Creo que el cine me ha convertido en un paranoico. A veces me miro al espejo y veo el reflejo de Mel Gibson -en sus mejores tiempos, cuando era uno de los guapetes de moda- en aquella mediocre cinta, ‘Conspiración’, en la que cualquier noticia era la cortina de humo de algo más oscuro. Lo de la muerte de Bin Laden me tiene inquieto. Por un lado, es que no dejo de darle vueltas al asunto: “tiramos el cadáver al mar”. ¡¿Por qué diantres iba a querer nadie hacer eso?! Y todavía me extraña más de los americanos, tan aficionados a coleccionar trofeos. De hecho, me hubiera extrañado menos que un soldado se plantase en Times Square con la cabeza del terrorista clavada en una pica… a lo Braveheart.
Claro, que el supuesto cuerpo de Bin Laden esté con Ariel y Sebastián cantando aquello de ‘bajo el mar’ -una imagen que, por cierto, me resulta francamente divertida- elimina toda prueba fehaciente de su defunción. Abriendo nuevas vías de paranoia: ¿Y si el tipo que dicen que es Bin Laden no es Bin Laden? ¿Y si es uno de sus 52 hermanos? ¿Y si no es Bin Laden el que toma cangreburguers con Patricio y Bob Esponja -otra imagen memorable-? ¿Y si Bin Laden viajaba en el vuelo Oceanic 815? ¿Y si Bin Laden ha fingido su propia muerte y ahora construye viviendas de VPO en algún municipio español? ¿Y si Bin Laden nunca existió?
No crean que esta sarta de bobadas y fruslerías que acabo de escribir me salen solo con este tema. Soy firme creyente del ‘no te creas nada’. Algo que me ha traído las más sanas, constructivas y extravagantes discusiones de mi vida. La última vez, hace unas horas, también con el amigo Bin Laden. Pero esta vez bajo la influencia directa del documental ‘Inside Job’ y alguna reminiscencia del nada objetivo Michael Moore.
Imaginen que el gobierno de los EEUU tenía localizado -puede que encerrado- a Bin Laden desde hace tiempo. Las empresas más poderosas siguen sufriendo las consecuencias de las subprimes y hay que sacar pasta de debajo de las piedras. Decir que has matado a Bin Laden levanta el ánimo del pueblo. Pero si acto seguido, adviertes de un posible ataque en venganza, la industria armamentística y de seguridad privada -uno de los lobbys más influyentes-, quizás, también experimente ciertos beneficios. Es pura teoría económica. Pero, sobre todo, es pura consparanoia.