Western (II): El tren de las 3:10

Agazapados detrás del muro, las balas del otro parece que se hacen más grandes. El crujir de la madera activa cada músculo, cada nervio; el onomatopéyico sonido del disparo aviva la adrenalina y te hace sentir poderoso. A nuestro alrededor no queda nadie. Todos los que juraron proteger el fortín habían caído, fulminados, por las balas del enemigo. Eran más y nos tenían rodeados, no había duda: estábamos abocados al fracaso. Entonces, justo cuando el cerco se estrechaba sobre nosotros, cuando más conscientes fuimos de nuestra derrota, nos miramos cómplices para dedicarnos una sonrisa socarrona. “Fue un placer”, dije. “Caeremos luchando”, dijo. Y salimos corriendo y gritando y maldiciendo, con nuestras pistolas por delante… Por suerte, ni éramos Butch Cassidy y Sundance Kid ni las balas eran reales. Eso sí, no quedó hueco sin pintura.

El Western es una conjunción de metáforas profundas de cada instante de la vida. Incluido el último suspiro. Es tan sencillo vibrar con la última escena, en la que sabes que el vaquero va a morir. Pero que en lugar de acobardarse, de pedir clemencia, desafía a su propio destino y enfrenta a todos sus fantasmas para hallar una vida más rica o una leyenda imborrable.

Uno de los últimos remakes que devuelven la fe en el cine fue ‘El tren de las 3:10’, un western brutal con dos actores sensacionales: Russel Crowe y Christian Bale. Por alguna extraña razón, los buenos actores sacan algo a lo que no nos tenían acostumbrados en los westerns. Es cierto que Crowe suele desarrollar bastante su faceta de gallito de corral. Pero son tantos los matices de su personaje, en esa escena final, en la que decide ayudar al propio Bale a que le meta en el tren que le llevará a la terrible prisión de Yuma. Y no lo hace porque desee ir a la cárcel, ser azotado y perder la vida en el más lúgubre de los olvidos. Le ayuda porque, como todos los grandes personajes del Oeste, aunque robe, mate y decida obviar las leyes impuestas, se deja guiar por las acciones. Por las voluntades. Por las pasiones. Y el ladrón más buscado del lejano Oeste sabe que ninguno de los miembros de la banda que lidera, los mismos que están intentando rescatarle, merece tanto su respeto.