocionante.