La ironía del asunto está en que las películas basadas en videojuegos son un truño colosal. Pero los videojuegos que aspiran a ser más que una película son, siempre, apasionantes. Les pongo un ejemplo. Mañana sale a la venta el Red Dead Redemption, una bestialidad técnica con un equipo de guionistas y directores artísticos tan o más completo que el de cualquier superproducción hollywoodiense. El resultado, un producto con unas capacidades narrativas abrumadoras.
Otro: ‘Heavy Rain’. Una joya del cine negro que nunca pisó una sala de proyección. El videojuego, a caballo entre ‘Seven’ y ‘Minority Report’, supera con creces cualquier thriller actual. Y lo hace porque aprovecha la capacidad de un videojuego de inmiscuirte en primera persona en una gran historia.
Les hablaba de ironía porque las películas inspiradas en videojuegos, lejos de aprovechar el material original, se realizan pensando en un público infantiloide que quiere escuchar música estridente y frases de malote. Una vez más, ahí está el error. En creer que los videojuegos son cosa de niños. Para la desgracia de los que los siguen tachando de ‘juguetes’, no son sólo la industria más creciente del ocio mundial, también son poderosos narradores, tanto como el cine o la literatura, pero con otras características.
Intenten ver el ‘Super Mario’ como el ‘Tren llegando a la estación’. Son revoluciones que necesitaban ser pulidas. Y en ese proceso no ayudan nada cutrerías del tipo ‘Resident Evil’, ‘Silent Hill’, ‘Alone in the Dark’… y una elegante tropa de cintas para regalar con algún dos por uno.
‘El Príncipe de Persia’, que se estrena hoy, augura un rato divertido marca Bruckheimer (productor de ‘Piratas del Caribe’, ‘La Isla’). Averiguar si entra o no en la lista de grandes despilfarros del cine nos costará algo más de cinco euros.