Depredador (Bis)

Saben el chico aquél que nos sacaba varios dedos? Sí, el chaval que todos admirábamos porque fue el primero en tener pelos en las piernas y por ser considerablemente más grande que el resto. El que en las fotos de Sexto de Primaria hacía a los padres preguntar “¿quién es el profesor, el de la izquierda o el de la derecha?” El tipo con el que nunca hubieras deseado pelearte y con el que, sin embargo, te gustaba ir a batallar al patio del colegio. Bien. Ese chico, para nosotros, era Javi. Javi Bis (su apellido se repetía, de ahí el ‘bis’).

Javi Bis era el más grande de la pandilla de amigos. Además de por su constitución muy adelantada a su tiempo, para nosotros siempre tuvo un cierto aire a Schwarzenegger. Una comparación nada rara teniendo en cuenta que tanto nuestra infancia como la adolescencia estuvieron marcadas por sábados de cine y meriendas en el McDonald. Las películas, por lo general, cumplían con el estereotipo de acción a raudales y adrenalina desbocada: ‘Demolition Man’, ‘El último gran héroe’, ‘Jungla de Cristal’, ‘Arma Letal’. Ya saben.

Recuerdo perfectamente que, siendo aún muy niños, un lunes, Javi Bis llegó emocionado a clase. Había visto una película que le había fascinado. Una de esas ‘no recomendadas para menores de 18 años’ que todos teníamos en la lista de ‘cosas que hacer antes de cumplir 18 años’. “Chicos –dijo-, he visto ‘Depredador’… ¡Flipante!” El resto, como los muñecos verdes de Toy Story, atendimos embobados a su minuciosa descripción de cada escena, impresas con todo lujo de detalles en su retina infantil.

Obviamente, vimos Depredador bastante antes de los 18. Y, claro, la experiencia de aquella primera vez no se acerca a las sensaciones que podría experimentar hoy. Ahora, con el estreno de la nueva versión abanderada por Robert Rodriguez y protagonizada por Adrien Brody, siento que hemos perdido aquella ilusión por ver algo distinto. Una especie de decepción o añoranza del que sabe que hace tiempo dejó de ser inocente. Nada que ver con lo que sucedió con Javi Bis, cuando después de varios años tomando Petitsuises, le pudimos mirar a los ojos, de tú a tú. Era grande por fuera. Y enorme por dentro.