Estoy melancólico. Verán. De pequeño era un contrabandista profesional. En serio, no tenía parangón. Inspirado por los clásicos -Han Solo-, conseguía alcanzar mis objetivos con intercambios, manipulaciones y tráfico de influencias. Vender poemas a mi abuela, pedir préstamos que procuraba que cayeran en el olvido, cambiar juguetes por monedas para luego recuperar mis juguetes amparándome en la Ley 82/JE/devúelmelo. La necesidad -la que pueda tener un chaval con aspiraciones- aguda el ingenio, ya saben.
En la época adolescente y juvenil-universitaria me mantuve en mis trece. Nunca he sido de tener mucho dinero y se me da muy bien invertir en pozos sin fondo y en carreras imposibles. Por aquellos años de sueños inalcanzables, un amigo y yo cavilábamos la posibilidad de, algún día, en un futuro incierto, ver U2 en concierto. ¡Pero eran tan caras las entradas!
Cuando vimos ‘Zero en conducta’ antes de selectividad -creo que ya les conté esa anécdota, revisen la bibliografía-, pese a lo mala que es la película, nos gustó imaginarnos haciendo un ‘road trip’ a alguna de esas ciudades donde Bono y su banda recalaban de vez en cuando. En la cinta, los protagonistas se las veían canutas para conseguir entrar al estadio que escondía a sus adorados Kiss.
Hace más de un año no tuve que pedir nada. Ni traficar, malmeter o influenciar. Tenía trabajo, sueldo y poder para entrar en Internet, dar mis datos bancarios, dejar que cogieran la pasta y recibir, con los brazos abiertos, dos entradas para U2 en Sevilla, el 29 de septiembre de 2010 (finalmente el 30, Huelga General dixit).
Y precisamente el trabajo, este bien tan preciado que me sacó de mis convicciones piratas y mi bucanera forma de vida, me impidió ir ayer a encontrar lo que ‘I´m still looking for’. No fue un ‘Beautiful Day’. Pero tranquilo amigo, ‘With or Without Me’, volveremos a escuchar el ‘One’. Y tú conmigo (You too).