Dentro de unos años, cuando alguien se ponga a escribir una reseña de los futuros -y probables- éxitos de Dakota Fanning y Kristen Stewart (‘Crepúsculo’), seguro que recalarán en ‘The Runaways’ como la película que marcó el impredecible instante en el que una niña se convierte en mujer. Ambas actrices forman parte de lo que yo llamo ‘generación Truman’: niños y niñas que decidieron lo que iban a ser en la vida mientras estaban delante de una cámara.
‘The Runaways’ es el revulsivo de Fanning y Stewart, hasta ahora niñas buenas y modositas que, pese a los vampiros melancólicos y los coqueteos con las grandes producciones, siempre se han mostrado repletas de virtudes castas, puras y virginales. En la cinta de la casi novata Floria Sigismondi (más versada en videoclips y biopics de grandes estrellas del rock), son Joan Jett y Cherri Currie, las líderes del primer grupo de rock formado únicamente por chicas.
Con la máxima de “las niñas buenas van al cielo; las malas a todas partes”, la primera escena es toda una declaración de intenciones: una gota de sangre cae en la carretera. Una gota que se ha desprendido, por primera vez, de la entrepierna de Fanning, casi pillándole por sorpresa. “Ya soy mujer, ya soy mujer, joder”, subraya.
El resto de la cinta, guiadas por un excéntrico Michael Shannon (‘Revolutionary Road’) poseído por el espíritu supremo del Rock and Roll -es, sin duda, el mejor actor de la película-, se convierte en un baile constante con guitarras, drogas, alcohol, sexo sin distinciones e interpretaciones dramáticas que sorprenderán a los ingenuos que pensaron que Stewart y Fanning no superarían nunca su lamentable etapa crepuscular.
No obstante, la cinta peca demasiado de biográfica y, al final, se antoja demasiado documental. A veces, aburrida. A las rockeras más reivindicativas, les encantará.