Si la sangre coagulada en lo que no es el cerebro después de ver el trailer de ‘Una habitación en Roma’ no engaña, este viernes tenemos otro de esos estrenos que ilustran a la perfección la idea que la inmensa mayoría tenemos del cine español: tetas, culo, pedo, pis. A falta de ver la última película de Julio Medem (‘Caótica Ana’), su publicidad no induce a engaños: Elena Anaya y Natasha Yarovenko hacen una orgía entre ellas y todos los elementos sobresalientes de la habitación del dichoso hotel en Roma.
Vaya por delante que ‘Lucía y el sexo’, aún no faltando a la semántica de su título, me pareció una película francamente interesante. Y no sólo por Paz Vega, que también. Detrás de los árboles se escondía una historia bien escrita e hilvanada por un romance atípico, sustentado por fuertes connotaciones sexuales.
Sin embargo, me gustaría pecar de ignorante y de listillo antes de ver ‘Una habitación en Roma’ y sacar unas conclusiones previas e incorrectas de la cinta. Los dos minutos del tráiler demuestran que el film será lo más cercano que una película porno esté de una sala convencional. Las dos zagalas, de buen ver, retozan en el baño, el dormitorio, el poyete, el balcón, la ducha y, también, en la cama. De eso no hay duda. ¿Del guión más allá del sexo? Ni olerlo.
Pero es que me he puesto a leer una entrevista en una revista especializada y me ha hecho mucha gracia porque, después de cuatro páginas no me he enterado, ni de cerca, de qué va la historia. Medem la describe así: “Es una película de entrañas, de disfrutar, de sentimientos, de llegar a casa y amar a tu parejas más que nunca”. Uséase, ¿para llegar a casa y transmutarse en bonobos? El director también asegura que “no quería despertar el típico morbo del espectador masculino de ver a dos chicas guapas besándose”. Pues lo siento, Medem, lo has conseguido.