No sé si les pasa, pero yo tengo una serie de actores fetiche que, hagan lo que hagan, siempre me parecen perfectos. Y sé que no lo son. El originador de esta lista fue Jackie Chan, del que algún día les contaré cómo nos conocimos –una bonita historia de amor y artes marciales-. Pero hoy les quiero hablar de Steve Carell, un más que cuarentón que considero uno de los grandes genios de la comedia moderna.
La primera vez que presté atención a lo que Carrell decía fue, precisamente, en una película en la que tiene muy, muy, muy pocas líneas de texto: ‘Pequeña Miss Sunshine’. Sin embargo, su papel me pareció absolutamente glorioso. Fue, quizás, el personaje más ‘distinto’ de todos los que ha interpretado, ya que estaba muy alejado de histrionismos, expresiones faciales, voces hilarantes y una gestualidad de desternillante.
Carell ganó fama gracias a su participación en el show televisivo ‘Friday Night Live’ que, como otros antes que él –Jim Carrey, Jack Black-, supo aprovechar como trampolín a la fama. ‘Virgen a los 40’, por ejemplo, es una comedia que, si no estuviera él, sería una patochada sin gracia. No obstante, me encanta. Incluso la malísima ‘Superagente 86’ me resultó divertida.
Pero el gran éxito de Steve Carell no ha llegado por la gran pantalla, sino por televisión. Hace poco les hablaba de la serie que él protagoniza majestuosamente, ‘The Office’. Michael Scott es uno de los personajes más emblemáticos de la televisión americana y uno de los guiños más irónicos, ácidos y maravillosos que se le pueden hacer a la sempiterna crisis económica.
Hoy se estrena ‘Menuda Noche’, en la que comparte escenario con la otra colosa de la comedia americana, Tina Fey (30 Rock). Tiene aires de comedia malucha, pero estoy deseando verla. Mientras, mantendré la esperanza de que algún acaudalado productor vea, otra vez, ‘Pequeña Miss Sunshine’ y diga aquello de “¿quién es ese muchazo? ¡Démosle un papel como Dios manda!”